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La carrera de Miguel Ángel fue un vaivén entre dos ciudades italianas: Florencia y Roma. En ambas, sobre todo en la segunda, encontró los mecenas que financiaron sus grandiosos proyectos. Pero en la Italia de la primera mitad del siglo XVI existían otros centros artísticos y culturales, en los que se prolongó el espíritu creador del Renacimiento del siglo XV. Miguel Ángel conoció al menos uno de ellos, Bolonia, donde realizó una escultura del papa Julio II que sería destruida pocos años después. Y a través de su amistad con Vittoria Colonna tomó contacto con el círculo devoto y heterodoxo que se desarrollaba en el reino de Nápoles en torno al español Juan de Valdés.