Grandes descubrimientos

El renacimiento del Laocoonte

Unas excavaciones realizadas en 1506 en un viñedo en la zona del Esquilino de Roma llevaron al descubrimiento de uno de los grupos escultóricos más emblemáticos del arte de la Antigüedad

Laocoonte y sus hijos.

Laocoonte y sus hijos.

Laocoonte y sus hijos. El grupo escultórico tal como puede verse en la actualidad en el Museo Pío Clementino, en el Vaticano.

Foto: Scala / Firenze

En el año 1506, un caballero romano llamado Felice De Fredis decidió realizar unas obras en un viñedo de su propiedad. El terreno se encontraba en la vertiente oriental de la colina del Oppio, entre los restos aún visibles de las Cisternas de las Siete Salas y la vía Merulana; era una zona salpicada de pequeñas propiedades privadas que invitaban al retiro y el recreo.

Su intención era excavar el terreno para poner los cimientos de una pequeña casa, pero el 14 de enero de 1506, cuando los obreros habían alcanzado los tres metros y medio de profundidad, aparecieron los restos de una antigua habitación, ricamente pavimentada y decorada.

En esos años era normal la aparición de restos sepultados del glorioso pasado de la antigua capital imperial. Monedas, inscripciones y estatuas de la época clásica emergían a menudo del subsuelo de Roma y hacían las delicias de quienes se dedicaban en pleno Renacimiento al redescubrimiento del arte grecorromano.

Cronología

Una obra icónica

42 a.C.

Este es el período más probable en que tres escultores rodios realizaron el grupo del Laocoonte.

1506

Felice de Fredis descubre el grupo escultórico en un viñedo y lo vende al papa Julio II.

1798

El grupo es llevado a París por Napoleón y se exhibe en el Museo del Louvre. Será devuelto en 1816.

1957

Se restaura el brazo derecho de Laocoonte usando un fragmento hallado por Pollak en 1905.

Una revelación

Ningún hallazgo anterior, sin embargo, podía compararse con el que hizo ese día Felice de Fredis: un grupo escultórico en mármol de dimensiones y calidad artística únicas y, además, casi intacto, pues sólo faltaban las extremidades de sus figuras y otros fragmentos, algunos de los cuales eran aún visibles alrededor. De Fredis acababa de descubrir una de las obras de arte más aclamadas de la Antigüedad: Laocoonte y sus hijos.

La noticia del hallazgo se difundió por la urbe hasta llegar a oídos del papa Julio II. Apasionado por el pasado romano, el Sumo Pontífice envió al arquitecto Giuliano da Sangallo, al escultor Miguel Ángel Buonarroti y al hijo del primero, Francesco da Sangallo, a examinar la obra. Nada más verla, Giuliano declaró: «Éste es el Laooconte que menciona Plinio», o al menos así lo recordó su hijo en una carta escrita años después, en 1567. En efecto, Plinio el Viejo, en su Historia Natural, acabada en tiempos del emperador Tito, se refería a un grupo escultórico que decoraba la residencia de este soberano, obra de tres famosos artistas de Rodas: Agesandro, Polidoro y Atenodoro. Según Plinio, esta obra escultórica, tallada de un solo bloque, era, de entre todas las pinturas y esculturas, la que más admiración merecía.

Escena dramática

La escultura hallada en 1506 representa una escena de la guerra de Troya, que el poeta Virgilio había tratado en su Eneida, compuesta por los mismos años en que Plinio el Viejo describió la obra de los escultores rodios. Laocoonte era un sacerdote troyano que advirtió a sus compatriotas contra la trampa del gigantesco caballo de madera que los sitiadores griegos les habían ofrecido como regalo de despedida, dentro del cual se escondían los guerreros que darían el asalto final a la ciudad. En su ira, Laocoonte incluso arrojó un venablo contra el caballo. Atenea decidió entonces castigarlo enviando dos grandes serpientes marinas que lo atraparon a él y a sus dos hijos mientras hacían un sacrificio. Pese a la lucha del sacerdote, las serpientes se enroscaron en torno a los tres hasta matarlos.

De Fredis trasladó el conjunto a su casa y lo instaló en su dormitorio, pero no lo guardó mucho tiempo. Consciente de lo excepcional del hallazgo, el 23 de marzo de ese mismo año el papa Julio II adquirió el grupo escultórico, y en agosto lo expuso en uno de los nichos del patio del Belvedere, en el palacio papal del Vaticano. Como recompensa, Felice de Fredis recibió un nuevo trabajo como escriba y controlador de impuestos en uno de los accesos a Roma.

Al mismo tiempo, los artistas del momento que visitaron la obra, entre ellos Miguel Ángel y Rafael, consideraron necesario completar las partes que faltaban del conjunto escultórico, en particular el brazo derecho de Laocoonte. Tras discutir el problema, finalmente se optó por colocarle un brazo apuntando hacia arriba, un modelo que se mantendría en las restauraciones y diseños de los siglos posteriores.

El Papa Julio II. Retrato por Rafael. Galería de los Uffizi, Florencia.

El Papa Julio II. Retrato por Rafael. Galería de los Uffizi, Florencia.

Julio II compró la estatua, que meses después se expuso en un nicho del patio del Belvedere

Foto: Scala / Firenze

Todo cambió en 1905, cuando Ludwig Pollak, anticuario y director del Museo Barracco de Escultura Antigua de Roma, descubrió en un taller escultórico de vía Labicana, a escasos metros del lugar del hallazgo del grupo del Laocoonte, los restos de un brazo en mármol de una talla y estilo únicos y muy similares a los de la obra hallada por De Fredis. Convencido de que pertenecía al sacerdote troyano, Pollak entregó el fragmento a los Museos Vaticanos.

Allí permaneció, oculto en sus depósitos, hasta el año 1957, cuando las autoridades de los Museos Vaticanos anunciaron oficialmente que el fragmento pertenecía al famoso brazo perdido de Laocoonte. En ese mismo año, Filippo Maggi deshizo las restauraciones anteriores y colocó el fragmento presentado por Pollak. Actualmente, sin embargo, no
todos los especialistas aceptan que el brazo pertenezca al Laocoonte.

Cuándo se hizo

La autoría, la datación y el emplazamiento original de la obra han sido materia de discusión. Desde la época de Sangallo se ha comprobado que la descripción de Plinio coincidía punto por punto con la obra exhumada en 1506, excepto en el hecho de que estuviese hecha «en un solo bloque», puesto que el actual grupo del Laocoonte se compone de varias piezas. Esto último ha llevado a algunos autores a afirmar que el grupo escultórico que hoy conocemos no es el que Plinio describió, mientras que otros abogan por una traducción no tan literal de la expresión «en un solo bloque».

La galería del Laocoonte en el Museo del Louvre, en París. Óleo por Hubert Robert, pintado antes de 1806. Museo del palacio Pavlovsk, San Petersburgo.

La galería del Laocoonte en el Museo del Louvre, en París. Óleo por Hubert Robert, pintado antes de 1806. Museo del palacio Pavlovsk, San Petersburgo.

La galería del Laocoonte en el Museo del Louvre, en París. Óleo por Hubert Robert, pintado antes de 1806. Museo del palacio Pavlovsk, San Petersburgo.

Foto: AKG / Album

Otro aspecto muy debatido es la cronología del grupo escultórico. Algunos autores sitúan su creación en época de Tiberio (14-37 d.C.), apoyándose en los hallazgos escultóricos realizados en la década de 1950 en Sperlonga, en la villa de este emperador, donde vuelve a aparecer el nombre de los tres escultores. Los artistas, provenientes de Rodas, habrían realizado la obra basándose en un original, probablemente en bronce, originario de la escuela de Pérgamo y datado en torno a 140 a.C. Sin embargo, otros creen que el grupo escultórico fue realizado antes, en época de Augusto (40-20 a.C.), pues eso se correspondería mejor con la carrera profesional de los escultores tal como puede reconstruirse a partir de otras inscripciones.

El palacio de Tito

En lo que sí están de acuerdo la mayoría de los investigadores, sobre todo los defensores de su datación en tiempos de Augusto, es en que el grupo del Laocoonte fue hallado probablemente en el mismo lugar en el que había estado expuesto en la Antigüedad. En efecto, se cree que la residencia de Tito que Plinio menciona podría haber estado ubicada en los célebres Jardines de Mecenas, un complejo de jardines y edificios que heredó el propio Augusto a la muerte de su amigo, en 8 a.C., y que a su vez transmitió a sus sucesores en el Imperio como residencia.

Estudios posteriores han demostrado que el viñedo de Felice de Fredis estaba dentro de los límites de esos jardines. Se cree que el Laocoonte formó parte de la decoración de aquella residencia imperial, concretamente de una cámara provista de juegos de agua. El notable estado de conservación del grupo escultórico y el hecho de que se hubiera hallado en una estancia han llevado a pensar que Laocoonte y sus hijos permanecieron in situ durante siglos hasta su descubrimiento.

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Un grito terrible

Estudio de la cabeza de Laocoonte hecho por Miguel Ángel en 1530. Capillas Mediceas, Florencia.

Estudio de la cabeza de Laocoonte hecho por Miguel Ángel en 1530. Capillas Mediceas, Florencia.

Estudio de la cabeza de Laocoonte hecho por Miguel Ángel en 1530. Capillas Mediceas, Florencia.

Foto: Scala / Firenze

La Eneida relata así el ataque de las dos serpientes a Laocoonte: «Ya dos vueltas los lomos escamosos le dan al cuerpo, al cuello, y todavía las engalladas fauces su cabeza, ponzoñosas, dominan. Él en vano los torpes nudos por soltar relucha [...]. Terríficos clamores lanza al cielo, cual bramidos de toro que huye herido» (traducción de A. Espinosa).

Laocoonte recién exhumado

El Laocoonte tal como fue hallado. Grabado por Marco Dente (1515-1523).

El Laocoonte tal como fue hallado. Grabado por Marco Dente (1515-1523).

El Laocoonte tal como fue hallado. Grabado por Marco Dente (1515-1523).

Foto: Heritage / AGE Fotostock

El grabado junto a estas líneas fue realizado aproximadamente entre 1515 y 1523, cuando el grupo del Laocoonte ya se exponía en el patio del Belvedere, en el palacio papal del Vaticano. Pese a ello, Marco Dente, su autor, evoca en la imagen el estado de la escultura en el momento de su hallazgo, presentándola sobre un fondo de ruinas. Dos de las figuras se muestran sin el brazo derecho que por entonces ya se había «restaurado», igual que los dedos de la mano derecha del personaje de la derecha, que aparecen rotos. El único añadido es la base escultórica en la que figura el nombre de la obra y la firma del propio Dente.

Para saber más

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Este artículo pertenece al número 200 de la revista Historia National Geographic.