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Balamkú, "la cueva del dios jaguar", situada a 2,7 kilómetros al este de El Castillo o templo de Kukulcán, en la antigua ciudad maya de Chichén Itzá (península de Yucatán, México), ha sido redescubierta por especialistas del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM) más de 50 años después de su descubrimiento fortuito, en 1966, según informó ayer el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México en un comunicado. Este santuario subterráneo de los mayas, frecuentado hace más de un milenio, ha permanecido inalterado durante más de cinco décadas gracias al arqueólogo Víctor Segovia, quien consideró tapiar la entrada de la cueva poco después de su hallazgo.
"Balamkú ayudará a reescribir la historia de Chichen Itzá, en Yucatán. Los cientos de artefactos arqueológicos, pertenecientes a siete ofrendas documentadas hasta ahora, se encuentran en un estado de preservación extraordinario. El contexto se mantuvo sellado por siglos y por eso contiene información inestimable sobre la formación y la caída de la antigua ciudad de los brujos del agua y sobre quiénes fueron los fundadores de este sitio icónico", ha expresado Guillermo de Anda, el director del GAM.
Curiosidades sobre los mayas
El año pasado, Luis Un, un niño que acompañó a los descubridores de la cueva y que hoy tiene 68 años de edad, condujo al equipo del GAM al santuario subterráneo, de difícil acceso y que, según Guillermo de Anda, es una especie de "gusano" por su morfología serpenteante; a partir de los 400 metros, y tras avanzar a rastras, se empiezan a abrir algunas galerías y cámaras, la mayor de ellas de 3,8 metros de altura, que es justo donde se encuentran las grandes ofrendas.
Sequía en la península de Yucatán
¿Por qué depositaron los antiguos mayas las ofrendas en galerías tan recónditas y restringidas de la cueva Balamkú? "La hipótesis de la que parte el equipo del GAM es que, hacia los periodos Clásico Tardío (700-800 d.C.) y Clásico Terminal (800-1000 d.C.), el norte de la península de Yucatán experimentó una inusitada sequía que obligó a sus pobladores a realizar peticiones de lluvia, yendo a las entrañas de la tierra, al inframundo, donde residían las deidades de la fertilidad", señala el comunicado del INAH.
"Balamkú ayudará a reescribir la historia de Chichen Itzá", asegura Guillermo de Anda, director del proyecto Gran Acuífero Maya
Entre los incontables restos cerámicos de las siete ofrendas registradas destacan más de 200 incensarios, muchos de ellos con la representación de Tláloc, el dios del agua, característico por sus bigoteras y anteojeras; también hay tapas de incensarios con representaciones del jaguar. Muchos de los incensarios parecen haber sido destruidos intencionalmente y, una segunda hipótesis, apunta a que fueron "matados ritualmente" o bien como parte de una acción de desacralización del espacio, quizá en el ocaso de Chichén Itzá, corazón del imperio maya.