En las paredes del edificio que alberga la sede de Naciones Unidas en Nueva York, una institución ligada inextricablemente a la búsqueda de la paz en todos los rincones de planeta, puede contemplarse la copia de un singular documento. Se trata del conocido como Tratado de Qadesh o, lo que es lo mismo, el texto del documento que está considerado como el primer tratado de paz de la historia del que tenemos noticia.
Pero ¿quiénes fueron los autores de este tratado y cuándo y en virtud de qué se firmó? Tras la batalla de Qadesh, que tuvo lugar en el año 1274 a.C. en las inmediaciones de esta ciudad situada en la actual Siria, y que enfrentó a egipcios e hititas por el control del Próximo Oriente, el equilibrio de poder entre ambas potencias era muy ajustado. Pero dieciséis años después de este enfrentamiento ocurrió algo que a priori parecía impensable. Empezaron unas negociaciones entre el país de Hatti y Egipto para alcanzar un acuerdo de paz que limara las asperezas entre las que por entonces eran las dos grandes potencias del Mediterráneo.
unas arduas negociaciones de paz
Así pues, unos mediadores hititas, enviados por el rey Hattusili, llegaron a Pi Ramsés, la gran capital de Ramsés II, en el delta del Nilo, para establecer el acuerdo. Con ellos venían tres diplomáticos egipcios que habían negociado los términos del tratado en Hattusa, la capital hitita. Egipcios e hititas trabajaron duro para conseguir un acuerdo que beneficiara a ambas partes. De este modo, aunque no se hacía referencia a fronteras específicas, el faraón renunció a sus pretensiones sobre Qadesh y Amurru. A cambio, Egipto obtuvo el control de las costas mediterráneas orientales y el acceso a puertos lejanos, como Ugarit (actual Siria). Por su parte, Hatti se comprometía a no violar jamás las tierras de Egipto.
El faraón renunció a sus pretensiones sobre Qadesh y Amurru, y a cambio obtuvo el control de las costas mediterráneas orientales y el acceso a puertos lejanos.

Ramsés II recibe en su corte de Pi Ramsés a los enviados hititas con una copia del tratado de paz. Grabado.
Ramsés II recibe en su corte de Pi Ramsés a los enviados hititas con una copia del tratado de paz. Grabado.
Bridgeman
Asimismo, egipcios e hititas firmaron un pacto de no agresión, incluso prometiéndose ayuda mutua en caso de ataque de una tercera potencia a cualquiera de los firmantes. Pero tal vez lo más novedoso y "moderno" a nuestros ojos sea la cláusula que contemplaba la extradición de fugitivos. Se acordó que aquellos de menor rango pudiesen regresar a su país sin sufrir represalias. Aunque eso no era aplicable a los oficiales de alto rango. Y como colofón, el contenido del tratado comprometía, no solo a Ramsés y Hattusili, sino también a sus descendientes.
El tratado se plasmó en relieves en el templo de Karnak y en el Ramesseum, y sus términos también se inscribieron en tablillas de plata. Una se quedó en Egipto y fue depositada a los pies del dios solar Re en Heliópolis. Y la otra se llevó a Hattusa, donde fue dispuesta en el templo de Teshub, el dios de las tormentas y divinidad principal del panteón hitita. Asimismo, se hicieron copias en papiro para conservar en los archivos egipcios y en arcilla para guardar en los archivos reales de Hattusa. Finalmente, para asegurarse de que el tratado era respetado en su totalidad, se puso como testigo a los dioses y diosas de cada nación.
la diplomacia hace su aparición
La diplomacia tuvo, en este caso, un papel fundamental. Tras llegar a un acuerdo, y como prueba de su compromiso, Ramsés y Hattusili intercambiaron cartas de felicitación. Incluso el rey hitita hizo partícipes a otros monarcas de la firma del tratado. De hecho se ha conservado una carta que Hattusili envió al rey de Babilonia informándole sobre el feliz acontecimiento: "El rey de Egipto y yo nos hemos aliado y nos hemos hecho hermanos diciéndonos: somos hermanos, de modo y manera que los dos seremos enemigos del enemigo que el otro pudiera tener en solitario, y seremos amigos del amigo que el otro pudiera tener en solitario".
Tras llegar a un acuerdo, y como prueba de su compromiso, Ramsés y Hattusili intercambiaron cartas de felicitación.

Tratado de Qadesh inscrito en los muros del templo de Karnak.
Tratado de Qadesh inscrito en los muros del templo de Karnak.
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Por su parte, las consortes de ambos monarcas, la reina Puduhepa de Hatti y la reina Nefertari de Egipto, también intecambiaron correspondencia. La Gran Esposa Real de Ramsés II escribio lo siguiente a la reina hitita: "La gran Reina Naptera [Nefertari] de la tierra de Egipto habla así: Hablo a mi hermana, Puduhepa, la Gran Reina de la tierra de Hatti. Yo, tu hermana, espero que estés bien. Que tu país esté bien. Ahora, yo he sabido que tú, mi hermana, me has escrito preguntándome acerca de mi salud. Me has escrito debido a la amistad y relaciones fraternales entre tu hermano, el rey de Egipto, el Grande, y el Dios de la Tormenta que quiera la paz y mantenga la paz y relaciones fraternales entre el rey de Egipto, el Gran Rey y su hermano, el rey de Hatti, el Gran Rey, para siempre".
El tratado de Qadesh proporcionó años de paz entre las dos potencias, e incluso, para consolidar las relaciones entre ambos países, tiempo después Hattusili envió a la corte egipcia a una de sus hijas para contraer matrimonio con un ya maduro Ramsés. El faraón convirtió a la princesa hitita su Gran Esposa Real con el nombre de Maat-Hor-Nefru-Re.
se descubre una copia hitita
Durante años, los historiadores solo conocieron las versiones egipcias del tratado de Qadesh. Se suponía que los hititas, evidentemente, habían conservado copias en la corte de Hattusa, pero no existían pruebas arqueológicas de ello. Fue en 1906 cuando el equipo de Hugo Winckler, un arqueólogo alemán, hizo un sensacional descubrimiento mientras excavaba en los archivos reales de la antigua capital hitita. Uno de sus ayudantes desenterró una tablilla de arcilla escrita en acadio (el lenguaje diplomático de la época). Winckler, especialista en lenguas antiguas, se dio cuenta de inmediato de que estaba leyendo el tratado firmado entre Ramsés II y Hattusili. Había descubierto una copia hitita del tratado. "Todas mis vivencias anteriores palidecieron a la luz de esta", escribiría el emocionado arqueólogo. A esta tablilla se sumarían dos más, que hoy en día se exponen en diferentes museos.
En Hattusa, Winckler se dio cuenta de que una tablilla escrita en acadio era una copia del tratado de Qadesh.

Una de las copias hititas del tratado de Qadesh. Museo Arqueológico, Estambul.
Una de las copias hititas del tratado de Qadesh. Museo Arqueológico, Estambul.
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Y es que el tratado de Qadesh marcaría una paz duradera entre dos enemigos aparentemente irreconciliables, un período sin guerras que duraría aproximadamente 110 años. Hasta que, finalmente, el poderoso Imperio hitita desapareció de la historia, engullido por las invasiones de los Pueblos del Mar que asolaron el Mediterráneo oriental en el siglo XII a.C. No pasaría lo mismo con Egipto, que logró sobrevivir al embate y pudo seguir formando parte de la historia durante mucho tiempo más.