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En 2012, la nieta de un oficial superviviente, Charles Lightoller, hizo público un secreto de su abuelo: cuando Murdoch dio la orden de «todo a estribor», Robert Hitchins, a cargo del timón, lo giró hacia el lado equivocado. Según ella, de haber cumplido la orden correctamente, el Titanic no se hubiera hundido.
Otra teoría reciente es más rebuscada: en un documental titulado Titanic, the New Evidence se afirma que antes de que el Titanic zarpase se produjo un gran incendio en los depósitos de carbón del barco. La temperatura, que podría haber alcanzado los mil grados, habría afectado gravemente el acero hasta provocar una debilidad estructural del casco que facilitó que el iceberg causara tanto daño al barco.
Conjeturas disparatadas frivolizan con la hipótesis de que fue un sabotaje, o de que la aleación de los remaches no era la correcta. Incluso se ha atribuido a una maldición faraónica. Se cuente como se cuente, el asesino siempre es el mismo: un iceberg.