Arrancamos la cuarta temporada de este podcast viajando a Marruecos. Al noreste del país, a la capital de Marruecos Oriental, Oujda. Allí, un equipo de arqueólogos y geólogos hispano-marroquíes llevan años investigando los yacimientos de las primeras sociedades humanas del Norte de África.
Descubriremos una zona de paisaje semiárido, actualmente muy poco poblado que alberga gran cantidad de yacimientos, y que a veces se pueden encontrar fácilmente expuestos al aire libre. Restos muy útiles para los investigadores ya que les permiten entender mejor cómo era el poblamiento humano de la región.
Conoceremos una zona que en el pasado gozó de unas muy buenas condiciones ecológicas que permitieron a esos primeros pobladores desarrollarse y producir todo tipo de herramientas básicas para la supervivencia.
¿Qué instrumentos fabricaban con el abundante sílex de la región? ¿Qué animales cazaban con las herramientas que fabricaban? Y, ¿Cómo consiguieron nuestros ancestros expandirse tan rápido por todo el continente africano?
Trataremos de responder a estas y otras preguntas en un nuevo capítulo de “Desenterrando el pasado”.
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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST
Hoy vamos a conocer una parte poco explorada de Marruecos, tras los pasos de los primeros humanos en el Magreb. ¡Vamos para allá!
Trasladémonos unos años atrás, al 2005, que es cuando empezó a gestarse este proyecto. Ese año, uno de los actuales directores del mismo, Robert Sala Ramos, asistió a un Congreso (relacionado con la arqueología) en Oujda, en Marruecos Oriental. En este evento le hablaron de una región muy interesante al sur de Oujda, al este del país, con un gran potencial.
Para ubicarnos, Robert Sala es el director del IPHES, el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social. Además, también es profesor del Área de Prehistoria de la Universidad Rovira y Virgili en Tarragona.
Bien, volviendo al tema, resulta que Robert se puso manos a la obra y decidió visitar el lugar del que le habían hablado. Descubrió que la zona estaba muy poco explorada y apostó por iniciar un proyecto allí en busca de evidencias de las primeras ocupaciones en Marruecos Oriental.
Un año después, hablamos de 2006, él y su equipo realizaron la primera campaña, en la que se centraron en reconocer el terreno y hacer una cartografía. En seguida pudieron confirmar lo que sospechaban desde el principio: la zona tenía un gran potencial arqueológico.
“Desde el primer momento encontramos material. Pero teníamos material en superficie, empezamos a encontrar material en estratigrafía bien conservado y eso nos indujo a seguir adelante porque hay regiones en que la estratigrafía está desmantelada y en malas condiciones. Pero allí vimos que si que se conversaba, que había que buscar evidentemente, pero que había zonas en que el material se podría conservar bien conservado”.
Y siguieron adelante en parte, gracias a la financiación de la Fundación Palarq. El equipo cuenta con más de 30 miembros procedentes de la Universidad Mohamed Premier de Oudja, del IPHES, en Tarragona y de otros centros nacionales e internacionales. Quien también dirige el proyecto actualmente junto a Robert, es M. Gema Chacón, a quien vamos a escuchar en unos minutos.
En total llevan 16 campañas (con un parón de un año debido a la pandemia…) pero en 2022 volverán.
Hemos hablado hasta ahora de cómo se inició este trabajo, pero vamos a situarnos dónde están trabajando exactamente.
El epicentro de las investigaciones se sitúa en el Nordeste de Marruecos, a pocos kilómetros de la frontera con Argelia y a unos 80 kilómetros de la costa del Mar de Alborán. Una región semiárida, muy poco poblada. Los pastores que viven allí llevan una vida tradicional, algunas veces perturbada por las pesadas y molestas tormentas de arena…
El incómodo polvo que levantan las ya conocidas tormentas de arena del Sahara, decimos ya conocidas porque “los de la Península” también sufrimos alguna vez al año sus consecuencias, perturban a los arqueólogos, hasta el punto de tener que dejar de trabajar incluso un par de días.

Tormenta de arena en el yacimiento de Guefaït 4.
Foto: Robert Sala Ramos – IPHES
El equipo trabaja en una región de unos 40 kilómetros de diámetro. Las investigaciones se desarrollan entre las poblaciones de Aïn Beni Mathar, más al sur, Guefäit al noroeste y Jerada, al noreste.
Cuando pensamos en Marruecos a muchos nos viene a la cabeza el sonido del barullo de la gente, sin embargo la densidad de la zona es muy baja así que más bien reina la calma. Cada año siguen el mismo ritual de viaje para ir a trabajar allí. Robert nos explica el periplo desde Cataluña hasta el país vecino del sur.
“Vamos a hacerlo fácil… el viaje que hacemos… Tarragona, Almería en coche, cruzamos en ferry hasta Melilla y de Melilla hacia el sureste Oudja, que es la capital de Marruecos oriental. Y después estamos a 60 kilómetros al sur de Oujda. Estamos en la frontera con Algeria… a unos 10 o 15 km de la región en que estamos nosotros”.
Toda una odisea que se repite anualmente, y que combina la alegría de llegar de nuevo a la región para poder seguir trabajando en el proyecto, con la dura realidad de los marroquíes que hacen el camino inverso y cruzan la frontera en busca de nuevas oportunidades.
En el viaje de ida atraviesan el estrecho y conviven con otras personas que cruzan, aunque por otras razones. Un viaje muy humano, nos describe Robert. Para la también directora del proyecto, M. Gema Chacón, durante el periplo del viaje se viven situaciones tristes.
“La llegada allí es muy dura porque la gente está intentando salir del país. Marruecos oriental es una zona muy deprimida en muchos sectores. Y ves situaciones tristes… no tanto de miedo, sino tristes porque ves que hay gente que está intentando engancharse debajo la furgoneta para subir contigo al ferry, sabes? Entonces, sí que es verdad que esa parte es dura”.
Son ya tantos años que el equipo considera la región de Oujda cómo su segunda casa. Cuando están allí tienen una relación casi de familia con los locales.
“La arqueología es una profesión y un estilo de vida y lo interesante es el intercambio cultural que haces con la gente con la que vas.
Estamos conviviendo con la gente local, es otra casa más que tienes en otro punto del mapa. Desde el principio hemos sido muy bien acogidos tanto por la universidad como por la población local. Vamos allí, vivimos en las mismas casas que ellos, comemos con ellos, compramos… entonces realmente hay una integración muy grande, por eso nunca nos han visto como un turista que va allí, sino que estamos trabajando para su patrimonio y estamos con ellos todo el tiempo”.
“Tenemos yacimientos paleontológicos de más de 2 millones y medio de años, tenemos ocupación humana bien datada a partir de medio millón de años y ahora estamos datando yacimientos que son más antiguos y que estamos trabajando en ello. Estamos viendo a ver hasta dónde va a llegar”.
El objetivo de este proyecto es documentar los yacimientos de los primeros humanos que se desarrollaron en el este de África hace 2 millones y medio de años y que se dispersaron por todo el continente.
“Es una expansión de la tecnología, de la capacidad técnica, la capacidad cerebral que permite controlar mejor el territorio y los recursos hace que esta nueva especie sea capaz de expandirse muy rápidamente y llega a todos los rincones del continente”.
Por eso, cómo nos contaba Robert, están haciendo una cartografía de los yacimientos. De hecho, ya lo apuntábamos al inicio, nunca antes se había realizado un registro sistemático tan exhaustivo en la región.
El estudio de estas ocupaciones no se hace analizando sólo cuevas y abrigos, sino que buscan sobre todo rastros de ocupación humana en yacimientos que se encuentran al aire libre.

Excavación arqueológica en Tahya 3, Guefäit.
Foto: Juan Ignacio Morales Hidalgo - IPHES
“Nosotros estamos excavando ocupaciones al aire libre, es decir los restos de campamentos de nuestros antepasados que se instalaron cerca de ríos, de fuentes, al aire libre. Por lo tanto, es otro tipo de arqueología que no se había hecho nunca de manera sistemática en Marruecos que ahora se está haciendo con, pensamos, muy buenos resultados”.
“Esta zona era muy desconocida… Sabíamos que la riqueza era grande porque había muchos materiales en la superficie, pero nunca habíamos pensado que en 10 años íbamos a encontrar todos estos yacimientos tan importantes. Es verdad que nadie había intervenido, está todo como aquel que dice esperándonos”.
No se esperaban pues encontrar, entre otras, la industria más primitiva de la evolución humana. El sílex, con el que creaban pequeños cuchillos de piedra que usaban para hacer las actividades más comunes cómo puede ser adquirir alimentos.
Es decir, que los grupos humanos históricos utilizaban estas herramientas según las actividades que querían realizar. Vamos a ello!
Para crear estas herramientas de las que ahora hablábamos hace falta sílex. Material, que los grupos humanos que habitaron la zona hace miles y miles de años, conocían de sobra, ya que esta roca abunda en la región.
“Hay un sitio en que el sílex aflora en forma de grandes bloques que puede llegar a tener 2 metros de largo. Cuando los humanos necesitaban sílex, iban a aquella región y lo extraían golpeaban estos grandes bloques para extraer bloques más pequeños, que sean más manejables, por lo tanto allí hay sílex, no es de muy buena calidad, pero hay sílex y no tienen ningún tipo de límite a la hora de explotarlo”.
Y, ¿Qué hacían con el sílex? ¿Para qué lo usaban? Porque, recordemos que estamos hablando de grupos nómadas que se movían en función de los recursos. Para hacer todo tipo de herramientas que les facilitaban su día a día… Gema nos pone un ejemplo fácil de entender.
“Es lo primero que les explico a los estudiantes de primero de carrera. Nosotros llegamos a la cocina, abrimos un cajón, si queremos cortar pan cogemos un cuchillo del pan, si queremos cortar carne, cogemos otro… si nos falta algo más vamos a la tienda y lo compramos… si hacemos un símil realmente los grupos humanos prehistóricos hacían algo similar. En función de las actividades que realizaban , caza, recolecta de vegetales… tenían unas herramientas muy adaptadas a todo tipo de actividades.
Fácil. Crean la herramienta ideal para el uso que le quieran dar…
“... para cortar carne, seguramente para raer madera y conseguir algún otro tipo de instrumentos domésticos, para las actividades propias de la supervivencia, esto es lo que encontramos, una industria muy simple, la más simple de la historia humana. Esa es la más simple de todas”.
Tan simple, que a más de uno le puede parecer (evidentemente a ojos de alguien que no entiende del tema), que no hay nada. Es decir, no ven más allá de una piedra encontrada en el suelo sin, aparentemente, ninguna funcionalidad. Por eso, es tan importante la divulgación. Explicar lo que se va encontrando. Y aquí Gema, nos cuenta una anécdota vivida con la gente local, que en un principio no entendía la obsesión por las piedras de los investigadores.
“Yo siempre pongo el ejemplo de allí de Marruecos. Había dos señores mayores que ya no están con nosotros, que siempre que llegábamos con bolsas con piedras y me decían, ¿que haces tú con eso?. Y yo les decía, mira te voy a explicar lo que vengo aquí a buscar. Yo llegaba y les enseñaba cada día lo que había encontrado… y se reían de mí, y ¿vienes de tu país a buscar esto? Y yo les decía, pero este es diferente… y me acuerdo de cómo explicarles… para de qué manera enseñarles que una piedra estaba hecha por un ser humano”.
Hay que tener claro que no todas las piedras son útiles productivos, por eso, tal y como dice Gema, es básica la formación.
Otro de los registros que el equipo ha ido descubriendo a lo largo de los años son los restos paleontológicos… los fósiles de los animales que vivieron en la zona.
“El yacimiento más antiguo, de más de 2 millones de años, está dominado por un animal hoy en día extinto que es un antiguo équido, que se llama hipparion. Pero a pesar de ello también hay tigres dientes de sables, hay elefantes, cérvidos, bisontes… animales más comunes o más conocidos. Pero el que domina es ese hipparion”.
Para que nos hagamos una idea, los hipparion tendrían un aspecto similar al de un caballo actual, aunque eran algo más pequeños. Este tipo de fauna demostraría que estamos hablando de un yacimiento muy antiguo. El equipo también ha registrado animales de hace unos 100 mil años…
“Es un registro en que de momento no tenemos aún acción humana, pero tenemos sobre todo caballo, un bóvido, rinoceronte, es decir, una fauna de estepa, de zona de hierbas”.
También han hallado todo tipo de pequeños vertebrados. Por ejemplo, ratones, reptiles, tortugas… Junto con restos vegetales que van a ir analizando en los próximos años. Todo este registro es nuevo a nivel paleontológico, arqueológico y geológico.
El proyecto empezó en 2006 y desde entonces no se ha parado de excavar la zona anualmente y así lo va a seguir haciendo el equipo porque aún queda mucho por descubrir.
“Nosotros estamos un poco plantando una semilla esperando que esto dure y, evidentemente, nosotros no vamos a terminar nada, porque está todo por hacer, tiene que durar muchos años. Y lo principal es conseguir que todos estos tramos discontinuos, estos saltos que tenemos que dar porque no hay registro, los tenemos que ir rellenando… para poder describir una evolución total de la ocupación humana y del paisaje animal y vegetal de esa región a lo largo de estos 3 millones de años”.
A Robert no le preocupa pensar en todo lo que queda por documentar y explorar. Sabe que cuenta con un relevo de investigadores que van a seguir sus pasos. Estudiantes de la Universidad de Oujda o los de Tarragona, por ejemplo.
El vasto material preservado en la zona les asegura el proyecto por años. Os decimos una cifra para que os hagáis una idea de la cantidad de restos que se conservan en la zona. En tan solo uno de los yacimientos se calcula que se han encontrado más de 9.000 piezas de sílex. De hecho una de las ideas que lanza Gema es retirarse allí… y seguir investigando.
“Le digo a Robert tendremos que comprarnos una casa, jubilarnos e irnos allí para poder acabar de excavar todo lo que nos queda allí, pero afortunadamente tenemos nuevas generaciones que nos podrán relevar”.
Gema es arqueóloga, especialista en herramientas líticas y, su interés por ellas le viene de bien pequeña.
“Yo siempre recordaré la cara que puso la profesora de prehistoria en la primera clase… yo fui a la profesora y le dije que quería hacer paleolítico o lítico… no sé, siempre me han encantado las piedras.y cuando intente explicar en mi cas que quería hacer esto mi madre me decía, desde toda la vida, desde pequeña siempre tenías piedras… jugabas a las cocinitas con las muñecas y preparabas la comida con piedras. No sé exactamente de dónde viene, pero nunca he dudado. Yo tenía clarísimo que quería hacer tecnología lítica”.
Le preguntamos si parte de la atracción que siente por las piedras tiene algo que ver con el componente místico que se dice que estas desprenden…
“Mira, me regalaron una pulsera de shungita porque me dijeron que es una piedra que solo existe de una mina de Ucrania me parece… y no me la he quitado desde que me la regalaron hace 2 años… no se si todos en el fondo tenemos ese lado de relación con la naturaleza. No es una creencia ni nada, la magia siempre ha existido y lo vemos también en la prehistoria. Las cosas que te da la naturaleza, de qué manera las puedes usar, que te puede aportar… Es como que hay algo más no?”
Más allá de un interés místico, energético, por las piedras, lo que está claro es que estas nos proveen de mucha información sobre cómo vivían y de qué manera subsistían los primeros humanos que habitaron África Oriental en el pasado y en el caso de este proyecto en Marruecos Oriental.
Gema y Robert, junto con todo su equipo, van a continuar documentando esta región para poner al descubierto la evolución del paisaje y la historia humana de la zona. Un ambicioso proyecto cuyas investigaciones y hallazgos vamos a seguir bien de cerca.
Porque como siempre decimos, a fin de cuentas, conocer nuestro pasado es conocernos mejor en el presente.