"03604, 8.000 reaaaleees". Este fue el primer número premiado en el sorteo de la lotería de Navidad que tuvo lugar el 18 de diciembre de 1812, el mismo año en que se promulgó la Constitución de Cádiz y donde, curiosamente, fue a parar el primer premio. Con más de 200 años de antigüedad y tradición, el nombre de este famoso sorteo no siempre fue el mismo. El primero se llamó "Lotería Moderna" para diferenciarlo de la "Lotería Primitiva", que había instaurado cincuenta años antes el marqués de Esquilache.
La "Lotería" de la Guerra
Cuesta imaginar que un día así, en la actualidad lleno de alegría para muchos, se remonte a 1808, cuando Napoleón, en sus ansias por conquistar Europa y con la excusa de invadir Portugal, logró atravesar España gracias al tratado de Fontainebleau, firmado en 1807, y fue conquistando todo lo que se le puso por delante hasta llegar a Madrid. Así dio comienzo la guerra de la Independencia, una contienda en la cual Napoleón se encontró enfrente a un ejército de milicianos sin experiencia. Las pérdidas económicas y de vidas fueron tan grandes, que el gobierno español tuvo que idear un plan para hacer frente a los gastos militares. Fue entonces cuando se creó la "Lotería Moderna". Su impulsor fue el ministro del Consejo y Cámara de Indias Ciriaco González Carvajal. El objetivo: aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes.
La guerra de la Independencia trajo consigo un invento que tenía como objetivo aumentar los ingresos para hacer frente a los gastos militares, sin quebranto del contribuyente: la Lotería Moderna.
Los primeros números de la lotería estaban impresos en papel, y no fue hasta 1913 cuando se implantó el sistema actual de los bombos y las bolas de madera. Lo que, sin embargo, nunca ha cambiado han sido las voces cantoras de los números, y éstos han sido siempre los llamados "niños de san Ildefonso", también conocidos como "niños de la suerte". La primera vez que un niño de esta institución "cantó" un premio fue el 9 de marzo de 1771 en un sorteo que tuvo lugar cuando Carlos III era rey de España, que importó esta costumbre desde Nápoles. Su nombre: Diego López.
Disfrazado con la típica ropa napolitana, Diego López fue el primer niño de la historia en cantar un premio de lotería en una lluviosa mañana de marzo de 1771.
Las crónicas de la época, con un cierto tono que ahora podemos encontrar cursi, así lo afirman: "Aquella lluviosa mañana, nuestro colegial compañero Diego López llegó vestido a la napolitana, con una túnica de damasco blanco, galoneada de oro, que le cubre hasta los pies, con la inefable peluquita blanca rizada y entre una gran expectación se persigna con gesto serio y solemne, muestra su mano derecha desembarazada de cosa alguna y la introduce por la puertecilla redonda del arca que contiene las 90 bolas, tomando al azar una de ellas canta el número con un gracioso soniquete y, tras mostrarla públicamente, se la acerca a los labios y la besa cariñosamente".

Los niños de san Ildefonso también son conocidos como los "niños de la suerte" y en ocasiones no pueden contener la emoción de otorgar premios de una cuantía tan importante.
Foto: CordonPress
Las anécdotas del "Gordo"
No sería hasta el 23 de diciembre de 1892, y en sustitución de la leyenda "Prósperos Premios", cuando apareció por primera vez impreso en los décimos de lotería la denominación de "Sorteo de Navidad", y aunque en la actualidad su nombre oficial es "Sorteo Extraordinario de Navidad", todo el mundo lo conoce como "Lotería de Navidad".
Como no puede ser de otra manera, el sorteo de la "Lotería de Navidad" ha dejado multitud de anécdotas increíbles a lo largo de la historia. La primera referencia a este sorteo nos llega de la mano de la revista Blanco y Negro, fundada en 1891: "Hay en Barcelona sujetos que habiendo obtenido premio en la lotería de Navidad del año pasado, aún no han cobrado. Me parece que con eso les hacen un beneficio. Porque la alegría de los premios dura hasta que se cobran. Y no pagándoles, les alargan la alegría". La revista nos ofrece asimismo la anécdota del señor Herce, quien había adquirido el "gordo", según se leía en 1918, después de que la señora Ayendia le escribiera en agosto recordándole que buscase el número 5.605. Una "idea que surgió de una combinación hecha con plantas de habas sembradas por dicha señora, las cuales dieron como resultado una pepita en cuyo interior se leía el número 5.605 agraciado". También hay casos desgraciados, como el del pobre don Matías Martínez, dueño de una lavandería en la calle Francisco Santos de Madrid, quien, en 1944, al comunicarle su familia que le habían tocado varias participaciones del segundo premio, sufrió un colapso y falleció repentinamente.
La lotería ha dejado muchas anécdotas: desde gente que prefería alargar el cobro del premio para que la alegría durase más, personas demasiado supersticiosas o incluso perder la vida tras enterarse de que ha ganado el premio.
Ni siquiera la Guerra Civil fue capaz de suspender el sorteo de Navidad. Es más, en 1938, según atestigua el diario ABC en sus ediciones de Madrid y Sevilla, se celebraron dos sorteos, uno en el bando nacional, en Burgos, y otro en el bando republicano, en Barcelona.
El perdedor o la "buena salud"
Está visto que nada ni nadie puede frenar un negocio estatal tan importante. Desde los 40 reales del primer sorteo, los precios de los décimos no han dejado de subir su precio. En 1944, 100 pesetas; en 1953, 200 pesetas; en 1957, 400 pesetas, y en 1970, 1.000. A día de hoy, los décimos cuestan 20 euros (más de 3.300 pesetas), y a pesar de esto, las ventas siguen creciendo. Y es que los españoles siguen confiando en la magia de la Navidad y en los números capicúas, en las fechas históricas o en algún que otro triunfo deportivo –como la victoria de la selección española de fútbol en el mundial de Sudáfrica–.
El precio de los décimos ha ido cambiando con la historia y con él la cuantía de los premios, así como la confianza en ciertos números, como una fecha histórica o algún triunfo deportivo.
El 22 de diciembre también es conocido como el "día de la salud" por aquellos que no han sido agraciados con ningún premio, ya que es tradición afirmar que si no se es rico al menos se tiene buena salud. Y es que quien no se conforma es porque no quiere. Conectados a la radio, con los televisores encendidos desde primera hora de la mañana o consultando internet a través del móvil, todo el mundo quiere saber si al menos se lleva un pellizco. Pero si no es así no vale la pena preocuparse: aún queda otra oportunidad el 6 de enero con el "Sorteo del Niño", conocido así por celebrarse el día de la adoración de los Reyes Magos de Oriente.
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