La divinidad de los números

Pitágoras: la secta de los matemáticos

Sus discípulos gobernaron la ciudad de Crotona, en Italia, que lo había acogido, y formaron una auténtica secta que halló su fin tras una revuelta contra ellos, por pensar que querían establecer una tiranía

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Pitágoras enseñando a su alumnos en un grabado del siglo XIX.

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Se  sabe muy poco sobre la vida y actividad del sabio Pitágoras de Samos, al que se atribuyen invenciones y descubrimientos tan formidables como la explicación numérica y musical del cosmos o la idea del alma y de su reencarnación. Como los primeros textos que nos hablan de Pitágoras contienen elementos dudosos y otros se escribieron mucho después de que muriera (su biografía más antigua ya es de época romana),  la vida  de este personaje extraordinario sigue envuelta en la leyenda.

En todo caso, diversas biografías coinciden en otorgar al sabio de Samos unas proporciones míticas como fundador de las matemáticas, la música y la filosofía, e incluso de la legislación y la adivinación. Y aunque los rasgos legendarios y a veces fantásticos jalonan su vida, podemos estar seguros de que Pitágoras vivió entre los siglos VI y V a.C. 

Se da por cierta la historicidad de Pitágoras gracias a tres hechos incuestionables. El primero es que sus doctrinas tienen que ver con la noción de que el alma es inmortal: se separa del cuerpo tras la muerte y regresa posteriormente a otro cuerpo; Pitágoras sería el introductor en el mundo griego, y por extensión en Occidente, de estas ideas acerca del alma. El segundo hecho es que, en torno al año 530 a.C., fundó en la ciudad de Crotona, al sur de Italia, una escuela que combinaba el conocimiento filosófico con elementos religiosos; sus seguidores seguían un modo de vida especial, basado en estrictas prácticas rituales para obtener en esta vida una pureza y unos conocimientos que les preparasen para tener mejor fortuna en la siguiente. Por último, sabemos que esta escuela o secta tuvo una extraordinaria influencia política y social durante varias décadas en las ciudades griegas del sur de Italia, la región que conocemos como Magna Grecia, hasta que acabó trágicamente a comienzos del siglo V a.C. debido a una violenta revuelta.

El éxito de Pitágoras a su llegada a Crotona fue inmediato. Según escribiría el filósofo griego Porfirio: «Su porte era el de un hombre libre y grande, lleno de gracia y adorno en cuanto a sus palabras y sus maneras y en todo lo demás, de modo que gustó tanto entre los de Crotona que sedujo las almas del consejo de ancianos tras pronunciar muchos y hermosos discursos. A instancias de estos ancianos, dirigió exhortaciones a los jóvenes, y después de esto a los niños, que acudieron en multitud dejando sus escuelas,  y también a las mujeres, pues se formó una congregación femenina en torno de él». El filósofo Jámblico, estudioso de Pitágoras, refiere que sus impresionados seguidores «recibieron leyes de él y mandatos como si fueran preceptos divinos».

Los pitagóricos

Desde hace años se ha señalado que el modo de vida de los pitagóricos sigue patrones de comportamiento muy similares a los de las sectas religiosas, como muestra la iniciación de los alumnos. En efecto, cuando los jóvenes se acercaban a Pitágoras para iniciarse en sus enseñanzas no eran aceptados directamente. Los primerizos debían pasar varios exámenes y períodos de prueba, guardar un voto de silencio reverencial y luego practicar una vida pura para después empezar a escuchar las enseñanzas del maestro. 

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De la ciudad de Mileto era originario el matemático Tales, quien se habría relacionado con Pitágoras. La fotografía muestra el teatro de Mileto, de época romana. 

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Entonces el candidato quedaba expuesto a un largo período de prueba de tres años, transcurrido el cual pasaba a un primer grado de iniciación en el que debía guardar un voto de silencio de cinco años, algo muy importante en un grupo caracterizado por el secretismo en torno a las doctrinas de Pitágoras, cuya revelación estaba prohibida y castigada. 

Junto al voto de silencio y el autocontrol, los pitagóricos se distinguían del común de los mortales por una vida regulada de forma casi monástica. Había normas estrictas de comportamiento, pureza ritual y vestuario, así como tabúes alimenticios, entre los cuales se contaba la abstinencia de carne. Las ropas eran túnicas de lana blanca y el día estaba ordenado en varios momentos para la meditación en soledad, al acostarse y al despertar, y otros momentos especiales relacionados con la adivinación o la predicción, antes de los cuales se tomaba una especie de comida mística para obtener energía. 

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Teorema de Pitágoras, manuscrito árabe del siglo XIII. Biblioteca Británica, Londres.

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También había paseos filosóficos y comidas en común, además de los momentos  de enseñanza en torno a Pitágoras, que transmitía sus doctrinas oralmente, sin dejarlas por escrito. La meditación sobre los preceptos del maestro daba al grupo una gran cohesión espiritual y contribuía a apartar a sus miembros del mundo. Había una división jerárquica según los grados de iniciación en este estilo de vida. En el nivel más básico se distinguía entre los «acusmáticos», que repetían de memoria las enseñanzas, y los «matemáticos», que eran capaces de razonarlas. 

Detrás de la cortina

Jámblico añadió otra diferencia entre discípulos «esotéricos» y «exotéricos». Al principio, los iniciados comenzaban atendiendo las palabras del líder desde fuera (exo) de una cortina, en un círculo exterior, y luego, a medida que superaban las pruebas, pasaban al interior (eso) del círculo. Entonces los jóvenes se convertían en homakooi, los que «escuchan juntamente» (de homos y akouo), como se conocía a los seguidores de Pitágoras. 

Se habla igualmente de una diferencia relacionada más bien con el papel que algunos iniciados desempeñaban en la comunidad: estaban los «políticos» (politikoi), que se ocupaban de las relaciones del grupo con la sociedad externa, y los «administradores» (oikonomikoi) de los bienes y el dinero, que los pitagóricos ponían en común. Algunos autores creen que esta especie de comunismo no existió realmente y sólo es una deducción a partir de algunas máximas del maestro, como «las cosas de los amigos son comunes» (koina ta ton philon); pero la tradición conserva algunas prácticas de este tipo que pueden darse por ciertas. 

Los rechazados

¿Qué pasaba con quienes eran rechazados o no superaban la iniciación? Si los candidatos no eran aceptados en la comunidad después de tantas pruebas de resistencia y ritos iniciáticos o si superaban todas las pruebas pero demostraban ser indignos de permanecer en ella podían marchar y recibían el doble del patrimonio que habían aportado a la comunidad. Pero entonces la secta les tenía por «muertos», llegando a levantar tumbas en su memoria e ignorándoles en lo sucesivo si se topaban con ellos como si, en efecto, hubieran muerto. 

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Templo de la Concordia en Agrigento, en el valle de los Templos de Sicilia. De allí era natural Empédocles, quien al parecer fue discípulo de Pitágoras.

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De hecho, la caída en desgracia de la secta se debió, según una tradición, a una cuestión de este tipo. Parece que un tal Cilón, hombre poderoso y de buena familia en Crotona, intentó hacerse pitagórico pero fue rechazado por sus faltas y, al sentirse humillado, concibió un gran odio contra el grupo y el maestro e incitó una revuelta contra ellos. En realidad, la revuelta habría tenido lugar después de la victoria de Crotona sobre Síbaris, cuando las tierras conquistadas no se repartieron en lotes, como deseaba la mayoría de los de Crotona, sino que fueron administradas directamente por la ciudad, cuyas magistraturas posiblemente estaban detentadas por pitagóricos.

Esta rebelión habría tenido lugar en torno al año 508 a.C., y habría causado ladestrucción de la escuela y el exilio de Pitágoras a la ciudad de Metaponto, donde murió poco después. Pero estas fechas son objeto de discusión, pues las fuentes hablan de que Pitágoras enseñó al filósofo Empédocles de Agrigento hacia 480 a.C., y parece que la escuela pervivió varias décadas, pues se habla de otro gran ataque contra los pitagóricos en torno a 460 a.C. Sobre esta cuestión, los estudiosos discuten acerca de si hubo una o varias revueltas antipitagóricas

Desprez Victory of thr Crotonians over the Sybarites DSC6924

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Victoria de los crotonianos sobre los sibaritas en un óleo de Louis Jean Desprez, 1788. Museo Nacional, Estocolomo.

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La revuelta acabó con la actividad pública de los pitagóricos y con su organización reglada, pues la comunidad nunca renació como sistema de vida y como entidad políticamente relevante. Pese a la disolución de la escuela, la muerte del maestro y el secretismo en torno a sus doctrinas, su fama y el legado de sus ideas perduraron muchos siglos hasta hoy.