Vista desde Menfis, la antigua capital de Egipto, la orilla occidental del Nilo debía de ser algo excepcional, porque desde Abu Rowash hasta Dashur, todo lo que abarcaba la vista estaba salpicado de pirámides. La prodigiosa altura de estas peculiares estructuras triangulares servía para recordar a todo el mundo el poder de los faraones sepultados en su interior. Como es lógico, la construcción de estas estructuras monumentales requería un gran esfuerzo de organización, planificación y administración.
Cronología
El país de las pirámides
2592- 2566 a.C.
El arquitecto Imhotep levanta en Saqqara una pirámide escalonada para Djoser.
2543- 2510 a.C.
Esnofru manda erigir varias pirámides, entre las que destacan la Romboidal y la Roja, en Dashur.
2509- 2483 a.C.
El faraón Keops encarga al arquitecto Hemiunu la construcción de su pirámide en Gizeh.
2472- 2448 a.C.
Kefrén ordena erigir su pirámide junto a la de su padre Keops. Es la segunda más grande de Egipto.
2447- 2442 a.C.
El hijo de Kefrén, Micerino, levanta su propia pirámide en Gizeh, de un tamaño mucho menor.
2435- 2306 a.C.
Diversos faraones de la dinastía V hacen construir sus pirámides en la zona de Abusir.
1939- 1760 a.C.
Los faraones de la dinastía XII erigen sus pirámides con materiales de peor calidad.
Dada su relevancia y su coste, una pirámide no podía construirse de un modo improvisado, sino que requería una cuidadosa planificación. El faraón y su consejo decidían sus características y luego los arquitectos reales diseñaban el edificio atendiendo a estas indicaciones. Al soberano se le presentaba el resultado final en forma de planos y maquetas, para que concediese su aprobación.
El eterno descanso del faraón
La construcción comenzaba con la elección del emplazamiento de la tumba del monarca, que obligatoriamente había de situarse en la orilla occidental del Nilo, donde se ubicaba el reino de los muertos. No obstante, también se tenían en cuenta otros factores como la visibilidad respecto al templo del dios solar Re en Heliópolis o contar con la referencia de una pirámide más antigua.
No parece probable que la cantidad de obreros que participaba en la construcción de uno de estos enormes monumentos llegara a los cien mil, como se lleva sugiriendo desde la Antigüedad. Una mano de obra mucho más limitada, pero más preparada para la tarea, la llevó a cabo de forma más eficiente y rápida. De hecho, si son ciertos los cálculos realizados a partir de algunas fechas escritas en los sillares de la pirámide Roja de Esnofru, la construcción de las pirámides se pudo llevar a cabo con rapidez. En este caso, bastaron once años para erigir una mole de piedra de casi 105 metros de altura y 220 de base. Todo un logro. La Gran Pirámide, en cambio, requirió casi el triple de tiempo, pues un papiro encontrado en el wadi al Jarf nos informa de que se necesitaron 26 o 27 años para terminarla.

Escuadra y plomada
Escuadra y plomada procedentes de la tumba de Sennedjem en Deir el Medina. Dinastía XIX.
Foto: Aurimages

la gran galería de la pirámide de keops
En el interior de la Gran Pirámide, erigida por Keops en la meseta de Gizeh, se abre la gran galería, un amplio pasaje interior de 48 m de largo por 8,5 de alto, que lleva a la Cámara del Rey, donde se halla el sarcófago de granito del faraón.
Foto: Alamy / ACI

Pirámides en Saqqara
Pirámides en Saqqara. En esta panorámica aérea se aprecia en primer término el complejo funerario de Djoser, presidido por su imponente pirámide escalonada. A su lado, la pirámide de Userkaf, fundador de la dinastía V.
Foto: Kenneth Garrett
Otro elemento importante a la hora de planificar la construcción de un complejo funerario eran las canteras de donde se extraían los bloques (tanto de las pirámides como de sus edificios anejos), que siempre se hallaban a apenas unos cientos de metros de la pirámide. Sólo algunas piedras especiales como el granito venían desde lejos. De hecho, la cantidad y el tamaño de estos sillares es tal que el método utilizado para elevarlos a la altura necesaria lleva siglos dando que pensar a los estudiosos. Desde las máquinas de «maderos cortos» descritas por el historiador griego Heródoto hasta los sistemas imposibles sugeridos por algunos aficionados, las propuestas son innumerables, pero los especialistas se han decantado siempre por las rampas.
Mientras la pirámide se iba alzando, se celebraban diferentes ceremonias, ya fuera para dibujar las trazas de los edificios o para celebrar la llegada del piramidión, la «minipirámide» que formaba la cúspide de la tumba. Al final se consagraban los templos anejos, tras lo cual el complejo funerario del faraón empezaba a funcionar, a la espera de recibir el cuerpo momificado del rey que había ordenado su construcción.
1. Dibujando una pirámide: planos y maquetas

faraón pirámides
Este grabado en madera, hecho a partir de un dibujo de Heinrich Leutemann, muestra a un faraón observando los planos de su pirámide, que le enseña su arquitecto. Siglo XIX.
Foto: AKG / Album
Como los arquitectos actuales, los egipcios realizaban planos y maquetas antes de ponerse a construir edificios de gran envergadura, ya que sólo así podían hacerse una idea real de cómo quedaría la construcción que estaban diseñando. Aunque por desgracia no se ha conservado ningún plano de una pirámide del Reino Antiguo o de sus templos, sí tenemos un par de ejemplos de maquetas de la época.
El primero de ellos corresponde a los llamados «pasajes de prueba». Se encuentran a unos 90 metros de la cara este de la Gran Pirámide y consisten en unos corredores excavados en la roca. Estos pasillos tienen las mismas dimensiones de ancho y alto que los de la Gran Pirámide, aunque son mucho más cortos. Sirvieron para comprobar previamente si era funcional la distribución que se había pensado para el punto de contacto del corredor de entrada con el corredor ascendente que daba paso a la Gran Galería.
La segunda maqueta es un bloque de caliza de unos 70 x 30 cm donde están tallados los corredores y cámaras de las estancias de la pirámide de Hawara, construida para Amenemhat III. Si bien la distribución es la misma, la longitud de los pasillos aparece acortada para «encajarlos» en el bloque de piedra. Un par de tacos de madera sirven para representar los monolitos que se utilizarían en la pirámide para bloquear el paso hasta la cámara funeraria. Esta maqueta se encontró en el templo funerario de la pirámide de Amenemhat III en Dashur. Las decisiones tomadas en estos planos y maquetas eran luego trasladadas al edificio real mediante líneas de control (orientación, horizontalidad) y de comentarios plasmados por su diseñador, como se puede ver perfectamente en la pirámide de Pepi I, «firmada» por el arquitecto Inti.

tumba egipcia
Maqueta de una tumba hecha en piedra caliza y hallada en el templo del valle de Amenhemat III. Dinastía XII.
Foto: Kenneth Garrett

tableta tumba egipcia
Tableta de esquisto en la que se ha grabado un plano del templo de Heliópolis. Museo Egipcio, Turín.
Foto: DEA / Album
2. Mediciones exactas. La localización ideal
El emplazamiento de las pirámides no es aleatorio, ya que se ajusta a una serie de requisitos. El primero e inmutable es que, como de hecho eran tumbas, debían ser construidas en la orilla occidental del Nilo, donde muere el dios Sol diariamente y donde los egipcios situaban el Más Allá, la Duat. Además, durante las dinastías IV y V, las pirámides se situaron en puntos desde donde podían mantener una relación visual con el gran templo de Heliópolis, donde se adoraba al dios solar Re. Lógico, si pensamos que las pirámides de caras lisas representaban rayos de sol petrificados que eran el vehículo utilizado por el faraón difunto para acceder al firmamento.
No tenemos más que fijarnos en las pirámides de Gizeh, cuyas esquinas sur-este se unen formando una línea imaginaria que apunta precisamente hacia ese santuario. Lo mismo sucede con la línea formada por las esquinas noroeste de tres de las pirámides de Abusir. Cuando ya no hubo lugares adecuados (por las características del terreno o por no considerarse «consagrados»), la conexión visual se estableció con una pirámide más antigua. En el caso de Saqqara norte, por ejemplo, la esquina noroeste de la pirámide de Teti, la esquina sureste de la de Userkaf, la esquina sureste de la de Djoser, el centro de la de Unas y la esquina noroeste de la de Sekhemkhet se encuentran conectadas por una línea recta.
Además, durante la dinastía IV parece haber existido también la costumbre (o tal vez la obligación) de que el nuevo rey no construyera su pirámide en la misma necrópolis que su predecesor. Ni siquiera las pirámides de Gizeh se levantaron sucesivamente: el faraón Djedefre (sucesor de Keops) edificó su pirámide en la necrópolis de Abu Rowash y Baka (sucesor de Kefrén) erigió la suya en Zawiet el-Aryan.

osa mayor pirámides gizeh
Dibujo que recrea la orientación estelar de las grandes pirámides de Gizeh. La imagen muestra la constelación de la Osa Mayor.
Ilustración: Santi Pérez
3. Los bloques de piedra, de la cantera a la obra
Egipto gozaba de una importante ventaja a la hora de erigir grandes edificios: todo el país es una inmensa cantera de piedra caliza, lo que permitía extraer y transportar fácilmente los sillares para las construcciones. De ahí que las canteras siempre se encuentren a unos centenares de metros, como mucho, de la pirámide que se iba a construir. En Gizeh, por ejemplo, el punto de extracción está 600 metros al sur de la Gran Pirámide, justo delante de la pirámide de Kefrén. El volumen de piedra extraído se corresponde con el que se calcula que se utilizó en las pirámides de la meseta.
La caliza es una piedra «blanda», que podía trabajarse sin demasiados problemas con las herramientas disponibles en época faraónica: mazas de madera y punzones de cobre. Para extraer los bloques se trazaban en el suelo de la cantera «calles» estrechas que los canteros iban rebajando poco a poco hasta delimitar los sillares. En cambio, para determinados elementos de la construcción –como las paredes de las cámaras funerarias, el sarcófago donde reposaba el faraón, los suelos de los templos y las estatuas que los decoraban–, se utilizaban piedras duras como el granito, el basalto o la diorita, cuyas canteras se encontraban a centenares de kilómetros de distancia. Desde allí, los bloques de piedra eran transportados en barco. Para trasladar los sillares desde las canteras hasta el pie de la pirámide se utilizaban caminos en forma de rampa construidos con este fin, que proporcionaban una superficie más homogénea sobre la que arrastrar los bloques montados sobre trineos de madera. La tracción la proporcionaban los trabajadores del faraón, en ocasiones ayudados por bueyes.

obreros pirámides
Grupos de obreros arrastran trineos cargados de grandes bloques de piedra que serán embarcados y llevados al lugar de construcción.
Foto: Bridgeman / ACI
4. La elevación de los bloques, el trabajo de los obreros
Para muchos investigadores, el sistema utilizado para izar los bloques de las pirámides constituye la gran incógnita de la Antigüedad. Sabemos qué elementos utilizaron: trineos, palancas, cuerdas y rampas, pero desconocemos los detalles concretos de cómo se organizaron estas herramientas para erigir cada pirámide. Algo que sabemos con certeza es que resulta imposible que emplearan una rampa perpendicular a la pirámide para elevar los bloques.
La arqueología nos proporciona pruebas. En Meidum, Abusir o Gizeh se han encontrado restos de rampas no perpendiculares, dos muros de piedra paralelos rellenos de cascotes, que en el caso de Lisht es una rampa de ladrillos reforzada con traviesas de madera. Además, en Deir el-Bahari han aparecido restos de animales de tiro, concretamente bueyes; mientras que los papiros del Diario de Merer, escritos por el capataz de un equipo de trabajadores, nos describen cómo tenía lugar el transporte de las piedras del revestimiento de la Gran Pirámide desde Tura hasta Gizeh. Precisamente en esta cantera se encontró un sillar de piedra abandonado sobre los rodillos con los que iba a transportarse.
Por último, pensemos que los egipcios intentaron ahorrarse todos los esfuerzos posibles, de ahí que aprovecharan una masa de roca ya existente para convertirla en parte de la pirámide. Así lo hicieron, por ejemplo, en las tres pirámides de Gizeh y en la pirámide de Djedefre en Abu Rowash: construyeron cada tumba en torno a un saliente de roca de la meseta, algo que también se aprecia claramente en la esquina suroeste de la pirámide de Kefrén, cuyas primeras hiladas están talladas en la roca, no son de sillares. En la pirámide de Djedefre, el saliente de roca supuso el 44 por ciento del total del volumen construido, lo que da una idea del ahorro en materiales y tiempo de construcción.

obreros pirámides 2
Obreros fabricando adobes. Pintura de la tumba del visir Rekhmire en Gurna. Dinastía XVIII.
Foto: Bridgeman / ACI
5. La última piedra: el piramidión
El piramidión constituía el bloque final de la pirámide. De hecho, al ser una pirámide en miniatura seguramente poseía un significado simbólico; de ahí que su colocación fuese motivo de una ceremonia en la que estaba presente el faraón. Un relieve hallado en la calzada de acceso de la pirámide de Sahure, de la dinastía V, nos muestra a un cantante llamado Semerka delante de 18 trabajadores repartidos en dos filas que tiran de sendas cuerdas atadas a un trineo sobre el que va montado el piramidión; de espaldas a ellos, dos sacerdotes observan el bloque tallado mientras llevan a cabo una ceremonia acompañados por cuatro cantantes que baten palmas y un trabajador que derrama agua delante del trineo. Uno de estos dos oficiantes es el sacerdote uab («puro») Merynefu, que en una mano lleva un pañuelo doblado y en la otra alza un espantamoscas.
El piramidión no es visible en el bloque, pero el texto nos informa con claridad de que estaba revestido de electro: «Trayendo el piramidión de oro blanco de la pirámide “El alma de Sahure brilla” por parte de los dos equipos de los dos barcos». El piramidión de la pirámide de Sahure no se ha encontrado, pero quizá todos los piramidiones de las dinastías V y VI estuvieran revestidos de reluciente metal precioso, porque, al parecer, lo mismo sucedía con el que coronaba la pirámide de la reina Udjebten, esposa de Pepi II, de la dinastía VI.
En cambio, los piramidiones de las pirámides de la III y la IV dinastías parecen haber sido sólo de piedra. Es lo que sucede con el que coronaba la pirámide Roja de Esnofru en Dashur, formado por cinco bloques, el quinto de ellos en forma de pequeña pirámide. Por su parte, parece que los piramidiones que coronaron la cima de las pirámides de la dinastía XII eran de basalto y estaban decorados con una inscripción con el nombre del faraón, como se puede ver en el de la pirámide de Amenemhat III en Dashur.

piramidión 1
Piramidión que culminaba la pirámide de Amenemhat III, faraón de la dinastía XII, descubierto en 1900. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: DEA/Album

piramidión 2
Piramidión de la pirámide Roja de Esnofru en Dahshur. Este remate se exhibe hoy junto a la pirámide.
Foto: Bridgeman / ACI

pirámide de Kefrén
Pese a lo que parece vista desde lejos, la pirámide de Kefrén no conserva su piramidión, sino sólo la parte superior del revestimiento de piedra caliza, al que precisamente le falta el último bloque. La pirámide mantuvo su revestimiento hasta la Edad Media, cuando, tras un terremoto, los habitantes de El Cairo convirtieron
las pirámides de Gizeh en una fuente de materiales de construcción.
Foto: Sylvester Adams / Getty Images
6. El complejo funerario. Templos y calzadas
La pirámide no era sino el principal de los diferentes edificios que componían el complejo funerario de un faraón. Las pirámides de la III dinastía, cuando prevalecía el culto estelar, estaban situadas dentro de un recinto rectangular, en cuyo interior se distribuían los edificios y las capillas de piedra que permitirían al rey celebrar eternamente la fiesta Sed, el jubileo real que le devolvía las fuerzas para seguir reinando en el país del Nilo.
En la dinastía IV, el recinto de norte a sur desaparece y es sustituido por tres edificios diferentes distribuidos de este a oeste, remedando el recorrido del Sol por el firmamento. El primero era el templo bajo o del valle, un embarcadero al que alcanzaban las aguas de la inundación y donde se cree que era recibida la momia del soberano, que llegaba en una barca. Desde allí se pasaba a la calzada de acceso, un camino cubierto, en cuyo techo se abrían tragaluces y que desembocaba en el templo alto, junto a la pirámide. La función de este último edificio era albergar el culto al rey difunto, que incluía el ritual de la presentación de ofrendas.
Los elementos que formaban el templo alto quedaron fijados en tiempos de la dinastía V: el primero era un vestíbulo de entrada seguido de un patio con soportales, ambos flanqueados por almacenes; venía después un corredor transversal que daba paso a una estancia con cinco nichos, desde donde se llegaba a un espacio con una columna en el centro, al que seguía una habitación con una estela de falsa puerta, todo ello flanqueado por más almacenes. El culto se celebraba en el patio y en las cinco capillas. Dentro de cada una de ellas había una estatua del faraón (representado como Osiris, como rey del Alto Egipto y como rey del Bajo Egipto). Dos veces al día, las estatuas eran sacadas de su capilla, limpiadas, vestidas y alimentadas con ofrendas.

La pirámide de Sahure
La pirámide de Sahure, en Abusir, vista desde la calzada procesional que conducía hasta ella y que alcanza una longitud de 235 m.
Foto: Alamy / ACI

Templo del valle de Kefrén, en Gizeh
Templo del valle de Kefrén, en Gizeh. Este edificio, localizado cerca de la Gran Esfinge, está construido con gruesos pilares de granito rosa.
Foto: Prisma / Album
__________

Imhotep
Imhotep, arquitecto de la pirámide escalonada de Saqqara, venerado en la Baja Época.
Foto: DEA / Album
Los arquitectos
El más famoso arquitecto del antiguo Egipto es Imhotep, al que los egipcios terminaron considerando el inventor de la arquitectura en piedra. Algo lógico, si consideramos que fue el diseñador tanto de la primera pirámide jamás construida, la escalonada de Saqqara para el faraón Djoser, como de la segunda, la del faraón Sekhemkhet, sucesor del primero. Su fama fue tal que durante la Baja Época llegó a ser considerado un dios sanador, asimilado por los griegos con Asclepio y por los romanos con Esculapio.
__________

Ptolomeo III Evergetes
Ptolomeo III Evergetes realiza la ceremonia de «estirar la cuerda» junto a la diosa de la escritura Seshat, tocada con una estrella de siete puntas. Templo de Horus en Edfú.
Foto: Age Fotostock
Las ceremonias
Construir un templo requería en el antiguo Egipto hasta diez ceremonias distintas, que podemos ver grabadas en las paredes del templo de Horus en Edfú. La primera de ellas era la de «estirar la cuerda», es decir, marcar las trazas del edificio en el suelo. Seguramente, las pirámides requirieron ceremonias semejantes para colocar sus trazas y alinear las caras del edificio con los puntos cardinales.
__________

Gebel el-Silsila
Canteras de arenisca de Gebel el-Silsila, 65 km. al norte de Asuán.
Foto: ASF / Album
Egipto, un país rico en piedra
Durante el Reino Antiguo, la diorita se obtenía de la «cantera de Kefrén», en la Baja Nubia. El basalto, una piedra negra que representaba la tierra empapada por el agua de la regeneradora crecida, se obtenía en una cantera situada en la orilla oeste del lago Fayum, mientras que el granito se conseguía en las minas próximas a la primera catarata del Nilo, en Asuán.
__________

instrumentos egipcios pirámides
En la tumba del arquitecto Kha y su esposa Merit, en Deir el-Medina (dinastía XVIII), se hallaron estos útiles para la construcción. Museo Egipcio, Turín.
Foto: Dagli Orti / Aurimages
Instrumentos para la construcción
Los instrumentos que los obreros egipcios emplearon para construir las pirámides eran sencillos de diseño, pero muy efectivos. La plomada servía para controlar la verticalidad de las cosas, mientras que la escuadra y el uso de los triángulos rectángulos servían para verificar los ángulos según el edificio iba elevándose. Si hablamos de una pirámide del Reino Medio, que no se construían en piedra, como las del Reino Antiguo, sus ladrillos se fabricaban con moldes de tamaño unificado.
Este artículo pertenece al número 203 de la revista Historia National Geographic.