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Un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH-Conaculta) ha localizado una escultura de Huehuetéotl, el dios viejo o del fuego, dos estelas completas y el fragmento de otra en la cúspide de la pirámide del Sol, a 66 metros de altura, en la zona arqueológica de Teotihuacán, situada a unos 50 kilómetros al nordeste de Ciudad de México, la capital del país. La escultura de Huehuetéotl, de 58 centímetros de altura, la más grande hallada hasta ahora en Teotihuacán, las dos estelas completas de piedra verde y el fragmento de otra muy posiblemente decoraron el templo que coronaba esta edificación hace 1.500 años.
La pirámide del Sol es la estructura más grande y emblemática de Teotihuacán, uno de los centros urbanos más grandes del mundo antiguo, que en su momento de máximo esplendor llegó a concentrar una población superior a los 100.000 habitantes. Debido a la inexistencia de fuentes históricas poco se sabe del significado que tuvo para los antiguos teotihuacanos, aunque está claro que debió ser un gran centro ceremonial. En el siglo XIII, cuando el pueblo azteca llegó al centro de México, la ciudad que había alcanzado su apogeo en torno al año 400 d.C. se encontraba abandonada desde hacía mucho tiempo por sus constructores. Los aztecas dieron nombre al lugar y, guiándose por sus creencias, identificaron los elementos más destacados, las pirámides del Sol y de la Luna. Suponiendo que algunos edificios eran tumbas, bautizaron la avenida principal como Calle de los Muertos.
Las piezas se han encontrado en el interior de una fosa, de 4 metros de ancho, 17 metros de largo y 5 metros de profundidad, que probablemente data de finales del siglo V o inicios del VI d.C., según ha informado el arqueólogo Alejandro Sarabia, quien junto con su colega, el doctor Saburo Sugiyama, de la Universidad Provincial de Aichi (Japón), desarrolla desde 2005 el Proyecto Pirámide del Sol.
Un templo en la cúspide
El templo, que se ubicó en la parte más alta de la pirámide, fue destruido por los propios teotihuacanos en este período, pero algunos elementos arquitectónicos, como las estelas descubiertas, se dejaron en el lugar, pues su interés era otro. Sarabia y su equipo consideran que la fosa fue excavada en tiempos prehispánicos para recuperar la ofrenda principal de la construcción, en un acto de desacralización, y repartir su contenido en otros edificios públicos de la antigua ciudad. Con el paso del tiempo, las piezas arquitectónicas que habían quedado in situ cayeron dentro de la oquedad y ahí permanecieron durante siglos. Este importante descubrimiento, unido al hallazgo en 1906 de un brasero y varios símbolos escultóricos de la ceremonia sagrada del Fuego Nuevo sobre la plataforma adosada, podría indicar que la pirámide del Sol fue escenario de cultos de carácter ígneo (dedicados al fuego) y de finales de ciclos en el calendario.
«Con las excavaciones de las últimas temporadas (2010 y 2012) podemos decir que fue concebida desde el principio con la altura que hoy podemos apreciar, cercana a los 70 metros; hablamos de los siglos I o III d.C. Ahora sabemos que se realizó en un solo momento, dentro del período mencionado, aunque en el siglo III d.C. fueron ampliados sus dos primeros cuerpos, es decir, aumentó su anchura. De manera que estas cuestiones quedan despejadas después de poco más de cien años de exploraciones», explica Nelly Núñez, investigadora del Proyecto Pirámide del Sol.