Actualizado a
· Lectura:
Tras las conquistas del siglo XVI, Sudamérica quedó dividida entre una clase dominante española y los indígenas, a los que se les sumaron más adelante oleadas de esclavos negros importados de África para trabajar en las plantaciones y los talleres.
Sin embargo, la realidad era que ya desde la conquista de México los españoles tomaron a mujeres indígenas como esposas o amantes, empezando por el mismo Hernán Cortés, quien convirtió a la noble Malinche en su compañera. La falta de mujeres blancas, abundancia de indias y los matrimonios mixtos provocaron la aparición de muchos mestizos, que diluyeron la sangre española en la clase alta al tiempo que difuminaban las diferencias raciales entre los tres pueblos.

De Lobo y de India Albarazado. Miguel Cabrera fue uno de los autores más prolíficos de la pintura de castas, serie pintada en 1763.
Foto: Wikimedia Commons
De este modo la posición en la nueva sociedad pasó a depender no tanto del color de la piel como de la riqueza y educación de cada uno, hasta el punto de que muchos mestizos de padres ricos eran inscritos como españoles en los registros eclesiásticos y administrativos.
A principios del siglo XVIII la llegada de la Ilustración a las Américas provocó un crecido interés sobre el tema, a causa del ansia de clasificación del mundo que promovían los intelectuales europeos. Para estos estudiosos, la unión de gentes de todas clases en América era una oportunidad excelente para identificar los diferentes rasgos de cada grupo étnico y el resultado de su fusión en una sola persona.
Un arte de jerarquías
Así, con el fin de ilustrar todas estas mezclas se popularizaron en México una serie de pinturas llamadas de castas, en las cuales se identificaban las diferentes clases de mestizo y su tipo de descendencia al juntarse con personas de sangre diferente.

De Español y Mulata Morisca. La abundancia de matrimonios mixtos significaba que los criollos (españoles nacidos en América) debían codearse con muchos mestizos en su vida diaria.
Foto: Wikimedia Commons

De Castizo y Mestiza Chamizo. Los pintores tendían a representar los estratos más bajos de la sociedad ocupados en sus quehaceres. En la imagen un hombre fabrica cigarrillos bajo la preocupada mirada de su mujer, acompañado de un inocente niño que parece no darse cuenta de la miseria en la que vive su familia.
Foto: Wikimedia Commons

Si bien la mayoría de retratos representan a familias trabajando algunos tienen un carácter más relajado como este de Juan Rodríguez Juárez.
Foto: Wikimedia Commons
Aunque en un principio todas las castas se representaban como iguales, las clases altas pronto convirtieron estos retratos en una herramienta con la que denigrar las relaciones interraciales, mostrando una progresiva decadencia económica conforme se descendía del español blanco al esclavo negro.
Diferencias de clase
Así los artistas pasaron a representar las primeras fases de esta supuesta involución como familias de clase acomodada. Los hombres vestían elegantes trajes a la europea mientras que sus mujeres llevaban ricos atuendos bordados que denotaban su posición social. Además esta élite pertenecía a la administración o al empresariado, ocupaciones exclusivas de la casta dominante.
Según se bajaba por la galería de retratos no solo el color de la piel se oscurecía, sino que también las perspectivas económicas. Los estamentos más humildes realizaban trabajos manuales como artesanos y malvivían a base de vender ropa o comida por la calle. Su atuendo acusaba también esta degeneración, pues las últimas familias de cada serie vestían harapos.

El matrimonio con nobles indias de muchos conquistadores dio pie a una clase alta con abundante sangre indígena.
Foto: Wikimedia Commons

Los vendedores ambulantes representan siempre a los estamentos más humildes en la pintura de castas.
Foto: Wikimedia Commons
Estas galerías se componían usualmente de 16 retratos de familia, con nombres tan insultantes como chino, lobo o coyote para definir el producto de las relaciones. Las relaciones con los africanos eran especialmente nocivas, precipitando a su descendencia hacia el fondo de la pirámide social, mientras que la unión de un mestizo con una española (o viceversa) permitía ascender en esta escala de valores.
Nombres como “no te entiendo” o “torna atrás” nos pueden resultar ciertamente curiosos, y eran más un producto de la imaginación del autor que de ningún sistema administrativo. De hecho los apodos de las castas más bajas solían variar de una serie a otra, y nunca aparecían en los documentos oficiales.
Un exotismo seductor
Este tipo de retratos fueron inmensamente populares en la época, exportándose a España y por toda Europa. Al contrario que la dividida sociedad de Norteamérica, en las colonias del sur abundaba el mestizaje, lo que producía una población mixta que resultaba exótica a ojos ajenos.

Las castas se suelen representar ajetreadas en entornos urbanos salvo por algunas excepciones como este retrato de Juan Patricio Morlete Ruiz.
Foto: Wikimedia Commons

Las pinturas són además casi el único testigo visual de la vida cotidiana en el México colonial, pues la mayoría de obras de ese período son de carácter religioso.
Foto: Wikimedia Commons

La pinturas de castas eran a la vez una declaración de superioridad de los compradores y una enternecedora estampa familiar de aires exóticos.
Foto: Wikimedia Commons
Pese a que las pinturas de castas intentan mostrar una sociedad perfectamente jerarquizada, la realidad era que en aquellos tiempos el estatus y la influencia de cada familia dependían más de sus medios económicos que del color de su piel, ya que siempre se podía sobornar a algún eclesiástico o funcionario para que alguien con sangre india o negra entrase a formar parte de la élite social a través de escuelas exclusivas y cargos. En definitiva, un claro reflejo de una sociedad dinámica y en constante cambio.
- ¿Te gusta la historia? ¿Eres un amante de la fotografía? ¿Quieres estar al día de los últimos avances científicos? ¿Te encanta viajar? ¡Apúntate gratis a nuestras newsletter National Geographic!