En 431 a.C., la pugna que desde hacía décadas mantenían Atenas y Esparta desembocó en una declaración abierta de hostilidades y en el inicio de la guerra del Peloponeso. No fue sólo un conflicto civil, sino una confrontación entre dos formas muy distintas de entender la vida política: la democrática de Atenas (con sus luces y sombras) frente a la autoritaria de Esparta; y también un choque entre el poder marítimo ateniense y la supremacía terrestre espartana.
Cronología
Guerra y epidemia
431 a.C.
Estalla la guerra del Peloponeso, que enfrenta a las ciudades de Atenas y Esparta por la hegemonía en el mundo griego.
430 a.C.
En el verano del segundo año de la guerra se declara la epidemia, que se extiende rápidamente y causa una gran mortandad.
429 a.C.
La terrible plaga que se ceba con Atenas ataca al propio Pericles, que pierde la vida en otoño del tercer año de guerra.
426 a.C.
Una nueva oleada del contagio hace estragos en la ciudad. Un tercio de su población habrá sucumbido a la plaga.
404 a.C.
Acaba la guerra. Tucídides fallece sin terminar su historia de la contienda, en la que narra la peste del año 430 a.C.
1994-1995
Se descubre en Atenas una fosa común con restos de posibles víctimas de la peste de la época de Pericles.
Los espartanos, guiados por el rey Arquídamo, fiaban la victoria en sus tropas de infantería, la prestigiosa falange, convencidos de que triunfarían si podían entablar batalla con los atenienses en campo abierto. En contraposición, la estrategia de Pericles era sencilla: en caso de invasión espartana del Ática, la región de la que Atenas era capital, la población rural se refugiaría tras las murallas de la ciudad, al tiempo que se lanzarían ataques marítimos, incluso con desembarco de tropas, contra el Peloponeso, que los espartanos habrían desguarnecido al enviar su ejército contra Atenas.

Mapa guerra Peloponeso
El mapa sobre estas líneas muestra los movimientos del ejército espartano y de la flota de Atenas al comienzo de la guerra del Peloponeso.
Cartografía: eosgis.com
Un enemigo inesperado
Así transcurrió la primera década del conflicto: cada primavera y verano, Esparta invadía y devastaba el Ática mientras los atenienses respondían con ataques navales en puntos políticamente sensibles del Peloponeso. Sobre el papel, el plan de Pericles estaba bien urdido. Pero en el verano del segundo año de guerra (430 a.C.) ocurrió algo imprevisto que desbarató la estrategia militar ateniense: una devastadora enfermedad epidémica que se propagó con gran rapidez por su ciudad.

05 Atenea Farnese peste atenas. Foto. Prisma.Album
Atenea Farnese. copia romana de la estatua original dedicada a la diosa por Pericles. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
Foto: Prisma / Album
Se tenían noticias de que ese mismo mal había estado presente con anterioridad en la isla de Lemnos, en el norte del Egeo y en otros lugares. También se decía en Atenas que el origen del brote debía situarse en Etiopía, el actual Sudán, y que desde allí se había difundido por Egipto, Libia y el Imperio persa.
El primer lugar afectado por la enfermedad fue el puerto de El Pireo, lo que hizo pensar que los espartanos habían envenenado los pozos que la población usaba para aprovisionarse de agua. En poco tiempo la enfermedad se extendió hacia el núcleo urbano y afectó a toda la población, sin distinción de clases sociales y en proporciones sin precedentes.
Por ejemplo, de 13.000 hoplitas fallecieron 4.300, una tercera parte, y de 2.200 caballeros murieron 300, una séptima parte. Eran incontables los fallecidos entre el pueblo llano y los esclavos. Naturalmente, el hacinamiento de personas tras las murallas de Atenas aumentó la virulencia de la enfermedad y propició que afectara a más gente. En total, se estima que por culpa de la plaga pereció un tercio de la población ateniense.

04 acropolis peste atenas. Foto. Michele Falzone. AWL Images
Vista panorámica de la colina sagrada ateniense, presidida por el Partenón, el gran templo dedicado a Atenea, la patrona de la ciudad. El edificio fue acabado en 432 a.C., poco antes del inicio de la contienda.
Foto: Michele Falzone / AWL Images
Síntomas de la enfermedad
Nuestra principal fuente para conocer la epidemia de Atenas es el historiador Tucídides, quien no sólo fue testigo directo de los hechos, sino que incluso padeció la dolencia. Con su acostumbrada precisión, Tucídides dejó una descripción muy detallada del desarrollo de la enfermedad en las personas, desde los primeros síntomas hasta la fase de agravamiento y la muerte.
El historiador señala que el mal se manifestaba en primer lugar con dolor de cabeza, seguido de inflamación en ojos, faringe y lengua, todo combinado con respiración irregular y aliento fétido. Superada esta fase, la dolencia bajaba al pecho produciendo una tos violenta. Una vez en el estómago provocaba malestar y vómitos.

06 Tucidides peste atenas. Foto. Oronoz.Album
El historiador griego Tucídides contrajo la enfermedad, pero tuvo la suerte de sobrevivir. Busto. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
Foto: Oronoz / Album
El cuerpo del enfermo quedaba "ligeramente enrojecido, lívido y recubierto de pequeñas ampollas y llagas". Quienes sufrían la enfermedad tenían la sensación de que un fuego los consumía por dentro, de modo que no toleraban ni siquiera el contacto con la ropa. La imperiosa necesidad de beber llevaba a muchos a precipitarse a los pozos en busca de agua. Lo habitual era que el enfermo muriera en un plazo de siete a nueve días.
Si superaba este período de tiempo podía sufrir una fuerte ulceración acompañada de diarrea, por lo que "más que nada perecían muchos de debilidad". La terrible dolencia recorría todo el cuerpo y llegaba a afectar las extremidades y los órganos genitales.

03 templo Hefesto peste Atenas. Foto. Alamy.ACI
En un altozano que domina el ágora de Atenas se alza el templo dórico de Hefesto, que fue iniciado hacia 450 a.C. a impulso de Pericles, aunque no se terminaría hasta 415 a.C., en la última fase de la guerra del Peloponeso.
Foto: Alamy / ACI
El historiador ateniense destaca que el principal problema para hacer frente al mal era el desconocimiento que los médicos tenían de él, por lo que su ciencia (téchne) nada podía hacer para frenar el avance de la epidemia: "No se encontró ni un solo remedio con cuya aplicación se lograra alivio, pues lo que remediaba a uno, eso mismo dañaba a otro . Y ningún organismo, fuera robusto o débil, se mostró capaz de resistir por sí la enfermedad, sino que a todos aniquilaba cualquiera que fuese el régimen terapéutico con que se le atendiera", escribe Tucídides.
"No se descubrió ni un solo remedio con el que se lograra alivio", escribe Tucídides.
Precisamente por este motivo, los médicos fueron los primeros en sucumbir, dada su proximidad y trato con los infectados. Los ciudadanos «por temor no querían ponerse en contacto los unos con los otros", excepto algunos que "por un sentimiento de pundonor se despreocupaban de sí mismos e iban a casa de sus amigos" para transmitir sus condolencias a sus familias.
De los curados dice Tucídides que «se sentían ya seguros, pues la enfermedad no atacaba a una misma persona dos veces con riesgo de muerte. Y así eran felicitados por los demás, y creían que ya nunca morirían víctimas de otra enfermedad». Aun así, la curación dejaba a veces secuelas, como aquellos a los que, "al iniciarse su recuperación, les sobrevenía una amnesia total, y no se podían reconocer ni a sí mismos ni a sus familiares".

08 trirreme peste atenas. Foto. Oronoz. Album
Relieve con un barco de guerra ateniense. Museo de la Acrópolis, Atenas.
Foto: Oronoz / Album

09 guerrero esparta peste atenas. Foto. Bridgeman.ACI
Guerrero espartano. Figurita de bronce. Siglo Vi a.C.
Foto: Bridgeman / ACI
Clima de desesperación
Además de su impacto en la salud, el brote epidémico provocó un radical trastorno de lo que hasta entonces había sido la vida normal de los atenienses. No era para menos, dado que los cadáveres se amontonaban y, ante la urgencia del momento, no se podían mantener los ritos más elementales para dar sepultura a los fallecidos: se incineraban varios cuerpos a la vez en una misma pira, se abandonaban en templos o se dejaba a los fallecidos y moribundos en las cunetas. Poco importaban las convenciones y reglas morales, puesto que la esperanza de sobrevivir a la enfermedad era reducida.
Las fuentes dibujan un panorama trágico en el que los ciudadanos más ricos veían de un día a otro arruinadas sus fortunas y sus vidas, mientras los más pobres se enriquecían de repente apropiándose de los bienes de los ricos. Otra consecuencia era la extensión de la inmoralidad, pues "cualquiera se atrevía con suma facilidad a entregarse a placeres que con anterioridad ocultaba [...] de suerte que buscaban el pronto disfrute de las cosas y lo agradable, al considerar igualmente efímeros la vida y el dinero". Nadie temía a la justicia porque la posibilidad de no llegar vivo al juicio era muy elevada.

16 Delfos peste atenas. Foto. Getty Images
Preocupados por la epidemia que asolaba su ciudad, los atenienses enviaron varias delegaciones a consultar el oráculo que albergaba el templo de Apolo en Delfos. Los vestigios que hoy se conservan de éste se remontan al siglo IV a.C.
Foto: Getty Images

14 Higia peste atenas. Foto. ACI
Para pedir a los dioses la curación de los enfermos se ofrecían figuritas como ésta de la diosa de la salud Higía, hija de Asclepio.
Foto: ACI
¿Un castigo divino?
En ese turbulento contexto, la multitud propagaba todo tipo de rumores y habladurías que asociaban la causa de la enfermedad con la cólera de algún dios irritado. Según Tucídides, los más ancianos repetían con insistencia que un antiguo oráculo vaticinó que tras una guerra doria sobrevendría una gran epidemia (cabe recordar que los espartanos eran dorios, un antiguo pueblo griego que se asentó en el Peloponeso).
También se decía que los espartanos habían consultado al oráculo de Delfos acerca del desenlace de la guerra y el dios les había prometido apoyo, por lo que se podía creer que la enfermedad tenía un origen divino. Mientras sucedía todo esto, las autoridades atenienses enviaban sus propios emisarios a Delfos y otros santuarios para inquirir por el origen de la epidemia.

13 cementerio ceramico peste atenas. Foto. Shutterstock
Cementerio del Cerámico. Esta necrópolis ateniense toma su nombre del barrio de los talleres de alfareros situados en la zona. Tras la guerra, en 400 a.C., se levantó aquí el Pompeion, edificio desde el que se iniciaba la sagrada procesión de las Panateneas.
Foto: Shutterstock
Ante la imposibilidad de atajar el mal, el clima de hostilidad hacia Pericles crecía, puesto que los ciudadanos lo culpaban de la situación que se estaba viviendo. Cierto es que la táctica de guerra empeoró las condiciones de salubridad de Atenas debido al hacinamiento de gente dentro de sus murallas y bajo un sol sofocante, pero sus rivales lo acusaban además de atraer la desgracia por su decidido apoyo a la guerra.
Para revertir este clima político hostil, cuenta Plutarco que Pericles decidió encabezar una expedición marítima contra el Peloponeso con la intención de recuperar su prestigio como estadista. Sin embargo, el mismo día de la partida de la flota se produjo un eclipse de sol que alimentó todavía más los malos presagios. La campaña resultó un fracaso.
Tras más de una década de liderazgo político, los ciudadanos dieron la espalda a Pericles. Además, le impusieron una fuerte multa y no fue reelegido estratego. Con ello, Pericles vivió en sus carnes la misma desgracia que el héroe homérico Agamenón, a quien, durante el sitio de Troya, se culpó de atraer la ira divina en forma de una epidemia que asoló la hueste aquea.

02 muerte paralo pericles peste. Foto. Ensba. RMN-Grand Palais
"La muerte de Páralo". Este óleo de François-Nicolas Chifflart muestra al hijo menor de Pericles en su lecho de muerte. En primer término, el antiguo estratego manifiesta su dolor. Óleo. Siglo XIX. Escuela Nacional Superior de Bellas Artes, París.
Foto: Ensba / RMN-Grand Palais
El drama de Pericles
Por si eso fuera poco, el célebre político estaba sufriendo en el seno de su propia familia los estragos de la epidemia. Según recogió el historiador Plutarco, la primera víctima de la enfermedad fue el hijo mayor de Pericles, Jantipo, de quien se decía que no guardaba buena relación con el padre. Poco después le llegó el turno a su hermana y a algunos estrechos colaboradores de su gobierno. Finalmente, su hijo menor, Páralo, perdió la vida, hecho que terminó por quebrar el legendario autodominio del antiguo estratego.
Al poco tiempo, en otoño de 429 a.C., la enfermedad se cebó con el propio Pericles. El ya anciano político recurrió a la medicina y a todo tipo de remedios tradicionales, pero ninguno surtió efecto. Ante el avance de la enfermedad, comenta Plutarco, un amigo acudió a visitarlo para interesarse por su estado de salud y lo encontró tendido en su lecho con un amuleto atado al cuello, prueba inequívoca de la desesperación en la que se encontraba. Todo fue en vano y el gran estadista sucumbió.
En otoño de 429 a.C., la enfermedad se cebó con el propio Pericles. El ya anciano político recurrió a la medicina y a todo tipo de remedios tradicionales, pero ninguno surtió efecto.
Poco después, la peste dio una tregua a la ciudad por dos años, tras lo cual volvió a cebarse en los atenienses. Aun así, no puede decirse que la enfermedad decantara la guerra del lado espartano, puesto que Atenas mantuvo su hegemonía marítima y resolvió con autoridad los problemas que surgieron tras la epidemia, entre ellos la sublevación de sus aliados. Lo que resulta indiscutible es que la plaga diezmó los recursos humanos de la ciudad y cerró un ciclo político virtuoso, el de Pericles, que había convertido a la polis del Ática en la gran potencia de la Hélade.
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07 estela funeraria peste atenas. Foto. Scala, Firenze
Estela funeraria de Hegeso. En ella se muestra a una joven sentada (la difunta Hegeso) mientras una sirvienta le muestra lo que parece un joyero. Siglo V a.C. Museo Arqueológico Nacional, Atenas.
Foto: Scala, Firenze
Víctimas de la epidemia
A la hora de identificar la enfermedad que asoló Atenas en el año 430 a.C., se han planteado diversas hipótesis: peste bubónica, tifus, ántrax o carbunco, tuberculosis, viruela bovina, la enfermedad por arañazo de gato... El enigma se empezó a resolver al hallarse en 1994-1995 una fosa común, datada hacia 430-420 a.C., con 150 cuerpos depositados en desorden.
Un equipo de investigadores dirigido por Manolis J. Papagrigorakis consiguió aislar material de la pulpa dental de tres individuos, y un análisis de ADN mostró la presencia de un patógeno similar en un 93 por ciento al de la actual fiebre tifoidea. Aunque el resultado de estos estudios se debe tomar con cautela dada la escasez de las muestras, la hipótesis de la fiebre tifoidea es hoy la que tiene más fuerza.
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10 victima peste atenas. Foto.AKG.Album
Reconstrucción frontal y de perfil del rostro de Myrtis, la joven de 11 años víctima de la plaga de 430 a.C. A la derecha, el cráneo de Myrtis.
Foto: AKG / Album
Víctima infantil
En el transcurso de unas obras en la estación de metro de Kerameikos, en Atenas, entre 1994 y 1995, los arqueólogos descubrieron una fosa común con víctimas de la plaga que asoló Atenas en 430 a.C. Entre los restos se halló el cráneo de una niña de 11 años, que presentaba graves problemas de dentición. El especialista en ortodoncia Manolis Papagrigorakis y un equipo de especialistas suecos llevaron a cabo una reconstrucción facial de esta joven víctima, a la que bautizaron como Myrtis. El modelo fue completado con peinado y ropa de la época. Myrtis formó parte de una exposición que se celebró en 2010 en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
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15 Agamenon peste atenas. Foto. AKG.Album
Agamenón recibe a una delegación troyana encabezada por el sacerdote de Apolo Crises. Mosaico. 350 a.C. Museo Arqueológico, Nabeul.
Foto: AKG / Album
La peste en la guerra de Troya
La Ilíada comienza relatando una epidemia que obligó a los caudillos aqueos que sitiaban Troya a plantearse la retirada. Frente a esta situación, el consejo militar decidió consultar al célebre adivino Calcante para que les revelara el origen de la enfermedad. Según Calcante, el mal había nacido de una falta que Agamenón, el rey que dirigió la expedición a Troya, había cometido contra los dioses.
En efecto, el rey de Micenas, contra la opinión del consejo aqueo, se había quedado como cautiva con Criseida, sacerdotisa troyana de Apolo, por lo que Apolo se habría vengado enviando la mortífera plaga, que sólo se pudo aplacar liberando a la cautiva y celebrando una hecatombe (sacrificio de cien bueyes) y una purificación ritual del ejército con agua marina.