El rey sin corona de Atenas

Pericles, el triunfo de la democracia

Pericles estuvo al frente de los destinos de Atenas durante casi treinta años; en ese tiempo, fue el baluarte del régimen democrático ateniense (que él contribuyó a forjar) e hizo de la Acrópolis un monumento imperecedero a la gloria de su ciudad

1868 Lawrence Alma Tadema   Phidias Showing the Frieze of the Parthenon to his Friends

1868 Lawrence Alma Tadema Phidias Showing the Frieze of the Parthenon to his Friends

Fidias muestra a los atenienses los frisos del Partenón. Óleo de Lawrence Alma-Tadema, 1868, colección de los museos de Birmingham.

Foto: Wikimedia Commons

Es habitual referirse al siglo V a.C. como «el siglo de Pericles», en claro homenaje al que fue, indiscutiblemente, el político decisivo de la democracia ateniense en los tiempos de su máximo esplendor y el gobernante más genial de la Grecia clásica. No porque fuera Pericles «el inventor de la democracia», como se ha escrito alguna vez; pero sí porque fue quien llevó ese sistema de gobierno del pueblo y para el pueblo a su perfección y su consolidación histórica de un modo ejemplar. La democracia ya estaba bien asentada en Atenas y gozaba en esa época de un amplio respaldo popular gracias a las reformas de Clístenes , en 507 a.C., que introdujo esta modalidad de gobierno en Atenas, y las de Efialtes, en 462 a.C., que limitó el poder del Areópago, un Consejo cuyos poderes dividió entre la Boulé o Consejo de los Quinientos (la asamblea del pueblo) y los tribunales populares. 

Además, tras las resonantes victorias sobre los persas, en Maratón en el año 490 a.C., y en Salamina, diez años después (combates que el gran historiador Heródoto presentó como merecidos triunfos del valiente pueblo ateniense, amante de la libertad), la ciudad se había consolidado como el centro neurálgico de un nuevo imperio marítimo y se arrogaba el papel de defensora de la libertad de toda Grecia. En firme contraste con la conservadora y militarizada Esparta, que pronto renunció a todo papel hegemónico, la democrática Atenas, confiada en su nueva y poderosa armada, asumió la dirección de la liga de Delos con vocación imperialista. El programa había sido diseñado por Temístocles, el artífice de la victoria de Salamina contra los persas e impulsor de la construcción de la gran flota ateniense, y por Cimón, hijo del aclamado héroe de Maratón, Milcíades. 

Hijos de familias ilustres 

Fue en ese contexto como el joven Pericles, hacia el año 460 a.C., ascendió al primer plano de la escena política. Desde entonces y durante un período de casi treinta años, Pericles se mantendría al frente de la política ateniense para hacer de la vieja ciudad de Cécrope –fundador mítico de Atenas– una metrópolis atractiva por su riqueza, su cultura y su libertad, una magnífica «escuela de Grecia», paradigma de progreso, arte y saber. 

Bronze helmet of Corinthian type MET

Bronze helmet of Corinthian type MET

El prólogo de una guerra. Aliada de Esparta, Corinto se enfrentó a Corcira, a la que apoyaba Atenas, en el preludio de la guerra del Peloponeso. Arriba, casco corintio.

Foto: Wikimedia Commons

No era fácil, por descontado, orientar y dirigir la política de una democracia como aquélla, en la que el poder residía en la asamblea popular y donde, a diferencia de los regímenes políticos modernos, no existían ni partidos ni organizaciones o grupos de ideología rígida, ni escalafones ni funcionarios, ni un senado o una corte que ejerciera el control del gobierno o el poder militar. Lo decisivo era sólo el voto directo e igualitario de la mayoría de los ciudadanos reunidos en la asamblea durante las fechas marcadas por el Consejo de los Quinientos, en la que cualquier ciudadano tenía igual derecho a hablar y expresar su opinión con entera libertad de palabra. 

iStock

iStock

La Acrópolis ateniense. En el año 480 a.C. los persas arrasaron las edificaciones de esta colina sagrada. Pericles la reconstruyó, y erigió en ella un conjunto de soberbios edificios.

Foto: iStock

Allí se determinaban las actuaciones políticas importantes en cualquier cuestión de interés general, ya fuera una declaración de guerra o la aceptación de una alianza o una decisión sobre la ciudadanía, y quien quisiera marcar un rumbo político a la ciudad debía ser capaz de persuadir a ese auditorio de miles de ciudadanos; por ello, era en ese foro donde los líderes se enfrentaban con sus discursos e ideas. A favor de uno u otro influía su prestigio previo, lo que explica que casi todos procedieran de familias ilustres de Atenas, como era el caso del mismo Pericles –descendiente de la noble familia de los Alcmeónidas–, de Cimón, Arístides o Nicias. Pero el aspirante a líder del pueblo debía también respetar la isegoría, el derecho de todos los ciudadanos a dirigirse de palabra a la Asamblea, y la isonomía, la igualdad de todos ante las leyes. 

Los aristócratas frente al pueblo 

En todo caso, para obtener el apoyo de la mayoría se precisaba dominio de la palabra, claridad de ideas y argumentar con sólidas razones. Ser de familia noble o rico representaba una pequeña ventaja, pero no era algo decisivo, ya que las discusiones solían ser vehementes y el auditorio estaba avezado a sopesar sus juicios, aunque en ocasiones se dejase llevar por el apasionamiento. En este difícil escenario, Pericles se impuso por su elocuencia, inteligencia y patriotismo, y ejerció con su vibrante retórica y sus claras ideas un persistente magisterio, revalidado una y otra vez por sus conciudadanos.

iStock

iStock

Tetradracma ateniense. La lechuza es el símbolo de la diosa Atenea.

Foto: iStock

Recordemos, por otra parte, que en la democracia ateniense no existían los cargos políticos fijos ni perdurables, sino que algunos eran por sorteo y duraban sólo un día (como el de presidente de la Asamblea o Ekklesía), mientras que otros, como los vocales del Consejo, eran sorteados cada mes, y otros, como los arcontes, eran elegidos por un añoy estaban sujetos a la usual rendición de cuentas al final del período. También eran escogidos cada año los diez generales o estrategos, que no eran militares de profesión, sino ciudadanos con prestigio o expertos en estrategia política y con capacidad de mando. Pericles logró ser elegido para este cargo durante quince años consecutivos, y desde este puesto acertó a consolidar su autoridad en la conducción de la paz y la guerra en una época testigo de la gran expansión del Imperio de Atenas y que fue la más gloriosa de la ciudad. 

Pericles Pio Clementino Inv269 n2

Pericles Pio Clementino Inv269 n2

El líder más popular. Su política favorable al pueblo (el demos) y su elocuencia hicieron de Pericles el líder con mayor predicamento en la Asamblea ateniense. Museo Pío Clementino, Roma.

Foto: Wikimedia Commons

Las luchas por el poder en el marco democrático eran constantes, y los políticos debían debatir continuamente con rivales de una formidable capacidad oratoria y con un gran respaldo popular. No había partidos políticos como los de las democracias actuales, pero en la ciudad coexistían facciones claramente opuestas: por un lado estaban los conservadores, los aristócratas, los ricos y afortunados, y, frente a ellos, quienes ansiaban un gobierno verdaderamente del pueblo, el demos, sin privilegios basados en la clase o la riqueza. Al frente de los conservadores, generalmente partidarios de la moderación y la amistad con Esparta, figuraban Arístides el Justo; Cimón, hijo de Milcíades, y Tucídides, hijo de Melesias. Al frente de los que deseaban el acceso de las clases populares a todos los órganos de gobierno estaban Clístenes, Temístocles, Efialtes y Pericles. 

Un buen reflejo de esas tensiones es el uso del ostracismo, que se aplicó contra muchos destacados políticos alegando como pretexto su aparente tendencia a la tiranía. El ostracismo suponía el exilio de Atenas por un período de diez años, y se acordaba mediante una votación popular que debía contar con un mínimo de 6.000 votos. Ese singular recurso para alejar del poder a cualquier ciudadano que pareciera ejercer una influencia excesiva en los asuntos de la ciudad fue, en realidad, una invención de Clístenes que se aplicó a políticos de uno y otro signo, como Arístides; Temístocles, el salvador de Atenas; el no menos prestigioso Cimón, y también el citado Tucídides, tal vez el adversario más crítico de Pericles. Este castigo también lo había sufrido años atrás Jantipo, el padre de Pericles, al igual que otros miembros del clan Alcmeónida. 

1235   Keramikos Museum, Athens   Ostrakon against Kimon, son of Milthiades   Photo by Giovanni Dall'Ort

1235 Keramikos Museum, Athens Ostrakon against Kimon, son of Milthiades Photo by Giovanni Dall'Ort

Ostraka con el nombre de Cimón, el gran rival político de Pericles exiliado por la asamblea. Museo Cerámico, Atenas.

Foto: Wikimedia Commons

Es muy significativo que ese procedimiento para desembarazarse de golpe de los rivales políticos nunca se aplicara contra Pericles, que fue, sin duda, el timonel más notable y más exigente en aquella ciudad tan dada a vaivenes y envidias políticas. Tal vez porque incluso sus adversarios sabían que el pueblo consideraba a Pericles como el más inteligente servidor de la polis, la ciudad estado ateniense, el más sincero defensor de la democracia y el más íntegro educador del pueblo. Después de su muerte, el historiador Tucídides afirmó que, en aquellos años de poderío y audaz expansión, la democracia conservaba su nombre, pero «era, en realidad, un gobierno del primer ciudadano» (II, 65). Porque Pericles realmente actuaba como un primer ciudadano, sin ningún rasgo despótico, sin el menor egoísmo personal, volcado totalmente al servicio de su proyecto de construir una Atenas magnífica y poderosa, una ciudad ideal por la que valía la pena luchar y morir, como la que evoca en su famoso discurso fúnebre durante el primer año de la guerra del Peloponeso contra Esparta (según el texto de Tucídides, que, sin duda, refleja bien sus ideas). 

Al frente de Atenas 

La primera aparición pública de Pericles fue como corego –organizador y mecenas– de las tragedias que el dramaturgo Esquilo presentó en las fiestas Dionisias del año 472 a.C. Por desgracia, tan sólo nos ha llegado uno de los cuatro dramas que compuso: Los persas. Es la más antigua tragedia griega conservada y trata de un tema singular, ya que no evoca un mito, sino un hecho histórico: la batalla de Salamina. Y lo hace de un modo sorprendente, a través de los lamentos de los antiguos combatientes persas, que lloran a sus muertos, y de su gran rey Jerjes, que se muestra como un héroe trágico, insensato y derrotado. El lamento por los muertos evoca el triunfo de los valerosos atenienses. Pero ningún griego es nombrado; la victoria es un esfuerzo colectivo de la democracia contra la barbarie asiática. Pericles contaba por entonces con algo más de veinte años y el hecho de que se hiciera cargo de los gastos de la representación indica que ya había sucedido a su padre Jantipo. 

iStock 1263459549

iStock 1263459549

El Erecteion en la Acrópolis. Pericles ya había muerto cuando se inició la construcción de este templo, en 421 a.C., durante la tregua entre Atenas y Esparta.

Foto: iStock

Fue a los treinta años, como era preceptivo, cuando inició su decidida entrada en política. Hacia el año 463 a.C. acusó a Cimón de mostrarse demasiado favorable a Esparta, al tiempo que colaboraba con Efialtes en su propuesta de limitar los poderes del Areópago. En ambos casos obtuvo éxito, ya que las competencias del aristocrático tribunal quedaron muy restringidas y en 461 a.C. se votó el ostracismo de Cimón, que no tuvo más remedio que exiliarse. Pero el vehemente Efialtes fue asesinado y Pericles se halló de pronto en primera línea de la política ateniense. 

Terracotta Panathenaic prize amphora MET DP245711MET

Terracotta Panathenaic prize amphora MET DP245711MET

La panateneas. Un grupo de corredores participa en un certamen deportivo durante las grandes fiestas en honor de Atenea. Ánfora del siglo V a.C. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

Foto: Wikimedia Commons

Desde entonces sostuvo una política muy firme: por un lado, afianzó la hegemonía de Atenas en la liga de Delos, convirtiendo esta alianza defensiva en un Imperio ateniense, intolerante ante cualquier intento de defección, y expandiendo la influencia ática en el Helesponto, una zona vital para el abastecimiento de Atenas y su comercio con el mar Negro. Por otro lado, Pericles favoreció la participación de todos los ciudadanos en la Asamblea y otros cargos mediante una paga diaria de dos óbolos a los trabajadores como compensación por el trabajo desatendido. Aunque no era mucho, pretendía estimular la asistencia de los más pobres a tribunales y asambleas. A la vez, emprendió un ambicioso plan de embellecimiento de Atenas, con la reconstrucción de templos y estatuas en la Acrópolis, la colina sagrada de la ciudad, destruida por los persas en 480 a.C., y con la fortificación de los Muros Largos, que iban desde Atenas hasta los puertos del Pireo y Falero. 

Berlin   Pergamon Museum   Persian warriors   20150523

Berlin Pergamon Museum Persian warriors 20150523

El poderoso ejército persa. Jantipo, padre de Pericles, derrotó a los persas en la batalla de Micala, en 479 a.C., al mando del contingente ateniense. Arriba, arqueros persas. Relieve. Museo de Pérgamo, Berlín.

Foto: Wikimedia Commons

En su política exterior no vaciló en someter con dureza cualquier rebelión de los miembros de la liga de Delos, como la de la rica isla de Samos, que cayó tras un asedio de dos años (en 439 a.C.), y se enfrentó en duras batallas contra Esparta, Corinto, Egina y Beocia, hasta lograr un acuerdo de paz en 446 a.C.; un acuerdo previsto para treinta años, pero roto en 431 a.C. Su intento de un congreso panhelénico para tratar de conciliar a las ciudades griegas fracasó ante la negativa de Esparta a acudir. Fue significativo su empeño en fundar la ciudad de Turios, en el sur de Italia, una colonia panhelénica, democrática y libre, donde estuvieron el filósofo Protágoras y el historiador Heródoto Pericles convirtió Atenas en un centro cultural y de progreso. Allí disertaban famosos sofistas, y trabajaban grandes arquitectos y escultores como su amigo Fidias, a quien encargó la dirección de las obras de la Acrópolis. El pueblo acudía al teatro de Dioniso y ascendía en procesión festiva a la Acrópolis durante las sagradas fiestas de las Panateneas, en honor a Atenea. La decoración del Partenón mostraba no sólo escenas mitológicas, sino también, idealizadas, las siluetas de los atenienses, devotos de la diosa, magnífica guerrera y patrona de la inteligencia. La gran escalinata de los Propileos, el Odeón a los pies de la colina, el Partenón y la imponente estatua de Atenea revestida de oro (visible desde el cabo Sunion) eran un emblema que anunciaba la grandeza de la ciudad. 

El final de un sueño 

Los enemigos de Pericles intentaron socavar su prestigio con ataques a sus amigos más cercanos; acusaron con diversos cargos al filósofo Anaxágoras, al escultor Fidias y a la bella Aspasia, su compañera y amante tras el divorcio de su primera esposa. El filósofo tuvo que dejar Atenas acusado de ateísmo; Fidias, acusado del robo de oro, fue absuelto al no poder demostrarse la acusación; y las calumnias y chistes de los cómicos dañaron la reputación de Aspasia, pero no su afecto. 

Terpaulos Painter   ARV 308 3   hoplite   Roma MNEVG   04

Terpaulos Painter ARV 308 3 hoplite Roma MNEVG 04

Dos ciudades en guerra. La democrática Atenas de Pericles y la militarizada Esparta se enfrentaron por la hegemonía de Grecia en la guerra del Peloponeso. Arriba, hoplita griego. Vaso del siglo V a.C.

Foto: Wikimedia Commons

Luego vino, imparable, la guerra con Esparta, y en 430 a.C., un pleito injusto que le obligó a un retiro forzoso: se le acusó de gasto excesivo, lo que conllevó una multa y la no elección como estratego ese año. Luego se desató la terrible peste en la Atenas asediada por el enemigo, y con ella llegó su muerte, en 429 a.C., que le ahorró asistir a los terribles desastres y la triste agonía y derrota final de su amada ciudad. Conservó siempre una actitud noble y tuvo el final brusco de un héroe trágico. Su desaparición significaba el fin de la más noble aventura democrática del mundo antiguo y de la más arriesgada apuesta democrática de todos los tiempos. 

Para saber más

Symposium scene at an attic red figure tondo of a kylix Yale University

La Atenas de Pericles, el día a día en la Grecia Clásica

Leer artículo