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Su imponente aspecto exterior ya anticipa una idea de la perfección que esconde su estructura interior. Un pórtico de ocho columnas de orden corintio da la bienvenida a todo aquel que se aventure a traspasar su entrada. Sobre ellas luce una inscripción dedicada a Agripa, autor del templo original.
Se trata de uno de los templos paganos que fueron convertidos en iglesias cristianas después de que el Imperio romano adoptara el cristianismo como fe oficial de la mano del emperador Constantino en el año 313 d.C. Gracias a su nueva condición el templo se ha mantenido prácticamente intacto hasta nuestros días, más de 2000 años después de su construcción.
El óculo o abertura circular que corona la cúpula del Panteón de Roma deja pasar un rayo de luz que incide en la fila de ventanas del segundo nivel del templo, en esta imagen tomada el 5 de septiembre de 2014. El Panteón fue erigido durante el reinado del emperador Adriano (117-138) sobre los restos de un templo anterior que mandó construir Agripa y que fue destruido por un incendio en el año 80 y por un rayo en el 110. El edificio es un ejemplo del grado de perfección que alcanzó la arquitectura romana: su cúpula de hormigón, aligerada con roca volcánica, resiste desde hace casi 1.900 años. Está decorada con cinco filas de 28 casetones cada una, un número que representaba la perfección para los antiguos porque se obtenía de la suma de los primeros siete números naturales: 1+2+3+4+5+6+7. Y siete eran precisamente los planetas observables a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, además del Sol y de la Luna.
La cúpula del Panteón simbolizaba la esfera celeste, según el historiador Dion Casio, y la luz filtrada debió de funcionar como un vínculo entre los dioses y los hombres. La dificultad de su construcción dada la época en la que fue levantada la cúpula de este templo inmortal sirvió de inspiración para muchos arquitectos posteriores, como Filippo Brunelleschi para realizar la cúpula de Santa Maria del Fiore, en Florencia.