El Palacio de Las Dueñas: el legado sevillano de la Casa de Alba

Tanto por su valor histórico, arquitectónico y artístico, el Palacio de las Dueñas es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura nobiliaria de Sevilla. Pasear por sus patios y estancias es sumergirse en cada una de las corrientes artísticas que durante cinco siglos florecieron en España y Europa

“Es esta luz de Sevilla... Es el palacio donde nací, con su rumor de fuente”. Estos versos de Antonio Machado no podían sino hacer referencia al Palacio de las Dueñas, el lugar que vio nacer al poeta. Símbolo para Machado del continuo fluir del tiempo, de estas fuentes brota la más pura Sevilla, impregnando con su esencia cada uno de los rincones de esta casa señorial erigida entre los siglos XV y XVI, y entre cuyos muros, donde reina la calma y parece pararse el tiempo, sobrevive el testigo de cientos de años de historia de España.

Azulejo conmemorativo del nacimiento de Antonio Machado

Azulejo conmemorativo del nacimiento de Antonio Machado

El edificio primitivo fue levantado por la familia Pineda en un solar colindante al convento de Santa María de las Dueñas, y de ahí tomó su nombre el posterior palacio. Según cuenta la leyenda, esta familia, por desventuras del destino, se vio obligada a venderlo con urgencia a razón del pago de un rescate a los musulmanes por uno de los miembros de la familia.

La adquisidora sería Catalina de Ribera, una figura notable entre la nobleza sevillana, quien lo dejaría en herencia a uno de sus hijos, Fernando Enrique de Ribera, hasta que este, en 1612, entregaría el palacio a la Casa de Alba como dote del casamiento de una de sus hijas. Desde entonces, el palacio forma parte del enorme patrimonio artístico de la familia. Abierto al público por iniciativa del XIX Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, hoy es uno de los monumentos más visitados de la capital hispalense.

La vida en un pequeño Alcázar

El Palacio de las Dueñas supone uno de los pocos ejemplos visitables de la arquitectura nobiliaria sevillana todavía vivida, ya que se trata en la actualidad de una de las residencias habituales de la Casa de Alba. En ella, Cayetana Fitz-James Stuart, última Duquesa de Alba, pasó sus últimos días. De hecho, cada una de las estancias del palacio conservan la impronta de la Duquesa, manteniendo la decoración que ella misma escogió.

Perfectamente integrado en el trazado urbano, el palacio convive con la ciudad pudiendo llegar a pasar desapercibido desde el exterior. Tan solo una pequeña plaza que forma el retranqueo de la calle da paso a la portada de acceso, formada por un arco de medio punto. El escudo del Ducado de Alba en azulejo de fabricación trianera que lo corona, desvela lo que tras ella se esconde.

Portada del Palacio de las Dueñas

Portada del Palacio de las Dueñas

Foto: iStock

En su interior, una serie de edificios articulados por patios guardan la esencia de la arquitectura sevillana a través de los siglos, ofreciendo una variedad estilística que abarca desde el estilo gótico-mudéjar hasta el renacentista. Sin duda, el Real Alcázar de Sevilla fue una gran influencia en el diseño arquitectónico del palacio y, a pesar de sus dimensiones monumentales, numerosos elementos fueron magistralmente adaptados a la escala doméstica. Ejemplo de ello son los diversos motivos y geometrías que podemos encontrar en los diferentes azulejos que adornan los zócalos o los espectaculares artesonados originales de los siglos XV y XVI, construidos en maderas labradas, así como la distribución de los espacios en torno a un patio central.

A los pies de un patio andaluz

Los espacios más destacados del Palacio de las Dueñas se disponen en torno a un patio principal, compuesto por una planta baja de arcos de medio punto peraltados que descansan sobre columnas genovesas de mármol blanco de carrara, con frisos renacentistas, y a la que se añadió una planta alta de arcos de estilo mudéjar con balaustrada gótica, coronada por merlones góticos.

Patio Central - Palacio de las Dueñas

Patio Central - Palacio de las Dueñas

Este patio será la puerta de acceso a varios salones que nos revelarán algunos de los otros tesoros ocultos del palacio, donde la exuberante artesanía mudéjar, los delicados detalles platerescos y la arquitectura renacentista cohabitan con materiales tan cotidianos como el ladrillo y la blanca cal de las paredes. Estancias en las que se respiran todos y cada uno de los aspectos de la cultura andaluza y en las que conviven, a su vez, grandes obras de la pintura, esculturas, tapices, porcelanas, muebles antiguos y restos arqueológicos.

El arte en todas sus formas

El primer espacio con el que nos encontramos accediendo desde el Patio Principal es el Salón de la Gitana, presidido por la escultura en bronce de una bailaora apodada “La pinrrelitos”, del escultor valenciano Mariano Benlliurre. Lugar para la recepción y celebración de acontecimientos sociales, en esta estancia se encuentra uno de los más destacados tapices de los siglos XVI y XVII, el Mercurio Enamorado de Herse, o lienzos de estilo barroco como el del pintor Lucca Giordano, en el que se representa la Epifanía.

A continuación, encontraremos otro de los salones más importantes del palacio por su diversa colección de pinturas, así como por lo especial de sus yeserías, artesonados, restos de frescos y tapices. Se trata de la Antecapilla, uno de los salones más importantes por su exquisita colección pictórica en la que podemos destacar obras del barroco de Anibal Caracci y Lucca Giordano, o de la escuela de Murillo. Esta, a su vez, será la antesala de otras 4 estancias visitables: la Capilla, El salón de los Carteles, El salón del Tablao, y la Sala de Lectura.

Salón de la Gitana - Palacio de las Dueñas

Salón de la Gitana - Palacio de las Dueñas

Mercurio Enamorado de Herse - Willem Pannemaker

Mercurio Enamorado de Herse - Willem Pannemaker

Foto:

De entre todas ellas, ocupa un lugar privilegiado la Capilla, lugar del culto y devoción. Cubierta por bóvedas nervadas de estilo gótico plateresco, en ella podremos encontrar cualquiera de las imágenes religiosas más representativas de la ciudad, con especial mención a la Virgen de la Macarena y el Cristo del Gran Poder.

La Sala de los Carteles toma su nombre por la amplia colección de carteles, algunos de ellos con más de un siglo de antigüedad, que se editan anualmente para anunciar la Fiesta de la Primavera sevillana, en la que toman un especial significado la Feria de Abril, la Semana Santa y los Toros. En sus vitrinas, podemos encontrar objetos tan especiales del floclore andaluz como un traje de luces de Curro Romero y un capote de paseo de José María Manzanares, obsequios de sendos matadores a la Duquesa Cayetana.

El Salón del Tablao, por su parte, destinado al baile flamenco, destaca por ser una de las estancia más vividas del palacio, en la que la duquesa disfrutaba de sus dos mayores aficiones, el baile flamenco y la pintura.

Un huerto claro donde madura el limonero

Otras de las maravillas del palacio son sin duda sus patios y jardines, adornados de fuentes. Arquetipo del patio andaluz y sobre el típico suelo hispalense de albero, sus ladrillos, tejas, azulejos, encalados, cerámicas y pavimentos, le otorgan una personalidad única que lo diferencia, por ejemplo, del emblemático Palacio de Liria de Madrid, también perteneciente a la Casa de Alba, y nos transporta una vez más a los Reales Alcázares de Sevilla.

Patio del Aceite, Palacio de las Dueñas

Patio del Aceite, Palacio de las Dueñas

Foto: iStock

Son estos jardines a los que el propio Antonio Machado hace referencia en algunas de sus poesías, marco de algunas de las escenas más típicas del costumbrismo andaluz, tal y como da fe el Patio del Aceite, antaño empleado como una almazara, o sus caballerizas, una de las más antiguas de la capital.

En ellos, fruto de las ricas tierras andaluzas y su favorable clima, árboles y plantas tan especiales como la Cyca revoluta o falsa palmera gigante del Patio del Aceite, o un falso olivo -Cassine Orientalis- único en la ciudad, entre otras muchas especies botánicas, visten el que ahora es considerado un gran jardín histórico recién adscrito a la red global Grandes Jardines del Mundo, punto de encuentro de paisajistas, arquitectos y diseñadores de jardines de todo el planeta que pretende ser fuente de inspiración y escaparate de este arte vivo. En otro de sus muchos rincones, dando sombra a un antiguo aljibe convertido años más tarde en alberca, un enorme y especial Ficus macrophylla, se erige como testigo omnipresente de las crónicas y personajes célebres que a lo largo de los siglos han formado parte de la historia del Palacio de las Dueñas, lleno de miles de secretos imposibles de enumerar... quizá él sea el único que los conoce todos.

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