A pesar de su aparente fortaleza, la alianza del eje Berlín-Tokio fue más frágil de lo que muchos podrían pensar. La imagen de Alemania y Japón como aliados durante la Segunda Guerra Mundial ha llegado incluso a plasmarse en la obra de Philip K. Dick The Man on the High Castle y en la serie del mismo nombre, donde se plantea una singular ucronía: cómo habría sido la historia moderna si Alemania y Japón hubieran ganado la guerra. Pero aunque ambos países tenían bastante en común en el aspecto político y militar, la realidad es que nunca llegaron a comportarse como verdaderos aliados.
El modelo alemán
En pleno proceso de modernización y de apertura a Occidente, Japón se basó en el modelo alemán para redactar su propio código civil y en la organización del ejército prusiano para estructurar el ejército imperial japonés. Sin embargo, el punto primordial en que se basaría la alianza germano-japonesa sería la existencia de un enemigo común: Rusia. Vencedor de la guerra que entre 1904 y 1905 enfrentó a ambas naciones, Japón entró en una espiral de conflictos continuos con los rusos, hasta que el ascenso del nazismo en Alemania lo cambiaría todo. Mucho antes de que Hitler alcanzara el poder, éste ya había esbozado la necesidad de ocupar los territorios europeos de la Unión Soviética, y con estas premisas muy pronto se hizo patente el nexo común que marcaría la "amistad" entre alemanes y japoneses. La firma del pacto Antikomintern, rubricado el 25 de noviembre de 1936, por el cual Alemania y Japón ratificaban su apoyo mutuo en la lucha contra la Rusia soviética, supuso el primer gran acuerdo diplomático entre ambos países.

Esta viñeta de David Low publicada en 1936 muestra una figura que representa el Pacto antikomintern, con Japón, Alemania e Italia, esperando recibir ayuda de las potencias aliadas, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Según esta lectura las fuerzas del Eje tratarían de ponerse en el mismo bando que los aliados haciendo frente común contra la URSS y la amenaza comunista que ésta representaba.
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Mucho antes de que Hitler llegara al poder, ya había esbozado la necesidad de ocupar los territorios europeos de la Unión Soviética y muy pronto se hizo patente el nexo común que marcaría la "amistad" entre alemanes y japoneses.
A medida que la política militar de Alemania y de Japón se iba convirtiendo en una amenaza, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos se unieron contra el desafío que suponía la unión germano-japonesa. Japón, convencido de que Alemania le apoyaría, aumentó las hostilidades contra la Unión Soviética en la frontera de Manchuria. Sin un claro vencedor, esos rifirrafes culminaron en agosto de 1939 con la batalla de Jaljin Gol. En aquel enfrentamiento, los japoneses sufrieron una contundente derrota frente a las fuerzas soviético-mongolas comandadas por un entonces desconocido general Georgy Zhukov. Jaljin Gol dejó claro que el ejército soviético había sido subestimado por los círculos militares japoneses. Pero Tokio desconocía que en aquellos instantes los gobiernos ruso y alemán habían firmado un pacto de no agresión que ponía en serio peligro el firmado anteriormente entre Japón y Alemania.
Firma del "pacto de no agresión"
El 23 de agosto de 1939, Hitler y Stalin rubricaron por medio de sus ministros de asuntos exteriores, Von Ribbentrop y Molotov, un "pacto de no agresión" que dejó perplejas al resto de potencias occidentales por considerarlo "contra natura". La razón de aquella extraña unión habría que buscarla, por un lado, en la necesidad que tenía Hitler de asegurarse la paz en el frente oriental mientras durase la guerra que iba a estallar en breve y, por otro, en la necesidad de Stalin de contar con un potente aliado mientras durase su aislamiento internacional y que Alemania no le declarase la guerra. El pacto de no agresión firmado por Hitler y Stalin contenía algunas cláusulas secretas por las que ambos países se reservaban diversas áreas de influencia en Europa central y oriental. Entre ellas, estaba Polonia, que quedaría repartida, tras su invasión, en dos zonas: una alemana y otra soviética.

De derecha a izquierda, Molotóv, Stalin y Von Ribbentrop tras la firma del Pacto de no agresión entre Alemania y la URSS en 1939.
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El 23 de agosto de 1939, Hitler y Stalin rubricaron por medio de sus ministros de asuntos exteriores, Von Ribbentrop y Molotov, un 'pacto de no agresión' que dejó perplejas al resto de potencias occidentales por considerarlo 'contra natura'.
El éxito conseguido por la Alemania nazi en Europa occidental causó un profundo impacto en Japón, que veía cómo la guerra relámpago que practicaban los alemanes contrastaba con la situación de estancamiento en la que se encontraba en aquellos momentos la guerra que el país del Sol Naciente mantenía con China. Intentando emular al ejército alemán, el 22 de septiembre de 1940, mientras Francia era ocupada por los alemanes, el ejército japonés invadía el norte de la Indochina francesa. En medio de esta situación, el 27 de septiembre se firmaba en Berlín una alianza militar entre Alemania, Italia y Japón conocida como el Pacto Tripartito. Se formalizaba así una cooperación que ya existía entre estas potencias, al tiempo que Tokio daba por olvidada la anterior "traición" cometida por los alemanes tras la firma del "pacto de no agresión" con la Unión Soviética.
Japoneses y rusos
Pero mientras todo esto estaba ocurriendo, el ministro de exteriores japonés Yosuke Matsuoka estaba, a su vez, negociando la firma de un pacto de no agresión con la Unión Soviética que finalmente se lograría en abril de 1941. La firma de este pacto, a espaldas de Alemania, repetía lo que ya había ocurrido en agosto de 1939, pero a la inversa. Para entonces, Hitler y sus generales estaban ultimando los preparativos de la Operación Barbarroja para una invasión a gran escala de la Unión Soviética, de la cual Japón tampoco había sido informado; ni tan sólo se le había ofrecido la posibilidad de participar en una operación conjunta.

El dibujante inglés que en 1936 había publicado la anterior viñeta creó en abril de 1941 esta ilustración que representa a Stalin y Matsuoka firmando el nuevo Pacto de no agresión entre la URSS y Japón, repitiendo la operación de traición que en 1939 había llevado a cabo Alemania.
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El ministro de exteriores japonés Yosuke Matsuoka estaba negociando a espaldas de Alemania la firma de un pacto de no agresión con la Unión Soviética que finalmente se lograría en abril de 1941.
La falta de coordinación, así como el recelo que existía entre ambas potencias, se volvió a manifestar cuando Hitler declaró la guerra a Estados Unidos poco después de que los japoneses atacaran Pearl Harbor en 1941, un gesto que nunca se vería correspondido por Japón en la guerra que mantenían los alemanes contra los soviéticos. De esta manera pues, la Segunda Guerra Mundial evolucionó en dos grandes teatros de operaciones sin que existiera una absoluta cooperación militar entre Berlín y Tokio. A diferencia de lo que ocurría entre Estados Unidos y Gran Bretaña, que tenían abiertos diferentes canales marítimos de comunicación, alemanes y japoneses no llegaron nunca a establecer un Estado Mayor conjunto, ni tampoco coordinaron sus operaciones militares cuando tuvieron la oportunidad.
El fin de una "bella" amistad
A pesar de las dificultades, hubo un momento en el que parecía que Alemania y Japón iban a ganar la guerra, cuando en 1942 los tanques alemanes avanzaron sobre el Cáucaso y Oriente Medio, mientras que la Armada japonesa acechaba las costas de Australia y de la India. Tokio y Berlín creyeron firmemente que se encontraban cerca de alcanzar la victoria final, pero todo fue un espejismo. Los alemanes, tras alcanzar el Cáucaso y el río Volga, quedaron atrapados en el infierno congelado que era Stalingrado y a partir de ese momento las derrotas militares se sucedieron sin interrupción. Una suerte similar siguió Japón. En apenas pocos años, vio cómo su flota era barrida del Pacífico y sus principales ciudades eran pasto de las llamas.

Yosuke Matsuoka, ministro de relaciones exteriores de Japón durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), fue el responsable de liderar los acuerdos firmados con Alemania y la URSS en representación del país nipón.
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Los alemanes, tras alcanzar el Cáucaso y el río Volga, quedaron atrapados en el infierno congelado que era Stalingrado y a partir de ese momento las derrotas militares se sucedieron sin interrupción.
El antiguo eje Berlín-Tokio, aunque todavía vigente, se vio ensombrecido por la ausencia de una verdadera cooperación militar. El agotamiento de la capacidad ofensiva del Eje y la presión cada vez más intensa de los Aliados acabaron sellando definitivamente el destino del Pacto Tripartito, con una Alemania nazi que terminó rindiéndose en mayo de 1945 y un Japón imperial que lo haría unos meses más tarde tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.