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Cuando mencionamos a los escitas, de inmediato nos vienen a la mente imágenes del pueblo de feroces guerreros que durante la Edad del Hierro fueron los dueños indiscutibles de la estepa asiática, y del que hablaron fascinados sus contemporáneos, entre ellos el historiador griego del siglo VI a.C. Heródoto en sus Historias. Los escitas influyeron poderosamente en las culturas vecinas, difundiendo nuevas tecnologías tales como la silla de montar. Pero ¿quiénes fueron en realidad estos hábiles jinetes que tanto sorprendieron a sus contemporáneos? A pesar de la existencia de fuentes externas, en realidad no se sabe mucho sobre los escitas. Carecían de un lenguaje escrito, por lo que no tenemos fuentes directas, lo que dificulta aún más el conocimiento sobre quiénes eran y de dónde venían.
Ahora, un estudio que acaba de publicarse en la revista Science Advances, realizado por un equipo internacional de genetistas, antropólogos y arqueólogos dirigidos por científicos del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Jena (Alemania), arroja nueva luz sobre la genética asociada a los orígenes, el desarrollo y el declive de este misterioso y legendario pueblo. Para ello se ha llevado a cabo el análisis del genoma de 111 individuos procedentes de las estepas de Asia Central datados entre el primer milenio antes de Cristo y el primer milenio de nuestra era.

Mapas que muestran los hallazgos principales del estudio.
Foto: Gnecchi-Rusconi, et al., 2021
Diversidad de orígenes
El estudio afirma que algunos importantes cambios genéticos pueden asociarse al declive de los grupos sedentarios que poblaban la región en la Edad del Bronce así como al surgimiento de culturas nómadas escitas durante la Edad del Hierro. Todo ello sugiere que a principios del primer milenio a.C., la afluencia de gentes procedentes del Este, el Oeste y el Sur a la estepa contribuyó a la formación de nuevos acervos genéticos. El estudio establece asimismo dos fuentes principales como origen de los grupos nómadas de las estepas en la Edad del Hierro. El primero de ellos se trataría de un grupo de población procedente de las montañas de Altai (donde se han documentado los primeros enterramientos escitas), que se fue extendiendo hacia el Oeste y el Sur, mezclándose con otras poblaciones. Ello sugiere una conexión con otras culturas como Saka (en el sur), Tasmola (Kazajastán central) y Pazyryk (Kazajastán oriental).

Montículo 4 de la necrópolis de Eleke Sazy en el este de Kazajastán.
Foto: Zainolla Samashev
A principios del primer milenio a.C., la afluencia de gentes procedentes del Este, el Oeste y el Sur a la estepa contribuyó a la formación de nuevos acervos genéticos.
Por su parte, los grupos que proceden de los montes Urales occidentales al parecer descienden de otra fuente simultánea. El acervo genético de estas poblaciones (típico de las primeras culturas sármatas) se mantuvo constante en el tiempo mediante la expansión hacia Occidente de las culturas sármatas desde los Urales hasta la estepa póntico-cáspica, que se extiende desde la región norte del mar Negro al este del mar Caspio, así como desde el centro de Ucrania hasta el oeste de Kazajstán, pasando por el sur de Rusia.
Auge y declive
Los autores del estudio también han analizado qué ocurrió durante el período posterior a la Edad del Hierro, que ha revelado nuevos cambios genéticos y de mezcla de poblaciones, sobre todo durante el primer milenio de nuestra era, así como el declive y la desaparición de las culturas escitas de la Estepa Central. En este caso, un nuevo influjo euroasiático procedente del Lejano Oriente puede asociarse con la expansión de los imperios nómadas de la estepa oriental durante los primeros siglos de nuestra era, como los Xiongnu (una confederación de pueblos nómadas de las estepas orientales, que abarcó el territorio de la actual Mongolia) y los Xianbei (que habitaron la actual Mongolia, la actual Mongolia Interior, así como gran parte del norte de China). También se han establecido otras influencias (aunque menores) procedentes de Irán y relacionadas con la expansión de la civilización persa desde el sur.

Vista aérea de algunas tumbas de la necrópolis de la cultura Hun-Xianbi. En su interior se aprecian tanto esqueletos de caballos como de guerreros.
Foto: Zainolla Samashev
Al parecer, un nuevo influjo euroasiático procedente del Lejano Oriente posiblemente está asociado con la expansión de los imperios nómadas de la estepa oriental durante los primeros siglos de nuestra era.
A pesar de los muchos interrogantes sobre la historia de los escitas que ni siquiera el ADN puede resolver, este estudio ha hecho hincapié en los constantes cambios y cruces de poblaciones en Eurasia a lo largo de los siglos. De este modo, es posible establecer las bases para una nueva exploración de todas estas conexiones entre territorios en el pasado, que servirá asimismo para conocer mejor el legado genético que los antiguos pobladores han dejado en las poblaciones euroasiáticas de la actualidad.