Se suele decir, y aceptar como un axioma, que la historia la escriben los vencedores. De hecho, los relatos históricos están repletos de acciones heroicas llevadas a cabo por individuos que dieron su vida para salvar a su patria, a sus compañeros de armas o por algún elevado ideal. Pero en la historia también existen personajes para quienes la gloria personal significa más que cualquier otra cosa. Este parece ser precisamente el caso de un personaje que acabaría convirtiéndose en uno de los primeros falsificadores conocidos de la historia. Vivió en la Atenas de los siglos VI y V a.C., y se llamaba Onomácrito.
Pero Onomácrito fue posiblemente mucho más que un simple estafador; fue un importante compilador de oráculos (predicciones e interpretaciones de hechos futuros), aunque también se dedicaba a la crestomatía, la recopilación de textos destacados de diversos autores. Por ejemplo, a Onomácrito se le atribuye la preparación de una edición de los poemas homéricos, e incluso se cree que él mismo compuso algún que otro poema (aunque no se ha conservado ni un solo fragmento de su obra). Fue, además, un coleccionista empedernido.
onomácrito, Un hábil flasificador
Onomácrito nació hacia el año 530 a.C. De su existencia han quedado algunas evidencias que han sido recopiladas por algunas fuentes antiguas como el historiador griego Heródoto, el cual lo define como un destacado falsificador y gran profesional de esa ilícita actividad. Heródoto afirma que fue el tirano ateniense Pisistrato, quien, sabedor de su fama de compilador, encargó a Onomácrito que recopilara los oráculos de un poeta y adivino llamado Museo, supuestamente anterior a Homero, que estaban relacionados con el mito de Orfeo y con los misterios de Eleusis.
De Onomácrito han quedado algunas evidencias que han sido recopiladas por numerosas fuentes.

Copia romana de un busto del tirnao ateniense Pisístrato expuesto en el Statens Museum for Kunst (Dinamarca).
Copia romana de un busto del tirnao ateniense Pisístrato expuesto en el Statens Museum for Kunst (Dinamarca).
PD
Pero como Onomácrito era, como se ha apuntado antes, un falsificador contumaz, no pudo evitar añadir en la compilación de oráculos encargada por el tirano ateniense algunos textos falsificados. Aunque no toda la culpa fue suya, sino que uno de los hijos de Pisístrato, llamado Hiparco, al parecer le incitó a ello. Pero la cosa no salió como Onomácrito pensaba, y las falsificaciones fueron rápidamente detectadas por el poeta griego Laso de Hermíone. Las consecuencias no se hicieron esperar: en un acto de cinismo, Onomácrito fue desterrado de Atenas por el propio Hiparco.
¿inventor de textos mitológicos?
Así, tras aquel grave incidente en Atenas, el nombre de Onomácrito se convertiría en sinónimo de fraude. El geógrafo e historiador griego Pausanias llegó a afirmar que de todos los poemas que aparecen en la obra de Museo compilada por Onomácrito, tan solo uno fue escrito en realidad por el propio autor, mientras que el resto es obra del estafador. Asimismo, el historiador culpa a Onomácrito de añadir nuevos textos que alteraron la historia de los Titanes. Es decir, le acusa de inventarse gran parte del mito, por ejemplo cuando se habla de la presencia del titán Ánito en Licosur. De todo esto, un indignado Pausanias escribe lo siguiente: "Onomácrito cogió de Homero el nombre de los Titanes y escribió orgías para Dioniso e hizo de los Titanes los actuales agentes de los sufrimientos de Dioniso".
El nombre de Onomácrito se convertiría en sinónimo de fraude.

La caída de los Titanes, cuadro pintado por el aritsta holandés Cornelis van Haarlem en 1588. National Gallery of Denmark.
La caída de los Titanes, cuadro pintado por el aritsta holandés Cornelis van Haarlem en 1588. National Gallery of Denmark.
PD
Pero no todo parecen ser descalificaciones para Onomácrito. Sorprendentemente, en su obra Política, el filósofo Aristóteles define a Onomácrito como uno de los principales lesgisladores de la Antigüedad, lo que ha provocado una enorme confusión entre los historiadores. Algunos creen que el maestro de Alejandro Magno estaba hablando de otro personaje llamado igual, pero, sin embargo, otros piensan que Aristóteles pudo haberlo mencionado en relación con algunos legisladores sicilianos y cretenses, ya que la isla de Creta fue el último lugar en el que, según parece, Onomácrito practicó sus actividades.
onomácrito en La corte de jerjes i
Finalmente, tras ser expulsado de Atenas debido al escándalo de las falsificaciones, Onomácrito se exilió a Persia, donde, según Heródoto, habría recalado en la corte del rey aqueménida Jerjes I, y allí se habría dedicado a interpretar oráculos con el objetivo de convencerle de invadir Grecia, ya que, según él, los augurios profetizaban una victoria segura para los persas. A partir de ese momento, el rastro de Onomácrito se pierde para siempre. Aunque el curso que tomaron los acontecimientos no permite presuponer nada bueno para Onomácrito, sobre todo cuando Jerjes I fuera consciente del engaño al que había sido sometido.
Onomácrito se exilió a Persia, donde, según Heródoto, habría interpretado oráculos para el rey persa Jerjes I.

Mapa de la ubicación de los santuarios y oráculos de la Hélade y Asia Menor.
Mapa de la ubicación de los santuarios y oráculos de la Hélade y Asia Menor.
Marsyas (CC BY-SA 4.0)
Pero ¿tan bueno era Onomácrito falsificando textos? Pues existe una corriente de investigación que ha planteado una hipótesis inquietante. Y es que siendo como era, según parece, un auténtico profesional de la falsificación literaria, tanto la Ilíada como la Odisea pudieron haber sido compuestas por él combinando fuentes de distinta procedencia. Esto, según esta teoría, explicaría las diversas incongruencias dialécticas que presentan las obras.
Con todo, y a pesar de estas suposiciones defendidas por algunos, la mayoría de expertos e investigadores están convencidos de que, sobre todo teniendo en cuenta la innegable calidad literaria de las dos grandes obras homéricas, esto es altamente improbable. Así que, por lo menos por ahora, no hay duda de que Homero sigue siendo el autor indiscutible de los dos grandes poemas épicos de la Antigüedad.