Àlex Sala
Periodista especializado en Arte e Historia del Arte
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Entre los colosales monumentos que el Egipto faraónico ha legado a la humanidad unos de los más asombrosos han sido los obeliscos, descomunales pilares de una sola pieza que han ejercido una irresistible fascinación a diferentes civilizaciones lo largo de la historia. Ya los romanos trasladaron algunos de ellos para embellecer la capital de su imperio y a lo largo de la historia otros se han reubicado en ciudades como París, Londres, Estambul o Nueva York.
Pero solo unas decenas de estos delicados monumentos han sobrevivido al paso de los milenios y la fascinación del hombre por ellos lo ha llevado a erigir modernos sucedáneos de estos monolitos que conmemoran las más diversas hazañas. Washington, Buenos Aires, Montevideo o Madrid, entre otras, cuentan con obeliscos propios que, a imitación de las grandes moles faraónicas, recuerdan personajes o hechos históricos que cambiaron la historia.