Hispania romana

Numancia, el enigma de la ciudad ibera que resistió a los romanos

En 1853, el ingeniero de caminos Eduardo Saavedra excavó el cerro de La Muela, en el término municipal de Garray, en la provincia de Soria, y demostró que Numancia se levantó allí.

La caída de Numancia. Óleo por Alejo Vera Estaca. 1881.

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Corre el verano del año 133 a.C. Sucios, vestidos con harapos, malolientes y con una mirada en la que conviven el odio, el agotamiento y los remordimientos por haber devorado a sus muertos, los numantinos entregan la ciudad al general romano Publio Cornelio Escipión. Así describe la escena Apiano, que toma la información de Polibio, amigo de Escipión y testigo del acto final de una guerra que había estallado veinte años atrás. De quienes se han entregado, el general llevará unos 50 a Roma para que participen en su desfile triunfal y los demás serán esclavizados. Los cadáveres de aquellos que han preferido darse muerte antes que rendirse han quedado en Numancia, que es arrasada, del mismo modo que el mismo Escipión hizo con Cartago trece años antes.

El solar de la ciudad destruida, que se levantaba en el cerro hoy conocido como La Muela, en el término municipal de Garray (Soria), acogerá una nueva ciudad romana en tiempos de Augusto, el primer emperador. En el siglo III d.C., esta Numancia romana entrará en decadencia y mucho tiempo después, en el siglo VII, el Anónimo de Ravena (una descripción del mundo) facilita la última mención conocida de la ciudad, que dejará de existir para la historia hasta que, mil doscientos años más tarde, la piqueta de los arqueólogos la saque a la luz.

Reconstrucción de una vivienda celtíbera en Numancia.

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Tras la invasión musulmana se pierde la localización de Numancia. No sólo eso: la ciudad será ubicada en Zamora. El error se debe a una cita de la Historia contra los paganos, de Paulo Orosio, malinterpretada desde el siglo X, que habla de Numancia en la "Hispania Citerior, situada no lejos de los vacceos y cántabros en la frontera con Gallaecia" (V, 7). La confusión radica en que Orosio menciona una provincia (la Citerior) existente en el momento de la destrucción de Numancia y otra (Gallaecia) vigente en su época, entre los siglos IV y V d.C.

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Los reyes astur leoneses, señores de Zamora, favorecieron esta prestigiosa identificación, hasta el punto de crear un obispado Numantino en el siglo X. La ubicación zamorana de Numancia se consolidó con el correr del tiempo: en el epitafio grabado en el sarcófago de Sancho II de Castilla (enterrado en el monasterio burgalés de San Salvador de Oña) se decía que "murió junto a Numancia de la lanzada que le dio el asesino Bellido Dolfos, a persuasión de su hermana doña Urraca, en el cerco que puso a Zamora en el año 1073". En el siglo XIV, el obispo Lucas de Tuy afirmaría en su Chronicon mundi que fueron los godos quienes cambiaron el nombre de Numancia por Zamora.

Mientras tanto, la verdadera Numancia quedó incluida en los dominios de Navarra. En el cerro que se llamó Garrahe (y de otras formas similares) eran visibles los restos de la antigua ciudad, ya que en el acta de 1016 por la que se fijaron los límites entre Castillay Navarra aquéllos se establecían en el lugar de Garrahe, caracterizado como antiqua civitate deserta. Allí fundó Alfonso VI de León y Castilla el pueblo de Garray, en 1076.

Ruinas de la Numancia romana, yacimiento arqueológico localizado en la población soriana de Garray.

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La identificación de la población de Garray como Numancia es obra de los humanistas del Renacimiento. Nebrija fue el primero que la situó correctamente: "Numancia no es Zamora, como dice el vulgo, sino Soria o la aldea de Garray en su territorio", señaló en el prefacio a las Décadas de los Reyes Católicos. Ya en el siglo XVIII, otros autores abundaron en la identificación soriana, como el canónigo e historiador Juan Loperráez, que levantó el primer plano del cerro de La Muela y sus ruinas. Apoyándose en sus trabajos y en la información del geógrafo griego Ptolomeo (cuya obra se desconocía en la Europa medieval), la Real Academia de la Historia confirmó oficialmente en 1799 la localización de Numancia en Garray.

La identificación de la población de Garray como Numancia es obra de los humanistas del Renacimiento. Nebrija fue el primero que la situó correctamente.

La demostración científica de la ubicación de Numancia se debe al ingeniero de caminos Eduardo Saavedra. En el año 1852, trabajando en la carretera de Soria a El Burgo de Osma, localizó el trazado de la vía romana que unía Caesaraugusta (Zaragoza) con Asturica Augusta (Astorga), y en 1853 dio con el tramo de esta calzada que unía Uxama Argaela (Osma) y Augustobriga (Muro de Ágreda).

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La confirmación

Saavedra completó su conocimiento directo de las vías romanas con el estudio de los autores antiguos –Estrabón, Plinio y Floro (que situaban Numancia en una elevación en la intersección entre el río Duero y la calzada romana), y Apiano (que hablaba de otro río además del Duero en las cercanías de la ciudad), contrastándola con la de Ptolomeo– para concluir que las ruinas de La Muela correspondían a Numancia. Para demostrarlo, en 1853 excavó 5.000 metros cuadrados del cerro, donde aparecieron partes de una muralla, cimientos y otros restos, así como las cenizas y el carbón que daban cuenta del incendio que acabó con la ciudad. La labor de Saavedra despertó el interés de la Real Academia de la Historia, que organizó excavaciones desde 1861 hasta 1867, y en 1882 las ruinas fueron declaradas Monumento Nacional.

La labor de Saavedra despertó el interés de la Real Academia de la Historia, que organizó excavaciones en el cerro de La Muela desde 1861 hasta 1867.

Vista de las ruinas romanas de Numancia, en Garray, Soria.

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Las posteriores campañas arqueológicas estuvieron envueltas en la polémica que acompañó la labor del arqueólogo alemán Adolf Schulten, quien en 1905 reemprendió las excavaciones en la ciudad. Sus modos autoritarios, el envío de materiales de las excavaciones a Alemania y el desagrado que despertó el hecho de que un extranjero trabajase en un lugar que se había convertido en emblema de las esencias patrias le llevaron a chocar con las fuerzas vivas de Soria, y entre 1906 y 1912 se vio relegado a excavar los campamentos romanos del cerco de Escipión. Schulten (que se arrogó el mérito de la localización exacta de Numancia) contó con el apoyo financiero de diversas instituciones alemanas, e incluso con el del káiser Guillermo II, que correspondía de este modo a su nombramiento de coronel honorario del Regimiento de Lanceros de Numancia.

Por fin, en 1906 se creó una comisión científica española presidida por José Ramón Mélida, en cuyas excavaciones, que se prolongaron hasta 1924, descansa el actual conocimiento histórico sobre Numancia.