Nínive, como Babilonia, fue una de las grandes ciudades de Mesopotamia que pasó a la historia gracias a la Biblia y a los textos clásicos, que transmitieron fabulosas noticias sobre ellas. Así, cuando en el siglo XIX se redescubrieron las antiguas civilizaciones orientales, el principal objetivo de las potencias europeas fue su localización. En el caso de Nínive, quien primero intentó ubicar la capital asiria fue el cónsul británico Claudius James Rich, quien en 1820 exploró uno de los dos montículos o tells que se hallaban enfrente de Mosul.
Según los lugareños, en uno de estos tells (el de Nebi Yunus) se encontraba la tumba del profeta Jonás, y por razones religiosas era imposible examinarlo. Entonces Rich se decantó por el otro, llamado Kuyunyik. En una rápida inspección, Rich observó ladrillos con inscripciones cuneiformes, pero poca cosa más. Su repentina muerte al año siguiente le impidió continuar sus trabajos, pero la deducción de que el tell era la ciudadela de una gran urbe fue acertada; Rich falleció sin saber que en ese montículo se había alzado la mítica Nínive.
¿Dónde está Nínive?
El Museo Británico adquirió las notas de Rich, pero los franceses, muy interesados en ellas, enviaron un cónsul a Mosul, Paul Émile Botta, con una doble misión: velar por los intereses coloniales franceses y seguir el trabajo de Rich anticipándose al resto de potencias en la incipiente carrera arqueológica. En 1840 llegó a su destino y en diciembre de 1842 inició las excavaciones en el mismo tell que Rich, Kuyunyik. Pero los escasos resultados y el aviso de un lugareño de que en el cercano montículo de Khorsabad encontraría lo que andaba buscando, le convencieron de abandonar Kuyunyik, con lo que el hallazgo de Nínive se esfumó de nuevo. Sin embargo, sus trabajos en Khorsabad, en 1843, fueron un éxito, y en seguida afloraron muros con relieves y figuras gigantescas. Ante esos deslumbrantes hallazgos, Botta creyó haber descubierto Nínive, pero las ruinas correspondían a Dur-Sharrukin, la capital de Sargón II. Parecía que el destino insistía en continuar ocultando la localización de Nínive.
Paul Émile Botta creyó haber descubierto Nínive en Khorsabad debido a sus deslumbrantes hallazgos allí.

Relieve que muestra a Assurbanipal durante una cacería de leones, procedente de su palacio en Nínive.
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Mientras tanto, en Inglaterra, un joven inquieto y soñador decidió, ante la perspectiva de una aburrida vida en un despacho de abogados londinense, partir rumbo a Ceilán para trabajar con su tío. Pero de camino se detuvo en Oriente y quedó cautivado por aquel mundo, sus gentes y su milenaria historia. Este intrépido joven se llamaba Austen Henry Layard y sus hallazgos en Mesopotamia lo convertirían en uno de los padres de la asiriología. Su viaje por Oriente le permitió entrar en contacto con los misteriosos tells e imaginar las maravillas que debían ocultar: "Estos inmensos montículos de tierra me atraían y me exaltaban más que los espléndidos templos de Baalbek y los fastuosos anfiteatros de Jonia".
Un impresionante palacio asirio
En Mosul, Layard conoció a Botta y quedó fascinado por sus trabajos, haciéndose el firme propósito de examinar aquellas ruinas en cuanto pudiese. Luego se instaló en Constantinopla, donde trabajó para el embajador británico, pero no podía dejar de pensar en los tells que
por falta de medios no había podido excavar. Fue en 1845, y gracias a las 60 libras prestada por el embajador, cuando inició las excavaciones y localizó los restos de otra antigua ciudad asiria, donde se alzaron grandiosos palacios decorados con relieves. Ello le llevó a creer, como Botta, que había hallado Nínive. Pero se equivocó, ya que se trataba de Nimrud, la antigua Kalhu, otra capital asiria.
En 1845, Layard, localizó los restos de otra antigua ciudad asiria y creyó que era Nínive, aunque se trataba de Nimrud.

Boceto de un relieve que muestra a Assurbanipal y su esposa durante un banquete en los jardines de su palacio de Nínive.
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Animado por sus descubrimientos y sin abandonar los trabajos de Nimrud, en 1846 decidió excavar en Kuyunyik. Layard contaba entonces
con la experiencia acumulada en Nimrud: "Los asirios, cuando habían de levantar un edificio público o un palacio, construían una base de ladrillos cocidos de unos 30 o 40 pies de altura sobre la llanura [...]. Por consiguiente, el primer paso es localizar esa masa de ladrillos. Cuando la hallemos debemos cavar unas trincheras a lo largo de la parte superior y en direcciones opuestas. Si hay ruinas deberían encontrarse tarde o temprano". Y, efectivamente, no tardó en localizar en la zona sur del tell el impresionante palacio de Senaquerib. Desenterró 71 salas y pasillos, y casi tres kilómetros de magníficos bajorrelieves que relataban las hazañas de los reyes asirios, además de 27 puertas decoradas con colosales leones alados. El reciente desciframiento del acadio permitió a Layard leer en los relieves el nombre del rey Senaquerib y de algunas de sus campañas más famosas (contra Judá y Laquish), también citadas en la Biblia; por tanto, si se trataba de Senaquerib, la ciudad tenía que ser Nínive, cuya identificación con Kuyunyik quedó confirmada.
Disputa diplomática
Tras un paréntesis de dos años(1847-1849), Layard excavó ambos yacimientos hasta 1851, y realizó más descubrimientos, como gran parte de la famosa biblioteca de Assurbanipal. Después regresó definitivamente a Londres y se dedicó a la política. Pero la nueva conquista de Layard y de la recién nacida asiriología británica chocó con los intereses de la delegación francesa, según la cual los primeros trabajos de Botta en el tell les otorgaban la autoría del descubrimiento y el derecho sobre las excavaciones. Los franceses enviaron a Victor Place a recuperar el terreno perdido frente al sucesor de Layard, Hormuz Rassam, un iraquí que había sido su ayudante desde el principio de los trabajos en Nimrud. Al final se concedió la mitad norte del tell a los franceses y la sur a los ingleses. Pero en 1852, Rassam excavó en secreto en el sector de Place y dio con el palacio de Assurbanipal, con sus memorables relieves de cacerías y el resto de su célebre biblioteca, con 25.000 tablillas entre las que figuraba la narración más antigua del diluvio universal.
Hormuz Rassam excavó en secreto en el sector francés en Nínive y dio con el palacio de Assurbanipal, con sus memorables relieves de cacerías.

Grabado de un relieve procedente de Nínive que representa un convoy de prisioneros conducido por soldados asirios.
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Finalmente, Nínive acabó en manos británicas, pero fueron el empeño, la ilusión y el esfuerzo de muchos hombres lo que permitió a la ciudad resurgir de sus cenizas y entrar de nuevo, con todos los honores, en la historia.