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Nicolas Poussin, "el Rafael francés", como se le describió en su tiempo, padeció un temblor creciente en la mano al final de su vida y finalmente falleció en Roma el 19 de noviembre de 1665, hace casi 350 años. El Museo del Louvre conmemora el fallecimiento del "pintor francés más grande del siglo XVII" con una exposición centrada en sus obras religiosas, "un aspecto poco conocido del artista pero particularmente conmovedor", según expresa el museo en la nota de prensa. Poussin no es tan célebre como Watteau, Delacroix, Cézanne o Monet, pero sin duda es uno de los artistas franceses más grandes de todos los tiempos, quien supo combinar de forma original las tradiciones sagradas clásicas y cristianas. Relacionó, por ejemplo, la fortuna de la tradición clásica con la providencia en sentido cristiano. Poussin reflejó las vicisitudes de la vida humana, gobernada por el orden secreto de la providencia divina y no por el destino de los estoicos o el azar del epicureísmo. En Eliezer y Rebeca se distingue en la parte derecha del cuadro un pilar monumental que sostiene una esfera de piedra que simboliza la providencia divina y recuerda que Rebeca, que se convirtió en la mujer de Isaac, fue "elegida" por Dios.
Se exhiben 99 obras de tema sagrado
La muestra Poussin y Dios, hasta el 29 de junio en el Museo del Louvre, reúne 99 composiciones sagradas del pintor francés, "las más hermosas" de su producción artística, pocas de las cuales han sido estudiadas con detalle. En total se pueden contemplar 63 pinturas, 34 dibujos y dos grabados que ofrecen una perspectiva general de sus obras religiosas y de su particular lectura cristiana. De gran importancia era para él la figura de Cristo, que a menudo aparece oculta detrás de otras figuras u objetos del Antiguo Testamento. La exposición también explora su posición respecto a la reforma católica de las artes que siguió al Concilio de Trento, celebrado a mediados del siglo XVI en la ciudad italiana. Poussin contribuyó a este movimiento con la excelsa Asunción de la Virgen, aunque el maestro francés se distanció de los artistas oficiales de la Roma papal. A lo largo de su carrera se interesó por la pintura paisajista y especialmente en los últimos años de su vida creó enormes composiciones en las que la naturaleza proporciona un entorno sublime a las actividades humanas, reflejando el orden del mundo. En el ciclo de las Cuatro Estaciones, completado un año antes de su muerte, cada estación está asociada con una historia del Antiguo Testamento y se requiere una lectura cristiana para comprender su sentido.