Ídolo del pueblo de Roma

Nerón el bienamado

Desde que subió al trono imperial, Nerón buscó el favor de los romanos ofreciéndoles todo tipo de espectáculos públicos en los que a menudo él era la estrella

Nerón incendio

Nerón incendio

Sus enemigos acusaron a Nerón de provocar el incendio de Roma. Este óleo de Howard Pyle recrea la escena de la novela Quo Vadis en la que Nerón toca la lira mientras la ciudad arde.

Imagen: Bridgeman / ACI

En el año 59 d.C., Nerón cumplió veintiún años y para celebrar su mayoría de edad introdujo un nuevo evento en Roma: los Juegos de la Juventud. Los ciudadanos pudieron asistir al afeitado del joven emperador –al parecer, el primero de su vida– y a la posterior consagración de su barba, dentro de un cofre adornado con perlas, en el templo de Júpiter Capitolino. Después se representaron obras de teatro en las que actuaron hombres y mujeres de alto rango y de todas las edades. La interpretación era considerada una profesión de dudosa reputación, por lo que ver romanos de alta alcurnia actuando causó un gran revuelo. Y los espectadores debieron de quedar estupefactos cuando Elia Catella salió a bailar. No sólo era rica y de una familia muy distinguida, sino que además tenía ochenta años.

Cronología

Conjuras, arte y juegos

37

Nace Nerón, hijo de Agripina y Domicio Enobarbo. Tras enviudar, Agripina se casa con su tío el emperador Claudio, quien hace de Nerón su sucesor.

54

A la muerte de Claudio, Nerón es nombrado emperador. Se gana el favor de los romanos con una política de clemencia y de apoyo al Senado.

59

Nerón ordena el asesinato de Agripina. Tras ello organiza unos juegos fastuosos para acallar las incipientes críticas de la opinión pública.

68

Víctima de una conspiración de palacio, Nerón huye a una villa a las afueras de Roma, donde hace que un sirviente termine con su vida.

Como espectacular clímax de la ceremonia, Nerón en persona subió al escenario con atuendo de intérprete de lira. «Caballeros, les ruego me presten atención», pidió, y empezó a cantar al son de la lira, mientras sus soldados vigilaban desde cerca y el público lo contemplaba desde sus asientos. Antes del espectáculo, Nerón había preparado un cuerpo especial de jóvenes robustos para que liderasen los aplausos, y los espectadores no tardaron en sumarse a sus vítores: «¡Bello César, Apolo, Augusto! ¡César, nadie puede vencerte!», gritaban.

Busto Nerón

Busto Nerón

Al subir al trono con apenas 16 años, Nerón destacaba por su apostura y su pelo rubio, pero también se le reconocía por su grueso cuello. Museo de la Civilización 
Romana, Roma.

Imagen: DEA / Scala, Firenze
Nerón lira

Nerón lira

A Nerón le gustaba compararse con el dios Apolo, al que se atribuían grandes dotes como músico. Arriba, escultura de Apolo. Siglos III-II a.C. Museo de la Civilización Romana, Roma.

Imagen: DEA / Album

Nerón siguió entreteniendo a su pueblo generosamente. Más avanzada la noche, continuó la fiesta en barcas que flotaban en un gran lago artificial junto al río Tíber. Se instalaron cabañas y bares cerca y el emperador se aseguró de repartir dinero para los asistentes. El senador Tácito, cuyos hipercríticos Anales son una importante fuente sobre el reinado de Nerón, quedó horrorizado por todo aquello. «Los escándalos y la infamia aumentaron –criticaba– y nada sumó más libertinaje a la persistente corrupción de nuestra moral que esa fosa séptica».

Mala fama imperecedera

Los historiadores modernos de Roma dieron por buena la valoración negativa de Tácito sobre Nerón, pero en los últimos años se han abierto nuevas perspectivas. Los espectáculos de masas de la época, con decenas de miles de espectadores, se consideran cada vez más como un elemento esencial para la estabilidad política de Roma.

Capitolio Roma

Capitolio Roma

El templo de Júpiter que aparece en este grabado se quemó justo después de la muerte de Nerón y se reconstruyó bajo Domiciano. Museo de Orsay, París.

Imagen: Hervé Lewandowski / RMN-Grand Palais. Color: Santi Pérez
Circo Máximo dibujo

Circo Máximo dibujo

Las carreras se celebraban en el circo Máximo. En este óleo, datado hacia 1638, Domenico Gargiulo y Viviano Codazzi ofrecieron una reconstrucción de aquel espacio. Prado, Madrid.

Imagen: Museo del Prado

Los juegos, en efecto, ofrecían una forma de comunicarse al emperador y a la gran población de Roma, una megalópolis potencialmente ingobernable. El enorme dispendio del emperador en aquellos entretenimientos mostraba al pueblo que se preocupaba por él. Y el pueblo, que disfrutaba con aquellas emociones, se lo agradecía con un apoyo entusiasta. Desde esta perspectiva, el gran showman Nerón no fue tanto un tirano loco como un astuto político particularmente dotado para las relaciones públicas. Bien es cierto que, en su empeño porque cada actuación fuera más impresionante que la anterior, terminó por no prestar suficiente atención a otras realidades, lo que tendría resultados nefastos.

Pocos emperadores romanos celebraron juegos tan espléndidos como Nerón y ninguno igualó su don para causar sensación. Otra celebración que organizó en el año 59 para desviar la atención del asesinato de su madre Agripina demostró su gran creatividad. En una ocasión se subió un elefante hasta la última fila de un teatro, de donde lo bajaron tirando de una cuerda y cabalgado por «un caballero romano muy conocido», según explica Suetonio. Hizo también representar una antigua obra de Lucio Afranio, titulada El incendio, con una verdadera casa en llamas sobre el escenario. El público contemplaba fascinado cómo los actores intentaban rescatar todo el mobiliario que podían.

Nerón actor

Nerón actor

Durante su gira por Grecia, Nerón interpretó muchos papeles teatrales, hasta femeninos. Arriba, actor en un fresco de Pompeya. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

Imagen: AKG / Album

Generoso con la plebe

Durante esos eventos, el pueblo era agasajado con todo tipo de regalos: grano, ropa, oro, plata, piedras preciosas, perlas, pinturas, esclavos, caballos, bestias de carga e incluso animales salvajes adiestrados. Nerón lanzaba pelotitas entre los congregados, cada una de ellas con una inscripción, y los que las atrapaban recibían de regalo el artículo indicado en la inscripción.

Algunos políticos anteriores a Nerón ya habían entretenido al pueblo romano, a menudo con un alto coste económico. Incluso en los más austeros tiempos de la República era una obligación para los magistrados representar obras dramáticas y organizar carreras de cuadrigas. Si un hombre distinguido moría, los gladiadores se batían en juegos funerarios organizados por la familia. Julio César logró la supremacía en parte por el esplendor de sus espectáculos, y su hijo Augusto siguió su ejemplo. Augusto alardeaba en su autobiografía: «En veintiséis ocasiones le di al pueblo […] cacerías de animales salvajes africanos, en las que se mataron unos 3.500 ejemplares». De la misma manera, patrocinar espectáculos de un brillo y exotismo nunca vistos permitió que un emperador tan joven e inexperto como Nerón se ganase rápidamente el apoyo popular.

En una ocasión, Nerón hizo representar una antigua obra sobre un incendio con una verdadera casa en llamas en el escenario

Sin embargo, había algo que distinguía a Nerón de otros gobernantes. No sólo le gustaba organizar juegos: también quería participar en ellos, como cantante e incluso como auriga. El emperador estaba fascinado por ambas actividades. De niño le apasionaban los caballos y hablaba a todas horas de las carreras que se disputaban en el enorme circo Máximo de Roma. Como emperador, a menudo jugaba a un juego de mesa con cuadrigas de marfil y era asiduo del circo, hasta que terminó decidiendo aprender a correr con cuadriga.

También, siendo ya emperador, recuperó su antiguo interés por la música y convocó a la corte a Terpnus, el mejor intérprete de lira de su época. Nerón se quedaba escuchándole cantar hasta bien entrada la noche. Poco a poco, el emperador empezó a practicar y se tomó aquel aprendizaje en serio. No hubo ejercicio que no probase para fortalecer su voz, de natural débil, llegando incluso a postrarse con una placa de plomo sobre el pecho.

En los Juegos Olímpicos, Nerón participó en una carrera conduciendo un carro tirado por diez caballos

Nerón se exigía mucho. Durante una publicitada gira por Grecia, a finales de su reinado, participó en una carrera de los Juegos Olímpicos con un carro de diez caballos. Tras caerse del carro, el corpulento emperador logró trepar a él, aunque no pudo terminar la carrera. Pese a ello, los jueces le concedieron la corona de la victoria. Nerón también interpretó papeles dramáticos muy exigentes, como el del ciego Edipo o el loco Hércules. Según se contaba, en una actuación un joven soldado vio a Nerón vestido con harapos y encadenado, como exigía su papel, y corrió a auxiliarlo. Puede que esta anécdota sea apócrifa, pero sugiere la dedicación que Nerón ponía a su arte.

Por genuinos que fueran los intereses de Nerón, parte de lo que le llevaba a competir era su deseo –su compulsión, incluso– de convertirse en el centro de la atención pública. Como emperador, Nerón ya recibía mucha atención, pero como emperador-actor logró captar incluso más.

Busto Nerón 2

Busto Nerón 2

Los retratos oficiales de Nerón no reflejan el hecho de que antes de cumplir los 30 años se estaba quedando calvo y había engordado mucho. Galería de los Uffizi, Florencia.

Foto: Scala, Firenze

Ídolo de masas

Los artistas eran verdaderas celebridades de la antigua Roma. Bajo el reinado de Claudio, el predecesor de Nerón, un bailarín arrebatadoramente apuesto llamado Mnester se convirtió en el gran ídolo de la ciudad, con sus sinuosas danzas y sus bromas ingeniosas con el público. La mujer de Claudio, Mesalina, se enamoró perdidamente de él y lo apartó celosamente del teatro, pero los romanos protestaron y exigieron saber dónde estaba su ídolo. Mnester pertenecía al pueblo, no a la emperatriz.

Nerón, en su papel de emperador-actor, creó un vínculo singularmente fuerte con el pueblo de Roma.

También Nerón, en su papel de emperador-actor, creó un vínculo singularmente fuerte con el pueblo de Roma. En los Neronia o Juegos Neronianos (introducidos por Nerón a imitación de los juegos que se celebraban en Grecia), el emperador se limitó inicialmente a recitar un poema. Pero el público le pidió más. Nerón volvió al escenario, cantó y se postró sobre una rodilla para esperar el veredicto de los jueces. Los espectadores lo aclamaron con fervor, excepto –como comenta Tácito mordazmente– algunos visitantes no habituados al «libertinaje» de la ciudad. Nerón y sus fans se retroalimentaban y que eso pudiera ofender a unos extraños sólo fortalecía su vínculo.

Gracias a su capacidad de congregarse por millares para vitorear, abuchear o proclamar sus exigencias, el pueblo de Roma tenía verdadero poder político. De hecho, la plebe había ayudado a Nerón a llegar al poder. En los juegos organizados por el emperador Claudio en el año 47 aclamaron mucho más al joven Nerón que a Británico, hijo biológico de Claudio. Poco después, Claudio se casaría con Agripina y adoptaría a Nerón.

el palacio de nerón

el palacio de nerón

El complejo de la Domus Áurea estaba formado por un gran estanque central (sobre el que Vespasiano edificaría el Coliseo), un atrio porticado, un ninfeo o fuente monumental (a la izquierda de la imagen) y el pabellón del Oppio, la zona privada del emperador Nerón.

Ilustración 3D: Valor-Llimós Arquitectura

El arte del infundio

Los emperadores invertían tantos recursos en los juegos porque éstos ofrecían al pueblo una vía para expresar sus opiniones. Pero los juegos, además de los repartos ocasionales de dinero u otros bienes, no bastaron para que el emperador conservase el apoyo del pueblo. Algunos romanos, al menos, quedaron consternados cuando Nerón asesinó a su madre Agripina en el año 59, y pronto aparecieron pintadas por toda la ciudad denunciándolo como matricida. Un actor llegó incluso a cantarle la línea «Adiós, padre. Adiós, madre», mientras hacía gestos de comer y nadar –se cree que Nerón envenenó a Claudio y que intentó ahogar a Agripina–.Los espléndidos juegos que Nerón organizó ese mismo año probablemente pretendían desviar la atención de su crimen.

Además de su teatralidad, Nerón recurrió a falsas acusaciones y chivos expiatorios como herramientas de sus relaciones públicas.

Nerón también se encargó de divulgar una larga lista de presuntas fechorías de Agripina. Entre ellas, el intento de cancelar un reparto de dinero para el pueblo organizado por el propio emperador. Además de su teatralidad, Nerón recurrió a falsas acusaciones y chivos expiatorios como herramientas de sus relaciones públicas. Cuando el siempre inquieto soberano desterró a su mujer Octavia para casarse con la fascinante Popea, hubo protestas generalizadas. El pueblo se compadecía de su joven e inocente esposa y no se creyó que se hubiera acostado con un profesor de flauta de Alejandría.

Con ayuda de Popea, Nerón había reclutado al oficial naval que se ocupó de la ejecución de Agripina para que delatase a Octavia a cambio de un retiro lujoso. Posteriormente, Nerón publicó un edicto asegurando que Octavia no sólo se había acostado con ese oficial, sino que había intentado lanzar su flota contra Roma, en una clara sugerencia de que el suministro de grano de la ciudad estuvo amenazado. No queda claro si eso aplacó por completo las protestas, pero Nerón se apresuró a dar el drástico paso de ejecutar a Octavia, con lo que se aseguraba que nadie se manifestase para exigir su regreso a Roma.

espectáculo naval

espectáculo naval

Según Suetonio, Nerón dio una naumaquia «en la que se vieron monstruos marinos nadando en agua de mar». Arriba, recreación de la naumaquia de Nerón. Siglo XVII.

Imagen: Getty Images

El incendio de Roma

El acontecimiento más notorio del reinado de Nerón fue el devastador incendio del año 64, que, tras mantenerse activo durante nueve días, destruyó por completo tres de los catorce distritos de Roma y dañó gravemente otros siete. Millares de personas perdieron sus casas. Nerón, que estaba fuera de la Urbe cuando el incendio se desencadenó, regresó inmediatamente y manejó la crisis relativamente bien. Construyó refugios de emergencia para los que habían perdido su hogar, abriendo incluso para ello sus propios jardines, hizo traer provisiones y distribuyó grano a buen precio.

Pero se extendió el rumor de que durante el incendio había cogido su lira e, inspirado por las llamas, se había puesto a cantar sobre la legendaria caída de Troya, incendiada por los aqueos cuando entraron en la ciudad. Se creía incluso que el propio Nerón pudo provocar el incendio con el fin de hacer espacio para la construcción de un palacio cubierto de oro. Nerón respondió a aquellas teorías con una de cosecha propia. Culpó del incendio a la incipiente comunidad cristiana de Roma. Se obtuvieron falsas confesiones y se dictaron las consiguientes condenas.

Tras el incendio de Roma, Nerón construyó refugios en sus propios jardines para los afectados y distribuyó comida entre ellos.

Fiel a sí mismo, el emperador organizó un espectacular castigo público para los presuntos pirómanos. Algunos fueron cubiertos con pieles de animales salvajes y devorados por perros feroces, mientras que otros eran colgados de cruces y quemados vivos, como antorchas humanas. Entretanto, Nerón participaba en carreras y se mezclaba con el pueblo, enfundado en su traje de auriga. Tácito comenta que el suplicio de los cristianos despertó cierta compasión, pero podemos conjeturar que el juicio y las condenas terminaron ayudando a Nerón a recuperar su popularidad. Sólo un año después, en los Juegos Neronianos, el público le suplicó que cantase. Y los romanos siguieron asistiendo con entusiasmo a posteriores grandes acontecimientos, como la fabulosa recepción al rey armenio Tirídates o el desfile triunfal de Nerón a su regreso de Grecia.

Muerte Nerón

Muerte Nerón

Acorralado por sus rivales, Nerón buscó la muerte en una villa a las afueras de Roma. Este óleo de Vasili S. Smirnov muestra el cadáver del emperador. Museo Estatal Ruso, San Petersburgo.

Imagen: Fine Art / Album

Acorralado al fin

Si bien Nerón superó crisis como el gran incendio, su obsesión por el teatro terminó pasándole factura. En el año 68, ante las noticias sobre una gran rebelión en la Galia que pretendía derrocarlo, lo que más ofendió a Nerón fue que su líder lo tachara de mal intérprete de lira. El emperador no prestó suficiente atención a aquella amenaza, y prefirió dedicarse a probar órganos hidrúlicos para sus espectáculos, a componer canciones que denunciaban a los rebeldes e incluso a rapar a sus concubinas y equiparlas con hachas de guerra para darles aspecto de amazonas.

Uno por uno, sectores esenciales de Roma fueron abandonando a Nerón: su guardia pretoriana, el Senado e incluso el pueblo. Nerón se planteó hacer una aparición pública para solicitar ayuda, pero estaba demasiado asustado y prefirió retirarse a una villa a las afueras de Roma. Allí, con la ayuda de un secretario, se clavó una daga en el cuello. Gimiendo, murió repitiendo una y otra vez: «¡Qué gran artista muere conmigo!».

Los emperadores que le sucedieron trataron en vano de igualar los grandiosos espectáculos organizados por Nerón.

Aunque Nerón cayó y los Neronia no se volvieron a celebrar, sus espectáculos tuvieron un impacto duradero. Emperadores posteriores invirtieron grandes sumas para intentar imitar el ejemplo dejado por Nerón, aunque no participasen personalmente en las carreras de cuadrigas ni cantasen. Domiciano reinstauró las competiciones de estilo griego y construyó recintos espléndidos para ellas. La plaza Navona de Roma aún conserva a la perfección la forma del nuevo estadio de Domiciano. Un par de décadas después, Trajano celebró sus victorias en Dacia con 123 días de juegos en los que se mataron 11.000 animales, salvajes y domésticos, y combatieron 10.000 gladiadores.

Y, en una extraña pero feliz coincidencia, fue precisamente una película sobre Nerón la que inició la edad dorada de las películas de romanos, tras la Segunda Guerra Mundial. Quo Vadis, de 1951, una millonaria producción que destacaba por sus imponentes reconstrucciones de los juegos de Nerón y el gran incendio, aparte de una memorable interpretación de Nerón por parte de Peter Ustinov, fue un verdadero éxito de público. La túnica sagrada, Ben Hur, Espartaco y Cleopatra, con grandes estrellas y los obligatorios «miles de figurantes», llegaron después. Los héroes más visibles de Quo Vadis son el rudo comandante romano Vinicio (interpretado por Robert Taylor) y la mujer cristiana de la que éste se enamora (la actriz Deborah Kerr). Pero el Nerón de Ustinov se adueña de la pantalla y es a Nerón a quien los espectadores quieren ver. Tal como él mismo habría deseado.

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las antorchas humanas

las antorchas humanas

Las antorchas de Nerón. Óleo por Henryk Siemiradzki. 1876. Museo Nacional, Cracovia.

Imagen: Erich Lessing / Album

Las antorchas humanas

El historiador Tácito cuenta que, tras el incendio de Roma del año 64, Nerón hizo detener a miembros de la incipiente comunidad cristiana y ordenó ajusticiarlos en los mismos jardines imperiales de un modo ignominioso, atados a postes y quemándolos «para que sirvieran de iluminación nocturna».

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Juegos Nerón

Juegos Nerón

Este mosaico hallado en la antigua Barcino muestra diversas escenas de un día de carreras en un circo romano. Museo de Arqueología de Cataluña, Barcelona. 

Imagen: Granger Collection / Age Fotostock

Vuelta al circo tras el incendio

Pasados tres meses del gran incendio de Roma, Nerón echaba ya en falta su diversión favorita, las carreras de carros. El circo Máximo había sido destruido por el fuego, por lo que el emperador decidió asistir a otro festival de gran tradición que se celebraba en el circo Flaminio, que no había sido afectado por el desastre. Los Juegos Plebeyos, tal era su nombre, duraban dos semanas y comprendían obras de teatro y carreras atléticas y de caballos, pero no de carros. Nerón reservó un día para las carreras de carros, pensando así satisfacer la pasión popular por este entretenimiento. En el curso de los juegos hizo también ajusticiar a grupos de cristianos (o, según algunos autores, a seguidores del culto egipcio de Isis), apiñándolos en la arena y arrojando sobre ellos jaurías de perros salvajes.

Este artículo pertenece al número 198 de la revista Historia National Geographic.