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Una obra recientemente atribuida al genial pintor Diego Velázquez ha sido depositada "de forma temporal y prorrogable" en el Museo del Prado, donde será expuesta en una de sus salas, según informó el martes el museo madrileño. El Retrato de Felipe III de Velázquez ha sido donado a la institución American Friends of the Prado Museum por el norteamericano William B. Jordan, un conocido especialista del bodegón español, quien la adquirió en el mercado del arte londinense, donde figuraba como Retrato de don Rodrigo Calderón, debido a una inscripción apócrifa (que no era de la época en que se pintó) en su parte superior.
Jordan restauró y estudió la obra y, entonces, se planteó la posibilidad de que se tratase de una obra de Velázquez, concretamente un cuadro preparatorio del rostro de Felipe II que realizó el artista sevillano para la composición de La expulsión de los moriscos, obra fechada en 1627 que se destruyó en el incendio del Real Alcázar de Madrid en 1734 y que sólo se conoce por descripciones escritas. Felipe III (1578-1621), hijo de Felipe II y Ana de Austria, ordenó la expulsión de los moriscos entre 1609 y 1613: miles de ellos fueron embarcados de forma escalonada y transportados hasta Marruecos, Argelia y Túnez, en el norte de África.
No se trata propiamente de un retrato, pues generalmente miran de frente
El Retrato de Felipe III ha sido fechado entre 1623, cuando Velázquez llegó a la corte y difundió un nuevo estilo de retrato real, y 1631, cuando el pintor volvió de Italia y cambió de manera notable su estilo retratístico. El hecho de que Felipe III se encuentre casi de perfil y que eleve su mirada indica que no se trata propiamente de un retrato, pues generalmente miran de frente, sino de una imagen susceptible de ser incorporada a una escena de carácter narrativo. La incorporación en depósito de esta obra a las colecciones del Prado contribuye a completar el discurso de Velázquez como retratista real, ya que se trata de una pintura de una calidad extraordinaria e inédita para la investigación, que permite arrojar luz sobre una de las obras capitales del comienzo de la etapa cortesana del pintor, señala el Museo del Prado.