La corta y convulsa historia de una micronación

El motín de la Bounty y los colonos de la isla Pitcairn

Motines, secuestros, asesinatos, violaciones… la historia de la isla Pitcairn, en la Polinesia, es corta pero convulsa y tiene todos los ingredientes de una novela de náufragos.

"El motín de la Bounty", grabado del libro The chronicles of crime (ca. 1841)

"El motín de la Bounty", grabado del libro The chronicles of crime (ca. 1841)

Foto: CC

Situada literalmente en medio de ninguna parte, la isla Pitcairn parece el escenario perfecto para una historia de náufragos. Y realmente lo es, puesto que todos sus habitantes descienden de un grupo de náufragos por elección; que, después de amotinarse contra su capitán, robar un barco y secuestrar a unos tahitianos como esclavos, eligieron pasar el resto de sus vidas en una isla de apenas cinco kilómetros cuadrados perdida en los mares de la Polinesia. La corta historia de esta micronación isleña, uno de los últimos territorios de ultramar británicos, está teñida de conflictos: nacida de un motín y salpicada de episodios de violencia, algunos muy recientes.

La isla de Pitcairn está poblada íntegramente por descendientes de los marineros de la HMS Bounty que se amotinaron en 1789

El motín de la Bounty

En noviembre de 1787, el barco de la Armada Británica HMS Bounty zarpó de Inglaterra rumbo a Tahití. Su misión era establecer una plantación de frutipan, un árbol frutal nativo de la isla y muy productivo, cuyo fruto podía servir como raciones baratas para los esclavos que trabajaban en las plantaciones coloniales. Diez meses después, tras una penosa travesía, el barco llegó a Tahití y los marineros disfrutaron de cinco meses en lo que les debió de parecer un paraíso tropical. En aquel momento las relaciones con los tahitianos eran buenas, especialmente con las mujeres, que tenían relaciones íntimas con ellos a cambio de objetos que habían traído de Inglaterra.

Pero el 1 de abril de 1789 la Bounty volvió a zarpar y el teniente William Bligh, que era famoso entre los marineros por su comportamiento tiránico, se dispuso a restablecer la disciplina que, a su parecer, se había perdido durante la estancia en Tahití. El hartazgo y el resentimiento hacia él fueron creciendo hasta que, el 27 de abril, vertió la gota que colmó el vaso al acusar al suboficial Fletcher Christian de robar provisiones y castigó a toda la tripulación del barco por ello. Al día siguiente, Christian y otros 22 marineros se amotinaron contra Bligh, cogieron las armas y obligaron al teniente y a los 18 tripulantes que le habían sido leales a subir un bote salvavidas: les dieron raciones y un sextante para orientarse y los abandonaron a la deriva; después de un viaje de 47 días y 6.500 kilómetros, lograron llegar a las costas de Timor.

"Los amotinados abandonan al teniente Bligh y parte de los oficiales y tripulación a la deriva desde la HMS Bounty, 29 de abril de 1789"

"Los amotinados abandonan al teniente Bligh y parte de los oficiales y tripulación a la deriva desde la HMS Bounty, 29 de abril de 1789"

Aguatinta por Robert Dodd, 1790

Foto: Museo Marítimo Nacional, Greenwich

Por su parte, los amotinados sabían que tarde o temprano serían buscados por la justicia inglesa. En un primer momento regresaron a Tahití, ocultando a los nativos lo que había pasado en la Bounty, y les pidieron ayuda para someter a los indígenas de la isla de Tubuai, donde pensaban instalarse. Pero no tuvieron éxito y, cuando regresaron derrotados a Tahití, los jefes locales ya habían descubierto el engaño. Los amotinados votaron por mayoría destituir a Fletcher Christian, pero este reaccionó rápidamente: invitó a algunos tahitianos (catorce mujeres y seis hombres) a bordo del barco con el pretexto de organizar una fiesta, pero una vez a bordo, los secuestró y zarpó de la isla con los ocho ingleses que le habían permanecido leales, dejando en tierra a los dieciséis que habían votado contra él.

En busca de un nuevo hogar

Habiendo perdido el refugio que les ofrecía Tahití, los amotinados buscaron un lugar lo más remoto posible: en enero de 1790 encontraron ese lugar en el archipiélago de Pitcairn, situado a más de 2.000 kilómetros en la Polinesia. Este consta de cuatro islas y había sido cartografiado por el navegante Pedro Fernández de Quirós en 1606, pero un error en los mapas situaba el archipiélago a cientos de millas de donde realmente está, lo que lo convertía en un escondite idóneo. Además, aunque las islas habían sido habitadas siglos antes, en aquel momento estaban desiertas.

La isla Pitcairn

La isla Pitcairn

La isla sigue siendo remota hoy en día: para llegar hay que tomar un vuelo doméstico desde Tahití a Mangareva, en las Islas Gambier, y desde allí un ferry, en una travesía de más de 600 kilómetros.

Foto: iStock/TheDoe

Tras sacar de la Bounty todo cuanto podía serles de utilidad, incluyendo la madera del casco y los mástiles, los amotinados quemaron lo que quedaba del barco para evitar que les delatase y que nadie tuviera la tentación de huir. Así empezaron una nueva vida en Pitcairn, la isla principal del archipiélago, pero no tardaron en producirse los primeros conflictos entre ingleses y tahitianos. Los primeros se repartieron entre ellos la escasa tierra de la isla y las mujeres que habían secuestrado, dejando de lado a los tahitianos: los ingleses trataban a los hombres como a esclavos y se intercambiaban las mujeres.

En septiembre de 1793, los hombres tahitianos se rebelaron y mataron a cinco de los ingleses, incluyendo a su líder, Christian; unos meses más tarde, los cuatro supervivientes y algunas de las mujeres se cobraron su venganza y mataron a todos los hombres tahitianos. Los conflictos no terminaron ahí ya que William McCoy, uno de los supervivientes ingleses, aprendió a destilar alcohol a partir de una planta nativa: él y otro compañero se volvieron alcohólicos, McCoy finalmente se suicidó y el otro resultó muerto en un encontronazo violento con sus compañeros. Ya solo quedaban dos de los amotinados – John Adams y Ned Young –, nueve mujeres polinesias y diecinueve hijos e hijas que habían tenido entre sí.

Descendientes de los amotinados de la Bounty, en una fotografía de 1862

Descendientes de los amotinados de la Bounty, en una fotografía de 1862

De izquierda a derecha: John Adams (descendiente del amotinado homónimo), John Quintal, George Adams y Arthur Quintal.

Foto: CC

La colonia más remota

El fin del aislamiento llegó al cabo de unos años cuando, en febrero de 1808, el buque estadounidense Topaz desembarcó por casualidad en Pitcairn durante una expedición de caza de focas. Adams era el único superviviente de los amotinados y, junto con las mujeres y los niños, había construido una pequeña comunidad que más tarde se convertiría en Adamstown, la capital del archipiélago y única población de la isla.

En un primer momento, el Almirantazgo británico no prestó demasiada atención al único superviviente de un motín que había sucedido hacía más de veinte años. En 1814, cuando finalmente desembarcaron en Pitcairn, los oficiales de la Armada tuvieron una impresión positiva de Adams y de la comunidad que había creado, ya que incluso había construido una escuela para los niños y les había educado en el cristianismo. Decidieron perdonarlo y no arrestarlo, una suerte que no corrieron los amotinados que habían permanecido en Tahití: los diez supervivientes fueron arrestados y seis de ellos condenados a morir en la horca por su implicación directa en el motín de la Bounty.

Ilustración de la historia "Los amotinados de la Bounty", de Julio Verne

Ilustración de la historia "Los amotinados de la Bounty", de Julio Verne

El famoso escritor Julio Verne escribió en 1879 una historia sobre el motín de la Bounty, que forma parte de su colección Viajes extraordinarios.

Foto: CC

En 1838, el archipiélago de Pitcairn fue declarado oficialmente colonia británica, primero bajo jurisdicción del gobernador de Fiyi y después de Nueva Zelanda; a día de hoy es uno de los pocos territorios de ultramar que restan del antaño enorme imperio británico. La singular historia de la isla atrajo a unos pocos nuevos colonos, pero la mayoría terminaban marchándose a causa de la superpoblación o simplemente porque la vida en aquella remota isla no ofrecía demasiados alicientes.

Con solo 50 habitantes Pitcairn es la nación menos poblada del mundo.

Actualmente Pitcairn tiene solo 50 habitantes, lo que la convierte en la nación (que no país, puesto que no es independiente) menos poblada del mundo. Todos ellos son descendientes directos de los amotinados de la Bounty y de las mujeres a las que secuestraron en Tahití. Y como si de una maldición se tratase, la historia de esta isla sigue marcada por los conflictos y el abuso – especialmente sexual – hasta el presente: nada que ver con el paraíso al que aspiraban quienes se rebelaron contra el teniente Bligh en 1789.

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