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Las turberas o ciénagas son un fenómeno físico característico del norte de Europa. En muchos de estos lugares –sobre todo en Dinamarca, Países Bajos y Gran Bretaña– han ido apareciendo a lo largo de los años un número considerable de cuerpos momificados de un modo natural (son cientos hasta la fecha) que abarcan un amplio período cronológico: desde una joven descubierta en Koelberg (Dinamarca), que vivió hacia 10.000 a.C., hasta cadáveres del siglo XX.
Las ciénagas son lugares que contienen muy poca variedad de flora. En ellas predomina un tipo de musgo llamado esfagno, que hace que el agua tenga muy poco oxigeno y las bacterias causantes de la descomposición sean casi inexistentes, lo que contribuye a conservar los cadáveres sumergidos en ellas. Además, el esfagnato que contiene el musgo es una sustancia que cuando entra en contacto con los cuerpos los descalcifica y los curte, dando a muchas de estas momias un aspecto parecido al cuero.
Cuando el esfagnato del musgo entra en contacto con los cuerpos los descalcifica y los curte, dándoles un aspecto parecido al cuero
Pero ¿qué hacían esos cuerpos sumergidos en las ciénagas? ¿fueron asesinados y lanzados al pantano o hay algo más? Las momias presentan, en todos los lugares donde se han descubierto, características comunes que van más allá del simple crimen. En casi todos los casos, estas personas parecen haber sido asesinadas de forma ritual antes de ser lanzadas a la ciénaga.Algunas momias llevan alrededor del cuello una cuerda que sirvió, al parecer, para estrangularlas. Éste seria el caso de una de las más famosas, la del hombre de Tollund, que vivió en el siglo IV a.C. y fue descubierta en esta localidad de Dinamarca en 1950. El hombre de Tollund es, asimismo, uno de los cuerpos de las turberas mejor conservados. Se trata de un hombre de entre 30 y 40 años, que reposa en posición fetal, lleva un gorro de cuero en la cabeza y su rostro mantiene una expresión de absoluta serenidad.

Esta momia de una joven de unos 16 años conocida como la niña de Yde fue descubierta en Holanda y está datada entre los siglos I a.C. y I d.C. Alrededor de su cuello se puede apreciar la cuerda con la que fue estrangulada.
Foto: AP
Otros cuerpos que aún conservaban la cuerda con la que fueron estrangulados son el hombre de Borremose (Dinamarca), datado hacia 700 a.C. –aunque en este caso, a pesar de la cuerda, el análisis forense demostró que fue asesinado por un fuerte golpe en la cabeza–; la mujer de Elling (Dinamarca), que vivió en el siglo II a.C.; la niña de Yde (Holanda), datada entre los siglos I a.C. y I d.C., que fue estrangulada y apuñalada sobre su clavícula izquierda, o el hombre de Lindow, en Inglaterra, que vivió en el siglo I y además de ser estrangulado tenía golpes en la cabeza, heridas en el cuello y una costilla rota. Otros cuerpos sufrieron una muerte más violenta aún como el hombre de Grauballe (del siglo III a.C.), también descubierto en Dinamarca, al que golpearon con fuerza en el cráneo y después hicieron un profundo corte en la garganta, o el hombre de Croghan, hallado en Irlanda, del que sólo se descubrieron el torso y los brazos, pero presentaba indicios claros de haber sido torturado y apuñalado.
El hombre de Lindow fue estrangulado, y presentaba golpes en la cabeza, heridas en el cuello y una costilla rota
Los investigadores aún se preguntan el porqué de estos crímenes rituales. Una teoría defiende que estas personas, por algún motivo, rompieron las normas del grupo y su comunidad decidió deshacerse de ellos; otra hipótesis propugna que se trataría de algún tipo de ritual religioso: o una ceremonia puntual destinada a recabar auxilio divino ante alguna calamidad o una ceremonia tradicional de culto a las divinidades de los bosques y los pantanos que exigía algún tipo de sacrificio. Aunque no se ha llegado a ninguna conclusión definitiva respecto a estas muertes, algunos rasgos comunes entre los cuerpos pueden darnos pistas. Casi todos presentan algún defecto o deformidad física, lo que podría indicar que fue ese aspecto el que los hizo ideales como víctimas sacrificiales: la muchacha de Yde sufría de escoliosis, la mujer de Elling padecía una fuerte osteoporosis, un hombre hallado en Dojringe (Dinamarca) tenía el brazo derecho más corto que el izquierdo, espina bífida y dos trepanaciones...
Así, aunque todos estos datos han arrojado algo de luz sobre la vida y la muerte de estas personas y las sociedades en las que vivieron, el misterio que rodea a las momias de las turberas está aún lejos de ser resuelto.
Para saber más
José Miguel Parra. Momias. Crítica, Barcelona, 2010.