TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST
En el palacio del dios de mar Aegir, los dioses se reúnen con motivo de una fiesta para la que el anfitrión ha preparado cerveza. Entre los invitados figura Loki, que durante la celebración no para de acusar e insultar a unos y otros: a Idunn, encargada de custodiar las manzanas mágicas que mantienen a los dioses jóvenes, la acusa de «estar hambrienta de hombres» hasta el extremo de «abrazar al asesino de su hermano».
Loki –un enigmático dios del que tenemos poca información y que parece tener una afinidad con el caos– cruza insultos y acusaciones de toda índole con los otros dioses: Odín, jefe de todos los dioses y encargado del Valhalla, donde habitan los guerreros fallecidos en batalla y elegidos por él; Freyja, diosa de la sexualidad; Tyr, dios de la justicia; Njörd, dios de la tierra fértil y la costa marina, o Freyr, dios de la fertilidad. Como es de esperar, la reunión no acaba bien: Thor, uno de los hijos de Odín, aparece y amenaza a Loki con su martillo, haciendo que éste huya y se esconda.
Esta acalorada discusión entre los dioses se describe en uno de los poemas que nos explican la mitología nórdica: Lokasenna o Los sarcasmos de Loki. A diferencia de la mitología clásica (que los mismos griegos y romanos pusieron por escrito), los mitos nórdicos se plasmaron en textos cuando los vikingos ya no eran vikingos, y el paganismo, si sobrevivía, lo hacía como superstición en una sociedad ya plenamente cristiana.
En realidad, el nombre de «vikingos» es el que utilizaron los cronistas europeos para referirse a los pueblos escandinavos que entre el siglo VIII y mediados del XI exploraron mares y ríos para comerciar o colonizar otras tierras, y no para dedicarse exclusivamente al pillaje, como parece desprenderse de los textos medievales y que recogieron después los historiadores.
De hecho, las creencias de estos pueblos –que tanto atacaban monasterios como comerciaban en Hispania o las islas Británicas– incorporaron elementos culturales de las sociedades cristianas con las que entraron en contacto. Por ello resulta complicado saber con exactitud cómo pensaban y cuál era su religión.
Los mitos nórdicos
Tal y como los conocemos ahora, los mitos nórdicos provienen del siglo XIII, cuando fueron puestos por escrito en Islandia, que los noruegos habían colonizado en el siglo IX. No se trata, pues, de los mitos originales como los relataban los vikingos, sino de lo que se conocía de su antigua mitología cuatrocientos años después de su llegada a Islandia.
En su versión narrativa nos han llegado a través de dos obras fundamentales que comparten el mismo nombre: Edda, cuyo significado exacto no está del todo claro aunque posiblemente derive de óthr, «poesía» en islandés antiguo. Sabemos que el autor de una de estas obras, la Edda en prosa, fue el clérigo islandés Snorri Sturluson (1178-1241), y que su objetivo principal no era tanto explicar los mitos nórdicos como preservar el conocimiento y el arte poético de los escaldos.
Éstos eran poetas de las cortes de los reyes escandinavos, y sus composiciones se basaban en el uso de kenningar, elaboradísimas metáforas cuya comprensión requiere cierto conocimiento de la mitología. Por ejemplo, la «sangre de Kvasir» es el hidromiel, la bebida de los dioses, ya que en uno de los mitos esta sustancia se hace con miel y con la sangre de aquel personaje, asesinado por dos enanos. La otra fuente narrativa principal se conoce como Edda poética; su autoría se suele atribuir al mismo Snorri, y es un conjunto de poemas mitológicos y heroicos que sobreviven en diferentes manuscritos de varias épocas, el más antiguo de los cuales, conocido como Codex Regius, data del siglo XIII.
La religión de los vikingos
Podríamos preguntarnos qué tipo de religión tiene como dioses a seres adúlteros, cobardes o codiciosos como los que protagonizan la grosera discusión de la que hemos hablado al comienzo de este artículo. O qué religión presentaría al dios principal, «padre de todos», humillado por otro, como hace Loki con Odín.
Si con esto nos resulta difícil entender sus relaciones, aún tenemos que añadir que muchas veces no están claros los límites entre los diferentes dioses. Por ejemplo, existen hasta tres grandes divinidades relacionadas con el mar: Ægir, Rán y Njörd. Lo mismo sucede con Odín, Thor y Freyja, vinculados a la guerra y la muerte.
Por otra parte, debemos observar que, en su empeño por entender los mitos de sus antepasados, los clérigos medievales aplicaban muchas veces una interpretación basada en la mitología clásica, siguiendo el ejemplo del historiador romano Tácito, que en su Germania identificaba a Odín con Mercurio.
Lo que sí podemos afirmar con cierta seguridad es que los dioses que recoge la mitología nórdica fueron adorados por los vikingos, como demuestran los topónimos de la geografía escandinava, con nombres derivados del dios Odín, como el de la ciudad danesa de Odense; o de Thor, como el de la isla sueca de Torsö, «la isla de Thor».

El funeral de un vikingo, por Frank Dicksee
Incluso hay lugares que han tomado el nombre de divinidades que se mencionan de forma marginal en la mitología pero que debieron de recibir un culto importante, como Ullr, del que las fuentes escritas sólo nos dicen que era bueno con el arco y se desplazaba con esquíes, y que cuenta con multitud de topónimos en Noruega y Suecia.
Entonces, ¿es la mitología nórdica una invención de clérigos cristianos medievales que nada tiene que ver con la religión de los vikingos? Ciertamente, no. Se ha demostrado que la fecha de creación de muchos poemas de la Edda poética es anterior a la fecha en que se pusieron por escrito.
En realidad, el pasado pagano pervivió durante la Edad Media e incluso más allá. Una prueba de ello, ya en el siglo XIV, son los escritos de la mística cristiana Brígida de Suecia, que denunciaba prácticas de este tipo: advertía, por ejemplo, que no se debe alimentar a los elfos, una de las especies del mundo mitológico escandinavo.
En otras ocasiones, narraciones que conocemos por la mitología tienen una confirmación arqueológica, como sucede con las piedras rúnicas. Las runas eran un sistema de escritura utilizado por los pueblos germánicos desde el año 150 d.C. y, consecuentemente, también por los vikingos. La gran mayoría de las piedras rúnicas que han sobrevivido datan de la época vikinga, y recuerdan a quienes participaron en expediciones comerciales o de saqueo.
En muchas ocasiones, las runas presentan simplemente la inscripción con algún elemento decorativo, pero otras veces se mezclan en ellas símbolos cristianos y paganos. Ejemplos de ello serían la piedra de Ledberg, en Suecia, o la Cruz de Thorwald, en la isla de Man (entre Gran Bretaña e Irlanda), que parecen representar el momento del Ragnarök en que el lobo Fenrir ataca a Odín.
El Ragnarök y el Valhalla
Popularizado por Wagner como el «crepúsculo de los dioses», el Ragnarök es una serie de hechos que se describen en diferentes mitos, recogidos sobre todo en la Edda poética, y que conducen al fin de los dioses y el renacer de una nueva generación de divinidades.
La muerte de Odín por Fenrir forma parte de esta cadena de acontecimientos. El Ragnarök se desencandena como una lucha entre criaturas mitológicas: por un lado, los dioses y los guerreros muertos elegidos para el Valhalla; por otro lado, sus adversarios, encabezados por Loki y los gigantes.
El lobo Fenrir es hijo de Loki, y luchará del lado de éste en la batalla final, la cual pone fin a la serie de acontecimientos que parecen tener influencias del Apocalipsis cristiano.
La arqueología ofrece otros ejemplos de elementos de la vida diaria de los vikingos que parecen corroborar la creencia en determinados elementos mitológicos, como el Valhalla. Se trata de un palacio donde durante el día los guerreros caídos en combate y elegidos por Odín, los einherjar, se entrenan en la lucha y en la guerra. Por la noche, los que han muerto durante este entrenamiento vuelven a la vida para unirse a un festejo encabezado por Odín.
Justamente Odín era el encargado de seleccionar como habitantes del Valhalla a los mejores hombres fallecidos en la guerra. Para este fin contaba con las valquirias, criaturas aladas que lo ayudaban a escoger a los elegidos y los llevaban hasta el Valhalla, y a quienes servían hidromiel durante el festín nocturno.
Existe una buena cantidad de figuritas –posiblemente usadas como colgante– que representan a una mujer ofreciendo bebida en un cuerno, y que a primera vista parecen ser representaciones de valquirias. Sin embargo, uno de los rituales relacionados con la creación de vínculos entre los jefes o reyes y sus guerreros es aquel en que la consorte del caudillo ofrece bebida a los invitados. Por tanto, puede que esas figuritas, más que ser una representación de la valquirias, tuvieran relación con este tipo de ceremonia.
El Más Allá de los vikingos
Lo que sí sabemos con seguridad de la religión de los vikingos es la creencia en un Más Allá y un culto funerario cuyos rituales incluían sacrificios humanos.
Tenemos relatos que detallan estas prácticas y que la arqueología ha confirmado. Uno de ellos es obra de Snorri Sturluson (el autor de la Edda en prosa), que da cuenta de ello en una crónica sobre los reyes escandinavos: la Heimskringla. En ella se explica que Odín instauró unas leyes por las que todos los muertos se quemarían junto a sus posesiones en una pira, para que las riqueza les acompañaran en el Valhalla.
Las cenizas deberían llevarse al mar o enterrarse bajo tierra. Para todos los hombres «notables» se erigirían túmulos con carácter de monumento conmemorativo; y para quienes hubieran demostrado grandes cualidades se levantarían monumentos en piedra.
El otro relato de que disponemos es de Ahmad ibn Fadlan, un viajero y escritor árabe del siglo X que en su crónica Risala describe con detalle un ritual funerario de esas características, tras un encuentro con los vikingos en el Volga. Se refiere al fallecido casi con las mismas palabras empleadas por Snorri: se trata de «un hombre prominente», cuyo cadáver, tras diez días de celebración, se deposita en un barco junto con algunas de sus pertenencias y una esclava que es violada y asesinada. Ambos son quemados con el barco y luego sus cenizas se cubren con un túmulo.
Independientemente de si esta creencia en el Más Allá estaba o no relacionada con el Valhalla, el culto y la memoria funeraria parecen elementos importantes de la religión vikinga.
Por otra parte, es importante señalar que el culto a las diferentes deidades estaba enraizado en la Naturaleza y el paisaje. Incluso las piedras rúnicas que se erigen en memoria de los muertos suelen conmemorar la construcción de un puente. Los relatos fantásticos en que derivará el material mitológico escandinavo a finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna convertirán estos túmulos en lugares de encuentro con los muertos (en realidad, los no muertos), que pueden volver para ajustar cuentas con los vivos o incluso para solucionar asuntos amorosos pendientes, como relata una composición de la Edda poética.
La arqueología nos enseña que las prácticas funerarias descritas por Snorri e Ibn Fadlan coexistían con otras como el entierro de barcos enteros sin quemar; las cámaras funerarias, a veces situadas bajo túmulos rodeados por piedras alineadas en la forma de barco, o la simple inhumación (el entierro del cadáver).
Esta variación se debe entender en el marco de una religión que no fue sistematizada por una jerarquía, y en la que además de las diversas prácticas funerarias también debían de existir variaciones en la forma de adorar a los dioses, cuyos nombres son quizás el único vestigio claro que nos permite vislumbrar la religión de los vikingos. Todo lo demás pertenece al ámbito del mito, ya desligado de los rituales originales.
La mitología nórdica nos da indicios para interpretar el pasado, pero lo que sabemos de los antiguos dioses es, en buena medida, lo que nos explicaron de ellos los autores cristianos islandeses del siglo XIII que escribían sobre sus ancestros. Las historias de Odín, Thor y Loki nos siguen fascinando, pero lo que significaban estos dioses para los vikingos, y la manera en que les rendían culto, no es tanto una verdad histórica como algo siempre sujeto a interpretación.