Misterios y curiosidades del antiguo Egipto

La misteriosa "cofradía de las siete Hathor"

En el antiguo Egipto, Hathor era una de las deidades más veneradas. Diosa de la música, del amor, aunque también poseedora de un lado terrible, según el mito tenía siete "manifestaciones" que asistían a los partos y podían profetizar el momento de la muerte de una persona. En los templos egipcios, una representación de estos personajes, conocida como "cofradía de las siete Hathor", llevaba a cabo rituales mistéricos en los mammisi, espacios donde tenía lugar el nacimiento sagrado.

Capiteles Hathóricos en el templo dedicado a esta diosa en Dendera, en el Alto Egipto.

Capiteles Hathóricos en el templo dedicado a esta diosa en Dendera, en el Alto Egipto.

Capiteles Hathóricos en el templo dedicado a esta diosa en Dendera, en el Alto Egipto.

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Un grupo de siete mujeres se encuentra en el mammisi del templo dedicado a la diosa Hathor en Dendera. Este es un espacio sagrado, el ámbito donde tiene lugar el misterio del nacimiento divino. Aquí están a punto de desarrollarse los misterios de esta diosa "única y sin par en el cielo", representada por la Vaca Celeste, divinidad de la música, de la danza y del amor, que residía en un sicomoro, pero también era la diosa "soberana del Hermoso Occidente", que recibía a los difuntos que llegaban al otro mundo. Aunque tampoco era aconsejable olvidar su vertiente vengativa.

 

Estas siete mujeres, iniciadas en los misterios de Hathor, constituían un grupo conocido como "cofradía de las siete Hathor", llevaban los títulos de "las venerables" y también las "perfectas, bellas y ensortijadas". Al frente de ellas se encontraba una superiora, que portaba en su mano un cetro cuyo extremo tenía la forma de una umbela de papiro. Las Hathor eran siete, puesto que este era un número sagrado especialmente vinculado a la espiritualidad femenina. 

protectoras de los nacimientos

Las siete Hathor llevaban largos vestidos adornados con cintas de hilo de color rojo. Con ellas formaban siete nudos en los que quedaría apresado el Mal. En la frente lucían un ureo, la cobra protectora de la realeza, que escupía llamas que podían ser tanto purificadoras como destructoras. 

Pero ¿cuál era su propósito? ¿conocemos qué tipo de rituales llevaban a cabo estas mujeres? Según la mitología egipcia, las siete Hathor representaban a las siete hijas de la luz divina, el dios solar Re, y entre sus cometidos se encontraba decidir la duración de la vida humana (un poco como las parcas para los romanos o las moiras para los griegos). Por ello, las siete Hathor se hallaban simbólicamente presentes en el momento del nacimiento, adquiriendo especial relevancia en el del nuevo faraón. Su función principal, así, consistía en ahuyentar el Mal, contribuir al mantenimiento de la armonía y proteger los nacimientos.

Las siete Hathor representaban a las siete hijas de la luz divina, el dios solar Re, y eran las encargadas de decidir la duración de la vida humana.

Relieve que muestra a un grupo de mujeres ejecutando una danza mientras otras dos baten palmas acompasadamente.

Relieve que muestra a un grupo de mujeres ejecutando una danza mientras otras dos baten palmas acompasadamente.

Relieve que muestra a un grupo de mujeres ejecutando una danza mientras otras dos baten palmas acompasadamente.

Cordon Press

Como parte de sus rituales mistéricos, las siete mujeres que formaban parte de la sagrada cofradía paseaban por los marjales repletos de los papiros, tocaban instrumentos musicales, como panderetas o sistros, batían palmas y se cogían de las manos formando una cadena. Las ceremonias en honor a Hathor, que se llevaban a cabo en el mammisi del templo, terminaban con una libación de vino.

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himnos y objetos sagrados

En el transcurso de la ceremonia, la superiora de la cofradía recitaba una salmodia en honor a la diosa: "Nuestra música es para Hathor, bailamos para ella, señora de los cetros, del collar y del sistro [...]. Tocamos la pandereta y cantamos cadenciosamente para la señora de la alegría, la danza y la música, la dama de los hechizos, soberana de la morada de los libros [...]. Cielo y estrellas dan un concierto en su honor, y el Sol y la Luna le cantan alabanzas".

Las iniciadas en los misterios usaban en sus ceremonias diez objetos sagrados, que podían representarse en miniatura o plasmarse en los muros de los templos.

Sistro decorado con el rostro de la diosa Hathor. Museo Egipcio de Barcelona.

Sistro decorado con el rostro de la diosa Hathor. Museo Egipcio de Barcelona.

Sistro decorado con el rostro de la diosa Hathor. Museo Egipcio de Barcelona.

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Las mujeres iniciadas en los misterios de la diosa utilizaban en sus ceremonias diez objetos sagrados: el llamado "collar de la resurrección"; una clépsidra, o reloj de agua, relacionado con el dios lunar Thot; dos sistros que con su sonido alejaban el Mal; el símbolo de Hathor, compuesto por dos alas; un recipiente lleno de leche dulce; otra vasija con vino; una corona de oro, material del que estaba hecha la carne de los dioses, para ceñir la frente de la diosa; una puerta monumental, y, finalmente, el mammisi propiamente dicho, que, como hemos visto, es el espacio del templo donde tenía lugar el nacimiento sagrado. Todos estos elementos podían ser representaciones en miniatura o podían plasmarse en los muros de los templos dedicados a Hathor.

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escapar a un destino funesto

Relacionado con las siete Hathor ha llegado hasta nosotros una singular historia del Reino Nuevo, que se ha conservado en el reverso del Papiro Harris 500, que se conoce como la Historia del príncipe predestinado. En esta especie de cuento, el papel que juegan las siete Hathor recuerda un poco a la actitud de las hadas en los cuentos europeos medievales.

Según la narración, un faraón y su esposa, después de intentarlo durante mucho tiempo, finalmente fueron bendecidos con un hermoso hijo. A su nacimiento acudieron, como no podía ser de otro modo, las siete Hathor, que predijeron que el niño moriría joven, víctima de un animal salvaje. Los padres, desesperados, encerraron a su hijo en una fortaleza en el desierto para preservarlo de todo mal. Y allí creció el muchacho hasta que se convirtió en un apuesto joven.

Para combatir su soledad, el joven pidió a su padre que le dejase al menos disfrutar de la compañía de un perro, y el faraón, pensando que no había ningún mal en ello, le concedió su deseo. Un día, el joven y su mascota escaparon de su encierro y viajaron hasta una ciudad, donde el chico conoció a una bella princesa que también se hallaba prisionera en una torre. El padre de la muchacha declaró que solo la liberaría cuando un pretendiente, de un salto, pudiera llegar hasta ella. El príncipe lo logró y se casó con la joven, con la que vivió felizmente.

El joven príncipe, encerrado en su torre, pidió a su padre que le dejase tener un perro para combatir su soledad.

Estela Metternich, elemento que servía para protegerse de las mordeduras de serpientes y cocodrilos. MET, Nueva York.

Estela Metternich, elemento que servía para protegerse de las mordeduras de serpientes y cocodrilos. MET, Nueva York.

Estela Metternich, elemento que servía para protegerse de las mordeduras de serpientes y cocodrilos. MET, Nueva York.

PD

Un día, una serpiente estuvo a punto de morder al joven príncipe. Su esposa logró matarla y la dio de comer al perro, que años después, incomprensiblemente, atacaría a su amo. Este, temiendo por su vida, se lanzó al río, donde ayudó a un cocodrilo a vencer al espíritu de las aguas. Cuando salió del río, su perro volvió a atacarle y el príncipe no tuvo más remedio que darle muerte. Suspiró aliviado creyendo que se había librado por fin de la terrible profecía de las siete Hathor. 

Pero nada más lejos de la realidad. Del vientre del perro muerto surgió la serpiente que su esposa le había dado a comer años atrás, y, esta vez sí, mordió mortalmente al príncipe, acabando con su vida, con lo que quedaría demostrado que nadie, ni siquiera príncipes y reyes, puede escapar a su destino (shai), si ha sido fijado de antemano por las siete Hathor.