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Posiblemente uno de los objetos más bellos, y seguramente también más controvertido, que se encontró en la tumba de Tutankhamón no sea ni un hermoso pectoral de oro y piedras semipreciosas, ni un mueble hermosamente cincelado ni tampoco un magnífico sarcófago de oro o una espléndida máscara funeraria, sino una pequeña cabeza infantil del faraón, que conserva su policromía original y representa al rey niño como el dios Nefertum, encarnación del Sol al amanecer. La cabeza, de treinta centímetros de altura, hecha de madera, enyesada y pintada con vibrantes colores, surge de un loto, flor que se abre al alba y es símbolo de resurrección y renacimiento.
La cabeza de Nefertum, al parecer fue de los primeros objetos descubiertos por Carter y, según el egiptólogo, se hallaba en el corredor de entrada de la tumba. Pero lo curioso del caso es que Carter no informó de inmediato a las autoridades sobre el hallazgo, y más raro aún, la pieza fue localizada posteriormente, perfectamente envuelta, en el interior de una caja de botellas de vino de la firma Fortnum and Mason por dos representantes del Servicio de Antigüedades egipcio, Pierre Lacau y Rex Engelbach, el 30 de marzo de 1924 en la tumba de Ramsés XI, sepultura que era utilizada por el equipo de excavación como almacén. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué no había dicho nada Howard Carter sobre ella?
¿Un descuido accidental?
En aquellos momentos, Howard Carter se encontraba en Estados Unidos dando una serie de conferencias. El egiptólogo británico había aprovechado el cierre temporal de la tumba, debido a una serie de problemas burocráticos con las autoridades egipcias que comportaron la cancelación de la licencia de excavación, para iniciar su gira americana. Como la relación entre el excavador y el Servicio de Antigüedades entonces no era precisamente fluida, las autoridades creyeron que la intención de Carter era hacerse con la estatua.

Vista frontal de la cabeza de Nefertum. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: Cordon Press
Cuando regresó a Egipto, Carter declaró que jamás había sido su intención ocultar la existencia de tan fabulosa pieza, y que mucho menos tenía la intención de quedársela. De hecho, reconoció que la había descubierto en la tumba y que, simplemente, procedió a embalarla con sumo cuidado debido a su fragilidad y que estaba en el almacén a la espera de poder ser transportada al Museo Egipcio de El Cairo con el resto de objetos. Pero la explicación no convenció a nadie, y, en este caso, siempre ha planeado sobre el descubridor de la tumba la sombra de la sospecha.
Carter declaró que jamás había sido su intención ocultar la existencia de tan fabulosa pieza, y que mucho menos tenía la intención de quedársela.
Y es que Carter, respecto al descubrimiento de Tutankamón, no menciona la pieza en sus notas originales cuando detalla las excavaciones que se llevaron a cabo el mismo día que se descubrió el objeto, cuando aún desconocía quien era el propietario de la tumba: "Mientras limpiamos el pasaje descubrimos mezclados fragmentos de vasijas, jarras y numerosos fragmentos de objetos pequeños; pellejos tirados por el suelo junto a jarras de alabastro, enteras y rotas, y vasijas de cerámica de vivos colores; todos ellos correspondientes a un enterramiento que se vio interrumpido, pero sin decirnos a quién pertenecían, aunque por el tipo de objetos dedujimos que databan de los últimos años de la dinastía XVIII. Eran unos elementos inquietantes que apuntaban a que se había producido un saqueo". Ninguna mención a la cabeza de Nefertum.
El enigma de su ubicación
Otro hecho curioso es el lugar donde Carter dice que la halló, en el corredor de entrada de la tumba. ¿Qué hacía allí? Una de las hipótesis que se ha barajado es que los antiguos sacerdotes la colocaron allí para asegurarse de que el espíritu del rey salía por el corredor cada mañana para volver a renacer como el Sol, aunque seguramente la explicación sea mucho más prosaica: se les cayó a los saqueadores que penetraron en la tumba, o incluso la tiraron, puesto que no les interesaba el objeto en sí, sino las posibles joyas con las que casi con total seguridad estaba adornado. De hecho, el pasador de un pendiente colgaba de su perforada oreja izquierda.

Perspectiva lateral de la cabeza de Nefertum surgiendo de un loto. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: Cordon Press
Una explicación de la ubicación de la pieza en el corredor de entrada a la tumba es que se les cayó a los saqueadores, o que la tiraron puesto que no les interesaba el objeto en sí, sino las posibles joyas que portaba.
El misterio continúa. ¿Por qué Carter no menciona esta cabecita? Posiblemente nunca lo sepamos. Pero, sea como fuere, la cabeza de Nefertum sería llevada al Museo Egipcio de El Cairo, donde se expuso con el resto de objetos descubiertos en la tumba. Con el tiempo, viajó a otros países con motivo de diversas exposiciones que sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankamón se realizaron fuera de Egipto. En uno de esos viajes, el pequeño busto fue objeto de una completa restauración que le ha devuelto gran parte de su antiguo esplendor. Hoy en día, la hermosa cabeza de Nefertum sigue siendo una de las piezas estrella de los tesoros de la tumba que se exhiben en la institución cairota y una de las más admiradas de su incomparable colección.