El joven sacerdote está nervioso. Es la primera vez que va a participar en un festival tan importante como este. Para él es un gran honor servir a Osiris, el gran dios del inframundo. Forma parte de la cuadrilla de sacerdotes que llevará sobre sus hombros la barca con la estatua de culto de la divinidad a través del trayecto que conduce hasta su tumba mítica. A pesar de que el sol empieza a descender en el horizonte, el joven suda profusamente. Se ha entrenado a fondo para no equivocarse y espera no fallar. Sería una vergüenza para su sumo sacerdote y para su propia familia. Se acerca el momento, debe agacharse con los demás para levantar el catafalco que sostiene la barca y la estatua. Un, dos, tres... ¡Arriba! Perfecto, parece que todo ha ido bien. El joven musita una oración. Por fin empieza la procesión. Larga vida al dios Osiris...
El dios resucitado
A lo largo de toda su historia, que abarca nada más y nada menos que tres mil años, muchos han sido los festivales religiosos que se han celebrado en el antiguo Egipto. Algunos de ellos han tenido tanta reprecusión que han perdurado durante todo ese enorme lapso de tiempo. Es el caso de uno de los más célebres y sagrados: el que conmemoraba la muerte y resurrección en Abidos (su ciudad sagrada) de uno de los dioses más importantes del panteón egipcio, Osiris.

Templo de Osiris en Abidos.
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Uno de los festivales más célebres y sagrados fue el que conmemoraba en Abidos la muerte y resurrección de uno de los dioses más importantes del panteón egipcio, Osiris.
Al principio de los tiempos, Osiris era un rey vivo que fue asesinado y descuartizado por su celoso hermano Seth. Sus miembros fueron arrojados al Nilo y recuperados tras un penoso periplo por Isis, esposa y hermana de Osiris, que mágicamente logró recomponerlos e incluso pudo concebir al hijo de ambos, el dios halcón Horus. Horus creció y derrotó a su tío Seth, y tras ello heredó el trono de su padre. Por eso el faraón en vida se asimila a Horus y tras la muerte, se une a Osiris, el rey fallecido. Osiris se representa siempre como un faraón difunto, de aspecto momiforme que porta los atributos reales. Su color es negro o verde en referencia a la fertilidad del limo dejado por la crecida del Nilo.

Los dioses Horus y Seth coronando al faraón Ramsés III. Vista posterior de una estatua.
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Estelas para alcanzar la bendición
Si nos centramos en cómo transcurría este festival durante el Reino Medio (1980-1760 a.C.) veremos que al versar sobre la muerte y resurrección de Osiris, el señor del más allá, constituía una promesa de vida eterna para los difuntos que habían sido bendecidos por el dios. De hecho, para lograr esa bendición, todo aquel que podía permitírselo erigía estelas o capillas con ofrendas a lo largo del recorrido de la procesión (cuyo punto de inicio era el templo de Osiris). Todas estas estelas se concentraban cerca de la entrada occidental del santuario, una zona conocida como "la terraza del gran dios", desde donde el cortejo transitaba hasta el desierto. Era un modo de asegurarse la eterna participación en estos ritos. Una de estas estelas fue erigida por el tesorero Ikhernofret, enviado a Abidos por el faraón Sesostris III (1837-1819 a.C.) en el año diecinueve de su reinado para reparar la estatua divina y ocuparse de los rituales. Tras ello, Ikhernofret dedicó una estela donde contaba el transcurso de la festividad en la que dice lo siguiente: "Yo 'interpreté' la salida de 'el que abre los caminos', cuando avanzó para vengar a su padre; expulsé a los enemigos de la barca de Neshmet, repelí a los enemigos de Osiris. Luego 'interpreté' una gran salida, mientras Toth [el dios de la escritura] se encargaba de la navegación".

El faraón Sesostris III, de la dinastía XII.
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Para lograr la bendición del dios, todo aquel que podía permitírselo erigía estelas o capillas con ofrendas a lo largo del recorrido de la procesión (cuyo punto de inicio era el templo de Osiris), que se concentraban cerca de la entrada occidental del santuario.
Estas estelas funerarias invocaban con frecuencia a dos dioses representados en forma de cánidos: Upuaut y Anubis. El primero era un antiguo dios funerario de Abidos y jugaba un papel activo en los ritos que aquí tenían lugar. De hecho, Upuaut, cuyo nombre significa "el que abre los caminos", tenía la función de "proteger a su padre" Osiris durante la procesión. Este dios cánido se asociaba a cementerios y ritos fúnebres, lo que queda claro en su título: "señor de la tierra sagrada". Upuaut guiaba a las almas de los difuntos hasta el reino de Osiris. Por su parte, Anubis, otra divinidad cánida, presenta una iconografía muy similar a la de Upuaut, y comparte con él el título de "señor de la tierra sagrada". Pero las funciones de Anubis son distintas a las de su homólogo canino. Anubis adquirió una enorme importancia en los rituales funerarios, eclipsando a Upuaut. Anubis era el encargado de embalsamar el cuerpo del difunto (como hizo con Osiris) y dirigía las ceremonias funerarias sobre la momia (como por ejemplo el ritual de la Apertura de la Boca).

Etiqueta de marfil del rey Den. Ante él, un estandarte del dios Upuaut. Museo Británico, Londres.
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Ceremonia de la Apertura de la Boca. Ataúd de Amenemope.
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Venciendo al caos
Los misterios de Osiris reunían a una gran cantidad de fieles y se llevaban a cabo una vez al año. Al parecer, antes de la procesión en la que se llevaba a cuestas la imagen del dios, tenía lugar otra procesión guiada por Upuaut, cuyo punto culminante era el combate contra los enemigos de Osiris y la expulsión de las fuerzas del caos. Después de esto, la estatua de culto de Osiris era llevada en procesión sobre una barca ritual (que recibía el nombre de Neshmet), a hombros de los sacerdotes, desde el templo hasta la supuesta tumba del dios en Umm el-Qaab (lugar donde se han descubierto las tumbas de los reyes de las dinastías 0, I y II). Osiris se muestra en este momento del rito como un rey muerto en su forma de Khentamentiu (este era el nombre de un antiguo dios chacal, protector de la necrópolis de Abidos, que acabó convirtiéndose en un epíteto de Osiris), "aquel que está al frente de los habitantes del Oeste" (es decir, los difuntos).

Barca sagrada. Relieve en color procedente del templo de Abidos.
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La estatua de culto de Osiris era llevada en procesión sobre una barca ritual (que recibía el nombre de Neshmet), a hombros de los sacerdotes, desde el templo hasta la supuesta tumba del dios en Umm el-Qaab.
De este modo, la procesión atravesaba la necrópolis que delimitaba con la zona oriental del templo, y que era una auténtica ciudad de los muertos, hasta llegar a Umm el-Qaab. Una vez aquí, tenía lugar una noche de vigilia en la que el dios se regeneraba como Unenefer ("el que continúa siendo perfecto"). A partir de ese momento tenían lugar los misterios propiamente dichos (a los que sólo podían asistir los sacerdotes) y de los que apenas se conoce nada. Al parecer se desarrollaban unos rituales que recreaban la matanza de los enemigos del dios (la llamada fiesta de Haker), y algunos textos tardíos mencionan que Osiris era coronado como "justo de voz".

Estela con representación de los dioses Osiris, Isis y Horus.
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Tras los rituales, la procesión regresaba al templo entre muestras de jolgorio y alegría. Se había vencido al caos, al mal y a los enemigos de Egipto. Tal como declaraba el funcionario Ikhernofret en su estela: "Le hice avanzar hacia el interior de la barca (llamada) la Grande y para que esta llevara su belleza. Me regocijé en el corazón de las colinas del desierto occidental, creé alegría en estas colinas, cuando ellos vieron la belleza de la barca Neshmet, mientras abordé a Abidos, (la barca) que trajo de vuelta a su palacio a Osiris, el señor de la ciudad. Seguí al dios a su casa, lo hice purificarse y volver a unirse a su trono". El mundo podía estar tranquilo durante un año más, hasta la próxima celebración. Osiris había triunfado de nuevo sobre sus enemigos.