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La misión arqueológica francesa en el centro de Omán, dirigida desde 2011 por Guillaume Gernez, ha investigado en los últimos años una región inexplorada: Adam, una zona fronteriza entre el desierto árido y los oasis fértiles. "Queríamos evaluar los restos arqueológicos y conocer el impacto de la evolución climática en las comunidades que ocuparon este lugar tan apartado", explica Gernez a National Geographic. "Parecía posible encontrar evidencias de relaciones directas intraarábigas, desde la domesticación del camello e incluso desde antes", añade. Los arqueólogos excavaron los vestigios de dos grandes edificios en el sitio de Mudhmar Este, situado junto a una antigua encrucijada de rutas comerciales. Lo que hallaron enterrado en el edificio más grande, de unos quince metros de longitud, los dejó perplejos: una colección de armas de bronce de la Segunda Edad del Hierro (900-600 a.C.) que no eran funcionales, es decir, estaban hechas a escala reducida e imitando unas armas de verdad. En otra estancia incluso había miniaturas: "¡Hay un arco que sólo mide unos diez centímetros!", comenta Gernez. "No sabemos por qué", admite.
"¡Hay un arco que sólo mide unos diez centímetros!", comenta Guillaume Gernez
Entre los objetos a escala reducida hay dos carcajes con seis flechas cada uno. Todo el material es metálico y obviamente no fue concebido para ser utilizado. El segundo grupo de armas incluye cinco hachas de guerra, cinco dagas con el pomo en forma de media luna, típico de la Segunda Edad del Hierro, además de unas cincuenta puntas de flecha y cinco arcos completos con cuerdas hechas de bronce. "Nunca se han encontrado objetos de este tipo: los arcos hechos de metal se desconocían completamente hasta ahora en la península arábiga y en Oriente Medio", subraya el Centro Nacional para la Investigación Científica (Francia) en una nota de prensa. El segundo edificio, con forma de plataforma, constituye la pista más importante para desvelar el misterio de las armas en miniatura. En su interior se han hallado varios fragmentos de cerámica de quemadores de incienso y pequeñas serpientes de bronce, unos objetos que en aquellos tiempos estaban relacionados con prácticas rituales. "Las armas debieron de ser objetos votivos utilizados en ceremonias o depositados como ofrendas, pero no sabemos si en honor de un dios, de un jefe o de unos guerreros de alto rango", reflexiona Gernez. "La principal figura ritual es la serpiente, un dios o un atributo de un dios, considerada por algunos investigadores como el guardián del cobre y del agua", concluye.