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Uno de los aspectos más curiosos que rodearon el descubrimiento de la tumba de Tutankamón por Howard Carter fue la presencia en el interior de la tumba de numerosas piezas de lino pertenecientes al faraón: taparrabos, túnicas, guantes, pañuelos... Una enorme concentración de piezas de ropa nunca antes vistas en ninguna tumba del antiguo Egipto.
El problema era que, al tocarlas, la mayoría de estas piezas se deshacía ante la mirada desolada de los arqueólogos. "¿Cómo manejar una tela que se deshacía con solo tocarla y que estaba recubierta con una elaborada y rica decoración? Este mismo problema se nos presentaría constantemente en el curso de nuestro trabajo", escribiría en su diario un consternado Carter.
Telas apretujadas y revueltas
Según cuenta el propio Howard Carter, el problema principal lo presentaron las túnicas del rey por el modo en que los sirvientes las habían guardado: "La cuestión de las telas y cómo tratarlas se nos hizo muy complicada en esta tumba por el rudo tratamiento que habían recibido. De hecho hubiéramos podido manejarlas con facilidad si hubiesen estado extendidas o bien dobladas, o incluso si hubieran permanecido tiradas por el suelo de la cámara, tal como las dejaron los saqueadores. Pero nada peor para nuestros propósitos que el tratamiento que recibieron en el proceso de limpieza durante el cual se amontonaron, apiñaron y mezclaron las diversas prendas, colocándolas muy apretadas en las cajas junto con otros objetos, bien incongruentes en algunos casos". En resumen, que las habían empaquetado apresuradamente y de un modo absolutamente descuidado.
Nada peor para nuestros propósitos que el tratamiento que recibieron en el proceso de limpieza durante el cual se amontonaron, apiñaron y mezclaron las diversas prendas, escribió Carter.

Pañuelo de lino descubierto en el escondrijo de embalsamamiento de Tutankamón en el Valle de los Reyes. En la tumba del faraón se hallaron objetos de tela muy parecidos, pero en peores condiciones.
Foto: PD (MET)
Así, tres mil años después, los arqueólogos tuvieron que tomar una difícil decisión: destruir la túnica o su patrón decorativo, que normalmente estaba compuesto por cuentas, abalorios y "lentejuelas" de oro. Finalmente, y tras mucho pensarlo, optaron por lo primero, ya que Carter consideró que el patrón decorativo era más importante, y, una vez en el Museo Egipcio de El Cairo, los restauradores crearon nuevas prendas de lino a las que aplicaron la decoración originaria que lucían las prendas del faraón. Todo ello demuestra que en la primera mitad del siglo XX la restauración de objetos arqueológicos ya era uno de los elementos más importantes de la joven ciencia arqueológica, y que los métodos científicos empezaban a ser predominantes en el trabajo de excavadores como Carter.
Un puzzle de cuentas que engarzar
Otro ejemplo del extraordinario cuidado que puso Howard Carter en su trabajo en la tumba de Tutankamón lo ofrece, asimismo, la extracción de las numerosas joyas compuestas por infinidad de cuentas que se hallaron en las diferentes estancias. Fue un auténtico rompecabezas para los expertos poder retirar estas piezas adecuadamente. De hecho, la clave estaba en no alterar la disposición en que se encontró cada componente. Como el mismo arqueólogo explicaba: "Aunque el hilo que unía las cuentas se ha podrido, la mayoría conserva aún su posición relativa, y soplando encima de ellas se puede quitar el polvo y seguir todo el collar o gargantilla, recobrando así el orden exacto de las cuentas. Al ir descubriéndose cada pieza puede pasarse un hilo nuevo in situ".
Para poder retirar con éxito las numerosas joyas compuestas por infinidad de cuentas que se hallaron en las diferentes estancias, la clave estaba en no alterar la disposición en que se encontró cada componente.

Collar de cuentas hallado en el interior de la tumba de Tutankamón. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: Cordon Press
Para ser todavía más preciso y asegurarse de que no se alteraría la disposición original, Carter prefería "trasladar las cuentas una por una a un cartón sobre el que se ha extendido una fina capa de plastilina". Pero no siempre era tan sencillo, como bien relata el arqueólogo: "Con objetos complicados en los que no es posible pasar un hilo a través de las cuentas en el lugar en que se encuentran, hay que tomar notas con mucho cuidado, haciéndose luego el pasado no ya en el orden exacto, cuenta por cuenta, sino de acuerdo con el diseño y trazado originales. Este trabajo es muy aburrido y requiere gran número de experimentos antes de encontrar el medio de solucionar un problema concreto".

Collar de oro y piedras semipreciosas adornado con una imagen de la diosa buitre Nekhbet descubierto en la tumba de Tutankamón. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: Cordon Press
Pero a pesar de las dificultades que entrañaba todo este proceso, Carter estaba convencido de que el resultado valía la pena: "Tales restauraciones, basadas en datos concretos, son completamente lícitas y compensan el esfuerzo. En lugar de una bandeja de cuentas sin significado alguno o, lo que es peor, una reconstrucción puramente arbitraria y fantástica, uno ha recuperado para su museo un objeto de atractivo propio y de gran valor arqueológico". Todo un minucioso trabajo de filigrana que los conservadores y restauradores supieron culminar con éxito.