Segunda Guerra Mundial

La masacre japonesa de la isla de Ramree

Cuenta una terrorífica historia, que el 19 de febrero de 1945, un grupo de soldados japoneses que huían de los británicos en la isla de Ramree fueron sorprendidos por cocodrilos hambrientos que los devoraron. Pero ¿ocurrió realmente esta matanza?

Tropas indias, británicas y australianas participan en la Campaña de Birmania como parte de las fuerzas aliadas durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.

Tropas indias, británicas y australianas participan en la Campaña de Birmania como parte de las fuerzas aliadas durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.

19 de febrero de 1945. Es noche cerrada en Ramree, una isla situada frente a las costas del Estado de Rakáin, en Birmania. Bruce S. Wright, naturalista y miembro de las tropas británicas que desembarcaron en la isla, lo dejó escrito en su obra Wildlife Sketches Near and Far: "Esa noche fue la más horrible que cualquiera de la dotación de la ML (lanchón de desembarco de la infantería de marina) haya visto nunca. Entre el esporádico sonido de los disparos podían oírse los gritos de los hombres heridos, aplastados en las fauces de los enormes reptiles, y el vago, inquietante y alarmante sonido de de los cocodrilos girando creaba una cacofonía infernal que rara vez se ha igualado en la Tierra. Al amanecer llegaron los buitres para limpiar lo que los reptiles habían dejado (…). En los pantanos de Ramree sólo unos 20 hombres fueron encontrados con vida.

Presión a las islas del Pacífico

Tras el ataque a Pearl Harbor en mitad de la Segunda Guerra Mundial, el 7 de diciembre de 1941, el ejército imperial japonés movilizó sus tropas y puso su mirada en las colonias que hasta ese momento estaban bajo dominio británico. Malasia y Singapur entre ellas. La pérdida de su control supuso una humillación para las orgullosas tropas británicas, que vieron como en un abrir y cerrar de ojos su campaña de expansionismo se veía frenada en seco. No sería hasta el final de contienda, cuando el ocaso japonés ya estaba cerca, cuando los británicos volvieron a poner todo su esfuerzo en recuperar sus bastiones perdidos en el Sudeste asiático.

No sería hasta el final de contienda, cuando los británicos volvieron a poner todo su esfuerzo en recuperar sus bastiones perdidos.

En enero y febrero, el XIV Ejército Británico lanzó una gran ofensiva previa al desembarco en la costa occidental de Birmania con el objetivo de retomar Ramree y la vecina isla de Cheduba. Para ello movilizaron a los acorazados Queen Elizabeth y Phoebe que sometieron a continuos bombardeos a algunas de las islas clave de la región, entre ellas Ramree. Finalmente el 21 de enero de 1945, el ejército británico realizó un asalto anfibio denominado Operación Matador con el objetivo de capturar el estratégico puerto de Kyaukpyu y su aeródromo. Durante el avance toparon con la férrea resistencia japonesa (que no duró mucho tiempo) y que, debido a la naturaleza del terreno, acabó convertida en una guerra de guerrillas.

Los manglares: una prisión mortal

Durante las semanas que siguieron, la isla fue testigo de intensos y durísimos combates. Poco a poco, la infantería de marina británica fue minando las defensas japonesas y conminó a rendirse a unos mil soldados nipones. Pero la rendición no pasó en ningún momento por la mente del oficial japonés al mando, que cuando cayó la noche decidió abandonar sus posiciones con sus hombres y huir por una extensión de 16 kilómetros de manglares.

Pero la rendición no pasó en ningún momento por la mente del oficial japonés al mando, que cuando cayó la noche decidió abandonar sus posiciones.

Aquellos manglares eran un territorio muy peligroso, poblado por enormes cocodrilos de agua salada. Los japoneses eran conscientes de ello, pero no estaban dispuestos a rendirse ante los británicos y decidieron internarse en las mortíferas tierras pantanosas de Ramree. Con el agua y el barro hasta la cintura, empezaron a recorrer los 16 kilómetros que los separaban de sus compañeros acantonados en la otra punta de la isla. Durante el camino tuvieron que esquivar a los francotiradores británicos apostados entre los matorrales y evitar las picaduras de los mosquitos para no contraer la malaria. Pero lo peor aún estaba por llegar.

Devorados sin compasión

El gran error de los japoneses se confirmó la noche del 19 de febrero de 1945 cuando empezó la masacre. En su camino por los manglares, los temibles Crocodylus porosus (cocodrilos de agua salada), unos reptiles que pueden llegar a medir hasta ocho metros y pesar unos 1.500 kilos, emergieron repentinamente del agua negruzca para devorar a unos desprevenidos japoneses. Aquella terrorífica noche, los "royal marines" escucharon cientos de gritos de desesperación procedentes del manglar por el que habían huido los japoneses mientras eran aplastados y devorados por unas bestias implacables. Pero eso no era todo. Quien no moría aplastado por las fauces de los cocodrilos lo hacía a causa de los disparos de los francotiradores británicos. De los aproximadamente mil soldados japoneses que huyeron, los británicos apenas lograron capturar a una veintena. Con la llegada del día, el panorama era desolador. Los buitres se daban un festín con los restos de los soldados que no habían sido devorados por los saurios.

Unos reptiles que pueden medir hasta ocho metros y pesar unos 1.500 kilos emergieron repentinamente del agua negruzca para devorar a los desprevenidos japoneses.

Tropas británicas se dirigen hacia la isla de Ramree en una lancha de desembarco el 21 de enero de 1945. Foto: CC

Tropas británicas se dirigen hacia la isla de Ramree en una lancha de desembarco el 21 de enero de 1945. Foto: CC

El Libro Guinness de los récords se basó en la versión ofrecida por el mismo Wright para calificar la masacre de Ramree como la mayor de la historia perpetrada por animales, y aunque varios historiadores de la época y algunos testigos se adhirieron a las palabras escritas por Bruce S. Wright, años más tarde, una investigación llevada a cabo por National Geographic puso en entredicho aquella versión. También la investigación realizada por el reputado historiador británico McLynn Frank en su obra The Burma Campaign: Disaster into Triumph 1942-45, carga de manera frontal contra las afirmaciones de Wright de la siguiente manera: "Al final es un problema zoológico. Si miles de cocodrilos estuvieron involucrados en esta masacre, como afirman algunos, ¿cómo habían sobrevivido estos monstruos antes y cómo sobrevivieron después? El ecosistema de un manglar, con una vida de mamíferos exigua, no habría permitido la existencia de tantos saurios antes de que llegaran los japoneses (los animales no están exentos de las leyes de la superpoblación y la inanición). Al final ese problema es una evidencia externa".

Sin evidencias claras de masacre

Durante el año 2000, el investigador S. G. Platt viajó hasta Ramree donde se entrevistó con varios supervivientes de la contienda que en aquel entonces contaban entre 67 y 86 años. La mayoría coincidieron en que, aunque es cierto que los reptiles colaboraron en la muerte de los japoneses, la mayoría de ellos perecieron por falta de alimentos y a causa de enfermedades como la disentería y la deshidratación. Sus conclusiones aparecieron en el estudio Man Eating by Estuarine Crocodiles: the Ramree Island Massacre Revisited, donde se llega a la conclusión de que no existen evidencias de que los cocodrilos tuvieran un papel tan decisivo en aquella masacre. Según Platt, tan sólo unos diez o quince hombres habrían muerto devorados por estos animales. Al parecer, la legendaria masacre de la isla de Ramree se encontraría, así, a medio camino entre la leyenda y la realidad.

Para saber más

Hideki Tōjō durante los Juicios de Tokio.

Juicios de Tokio, el Núremberg japonés

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