Un caluroso día de verano de 1866, Mary Edwards Walker salía de una tienda de Canal Street, en la actual Chinatown, en Nueva York, cuando de pronto fue arrestada sin motivo aparente. El informe policial que se presentó al día siguiente sobre los hechos decía lo siguiente: "La señora llevaba un abrigo o túnica larga y un par de pantalones de tela, y el guardián de la paz pública, imaginando que había algo malo en ello, y que no se debía permitir que una señora se vistiera a su antojo, se comprometió a arrestarla". Esto que ahora nos puede parecer cuanto menos sorprendente era consecuencia de una revolución en la moda femenina que había tenido su origen algunos años atrás.
En 1851, Elizabeth Smith Miller decidió adaptar el típico pantalón bombacho de las mujeres turcas a la moda estadounidense y crear un modelo conocido como bloomer, que consistía en unas enaguas largas y anchas que se estrechaban en los tobillos a modo de bombachos y, sobre ellas, una falda más corta que las habituales faldas victorianas. Pero aquella moda fue efímera, debido sobre todo al pudor de las propias mujeres, muchas de las cuales no se atrevían a vestir de ese modo, y al acoso a que se veían sometidas quienes sí tenían el valor de vestirse así. Como la cirujana y feminista Mary Edwards Walker.
Mary Edwards y la moda "bloomer"
Mary Edwards Walker nació el 26 de noviembre de 1832 en la localidad de Oswego, en Nueva York. Mary, criada en el seno de una familia de abolicionistas que primaba sobre todo la educación y la igualdad, era la menor de siete hermanos. Sus padres estaban en contra del consumo de alcohol y del tabaco, y la madre además estaba convencida de que los corsés eran perjudiciales para la salud de las mujeres, algo que influyó notablemente en el pensamiento de su hija. De hecho, cuando Mary trabajaba en la granja familiar vestía como un muchacho porque, según ella, la ropa de mujer no le permitía moverse con soltura. Mary asistió a la escuela local que habían fundado sus padres hasta finalizar la educación primaria, momento en el cual ella y dos de sus hermanas mayores ingresaron en el Seminario Falley, una institución donde se impartía educación superior y en la que se daba mucha importancia a cuestiones como la igualdad, la educación y la higiene personal.
La madre de Mary estaba convencida de que los corsés eran perjudiciales para la salud. De hecho, cuando Mary trabajaba en la granja familiar vestía como un chico porque, según ella, la ropa de mujer no le permitía moverse con soltura.

Litografía del año 1850 en la que muestra a una mujer vistiendo a la moda bloomer.
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En su tiempo libre, Mary se dedicaba a estudiar con fruición los textos médicos sobre anatomía y fisiología que le proporcionaba su padre y se convirtió en una incansable lectora de literatura médica. Decidida a dedicarse a la medicina, durante un tiempo Mary ejerció como maestra en la escuela de un pueblo cercano a Nueva York llamado Minetto, hasta que ganó el dinero suficiente para pagarse sus estudios de Medicina en el Syracuse Medical College, donde se graduó en el año 1855, siendo la única mujer de su promoción. El 16 de noviembre de 1855, cuando Mary aún no había cumplido los veintitrés años, se casó con un compañero de clase llamado Albert Miller y durante la ceremonia, en la que Mary vistió como una autentica bloomer, se negó a incluir la palabra "obedecer" en sus votos. Asimismo, Mary conservó su apellido en una clara alusión a su compromiso por la igualdad. Tras la boda, los recién casados se establecieron en Rome, Nueva York, donde abrieron una consulta que resultó un fiasco puesto que los pacientes no querían ser atendidos por una mujer. Pero no sería solo su consulta la que acabó en desastre. Y es que Mary descubrió las aventuras extramaritales de su marido, por lo que solicitó el divorcio.
Mary Walker: una mujer en el frente
En 1860, Mary empezó a trabajar en el Bowen Collegiate Institute de Hopkinton, Iowa, pero allí las cosas tampoco resultaron más fáciles. De hecho, Mary fue reprobada por la dirección del centro al negarse a abandonar la sociedad de debate de la escuela, que en aquel momento era única y exclusivamente de caracter masculino. Un año después, con el estallido de la Guerra Civil, se trasladó a Washington como voluntaria del ejército de la Unión, donde solicitó ser contratada como cirujana militar. Su petición, como era de esperar, fue denegada, y en su lugar le ofrecieron un puesto como enfermera que ella amablemente rechazó. Al final trabajó como cirujana de campo no remunerada.
Con el estallido de la Guerra Civil, se trasladó a Washington como voluntaria del ejército de la Unión, donde solicitó ser contratada como cirujano militar.
Mary estuvo presente en las batallas de Fredericksburg, Chattanooga y Chickamauga. Durante sus largas jornadas como cirujana vestía como un hombre alegando que le resultaba mucho más cómodo para el desempeño de sus funciones. En septiembre de 1862, muy implicada en el conflicto, solicitó un puesto como espía al Departamento de Guerra, pero su propuesta fue rechazada. Poco después, el New York Tribune publicó un artículo sobre Mary que decía lo siguiente: "Vestida con accesorios masculinos […] puede amputar un miembro con la habilidad de un viejo cirujano, y administrar la medicina igualmente. Es extraño decir que, aunque ha solicitado con frecuencia un puesto permanente en el cuerpo médico, nunca ha sido asignada formalmente a ninguna tarea en particular". Al final los esfuerzos de Mary dieron sus frutos y un año después, en 1863, el ejército del general Cumberland la contrató como "cirujano asistente interino", convirtiéndose así en la primera cirujana empleada por el ejército de Estados Unidos.

Imagen del Castle Thunder en Richmond, un antiguo almacén de tabaco reconvertido en prisión donde Mary Edwards Walker estuvo retenida durante un tiempo.
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El 10 de abril de 1864, Mary fue capturada por las tropas confederadas, mientras aydaba a un médico confederado a realizar una amputación, y fue acusada de espionaje. Fue enviada a Castle Thunder, en Richmond, un antiguo almacén de tabaco reconvertido en prisión, donde permaneció retenida hasta el 12 de agosto de 1864. Cuando fue liberada como parte de un intercambio de prisioneros, su salud se hallaba muy mermada, pero ello no le impidió informar a la prensa sobre el caso de Frances Hook, una mujer a la que conoció durante su cautiverio y que, disfrazada de hombre, sirvió a las fuerzas de la Unión. Mary creyó necesario recomendar a Frances para un ascenso, pero su petición no fue tenida en cuenta. Con todo, tras ser liberada, ese mismo año Mary fue nombrada cirujana asistente del 52º Regimiento de Infantería de Ohio.
Criticada y vilipendiada
Kelly R. Hancock, gerente de programas públicos del Museo de la Guerra Civil Americana, no puede evitar manifestar su sorpresa por el trato que la prensa dio a Mary, ya que prestó mucha más atención a su aspecto que a sus actos. "Lo que más me sorprende de su tiempo en Richmond es que cada vez que se la menciona en los periódicos, la prensa habla sobre su apariencia, especialmente sobre su vestido. El hecho de que fuera vestida como un hombre o con atuendo masculino, fue extremadamente impactante. Mary refutó las afirmaciones de que vestía ropa masculina porque de hecho no lo hacía exactamente. Llevaba su propia ropa". Hancock también afirma que los medios de comunicación fueron bastante despiadados con Mary Walker. No solamente criticaron su forma de vestir, sino que, además, lo hicieron con su apariencia en general. "La prensa también fue muy crítica con su apariencia, diciendo que era fea y delgada, lo que en ese momento no era precisamente un cumplido. Creo que este menosprecio se debe principalmente al resentimiento que la sociedad sentía en aquel momento hacia Mary ya que no cumplía con lo que era socialmente aceptable para una mujer".
Los medios de comunicación fueron bastante despiadados con Mary Walker. No solamente criticaron su forma de vestir, sino que, además, lo hicieron con su apariencia en general.

Imagen de Mary Edwards Walker tomada alrededor de 1873.
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A pesar de las críticas, en 1865 Mary se convirtió en la primera mujer en recibir la Medalla de Honor por Servicio Meritorio de manos del presidente Andrew Johnson. "En cuanto a por qué sigue siendo la única mujer en recibir una Medalla de Honor, creo que se debe en gran parte al hecho de que el Congreso cambió los requisitos para concederla, haciéndola accesible solamente a los miembros de las fuerzas armadas que habían participado en combate", sigue explicando Hancock. Pero tras este logro sin precedentes, años después, en 1917, el nombre de Mary Edwards Walker fue eliminado de la lista de honor de galardonados cuando se volvieron a revisar los términos que se emplearon en su día para designarla como candidata al preciado galardón. Pero la ya anciana Mary se negó a devolver la medalla, y no sería hasta 1977, gracias a los esfuerzos de su familia, cuando el Congreso volvió a incluir su nombre en la lista de galardonados.
El legado feminista de Mary Edwards Walker
Aunque Mary Walker ha pasado a la historia como cirujana, también destacó en otras facetas. De hecho fue escritora, conferenciante y una ferviente defensora de los derechos de las mujeres y, sobre todo, de la "reforma de la vestimenta femenina". Walker también hizo alguna incursión en la política y fue candidata del partido demócrata al Senado con un discurso en el que abogaba por el derecho al voto de las mujeres. Convencida de que las mujeres tenían derecho a votar, aunque este no estuviera reconocido legalmente (a diferencia de otras sufragistas), Walker intentó registrarse para ejercer el sufragio en 1871, pero se le denegó ese derecho. De hecho, el voto femenino no sería posible en Estados Unidos hasta 1920, cuando se aprobó la Decimonovena Enmienda a la Constitución que garantizaba ese derecho fundamental.

Imagen de Mary Edwards Walker aparecida en prensa en el año 1912.
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Walker también hizo alguna incursión en la política y fue candidata del partido demócrata al Senado con un discurso en el que abogaba por el derecho al voto de las mujeres.

Fotografía de Mary Edwards Walker tomada en los últimos años de su vida.
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Mary Edwards Walker murió en su casa el 21 de febrero de 1919, a la edad de 86 años, y fue enterrada con un traje negro en lugar de con un vestido, tal como era su deseo. Y es que Mary siempre priorizó la reforma de la vestimenta como paso indispensable para la liberación femenina, una actitud que la enfrentó en varias ocasiones con otras feministas. De esta firme convicción son testimonio estas palabras: "Las mayores penas que sufren las mujeres hoy en día son las físicas, morales y mentales causadas por su manera antihigiénica de vestirse. El hecho de no poder votar no es más que un juego en comparación".