Aventureros británicos

Martin Frobisher, corsario y explorador al servicio de Isabel I

Este marino y corsario inglés realizó en nombre de la Corona varios viajes por el Atlántico en busca del mítico Paso del Noroeste. Tras una vida aventurera y después de llevar a cabo numerosas expediciones, Frobisher, que se arruinó, fue nombrado caballero por Isabel I como premio a su actuación durante los combates que mantuvo Inglaterra contra la Gran Armada enviada a las islas británicas por el rey Felipe II de España.

Copia de un retrato de Martin Frobisher cuyo original fue pintado en el año 1590.

Foto: PD

Durante el siglo XVI, Inglaterra empezaba a crear un gran imperio naval bajo los reinados de dos monarcas de la dinastía Tudor, Enrique VIII y su hija Isabel I. Ambos fueron los impulsores de una ambiciosa política de construcción naval, inexistente hasta aquel momento, que daría paso a una nueva generación de navegantes. Como Martin Frobisher, un hombre que a la vez que marino era, como el famoso Francis Drake, un corsario al servicio de Inglaterra.

Frobisher realizó tres viajes al Nuevo Mundo en busca del legendario Paso del Noroeste, recorrió la costa africana de Guinea entre los años 1553 y 1554, y durante la década de 1560 navegó por el canal de la Mancha con una patente de corso otorgada por la Corona saqueando barcos franceses. También fue arrestado varias veces acusado de piratería, aunque nunca fue llevado a juicio. La reina Isabel I finalmente premió a Frobisher con el título de caballero por su actuación frente a la Gran Armada en 1588.

Una expedición dramática

Nacido probablemente en la localidad inglesa de Wakefield hacia el año 1535, Martin Frobisher era el tercero de los cinco hijos habidos del matrimonio formado por Bernard Frobisher, un comerciante de la localidad de Altofts, en el condado de Yorkshire, y Margaret York. El padre de Martin murió de forma prematura en el año 1542 y a partir de entonces la familia quedó al cargo de su tío, sir John York, un comerciante y maestro de la Casa de la Moneda, que iniciaría al joven Martin en las ventajas de la vida en el mar y le animaría a embarcar por primera vez en el año 1544.

Sir John York, comerciante y maestro de la Casa de la Moneda, iniciaría al joven Martin en las ventajas de la vida en el mar y le animaría a embarcar por primera vez en el año 1544.

Retrato de Martin Frobisher expuesto en la Universidad de Oxford.

Foto: PD

En 1553, el navegante Thomas Wyndham, uno de los principales oficiales del Almirantazgo, dirigió la primera expedición al África Occidental, a la que se unió Martin. Tras saquear varios barcos portugueses en las cercanías de Madeira, la expedición de Wyndham arribó a Benín en busca de las apreciadas especias. Allí negociaron con el líder local, Oda Oroghbua, para cargar las bodegas de sus barcos con ochenta toneladas de valiosa pimienta melegueta. Pero entonces una extraña enfermedad empezó a extenderse entre la tripulación y acabó con la vida de muchos de ellos, incluyendo la del propio Wyndham.

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El HMS Erebus atrapado en el hielo. Óleo por François Etienne Musin, 1846. Museos Reales, Greenwich.

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Un engaño monumental

El viaje de regreso fue extremadamente difícil para la tripulación, que se encontraba gravemente enferma. De los 140 tripulantes que partieron tan solo consiguieron regresar a Inglaterra 40. Uno de ellos fue Martin Frobisher, que no solamente sobrevivió, sino que al año siguiente regresó en una nueva expedición organizada por los hermanos Locke, marinos mercantes y familiares del filósofo John Locke. Pero la expedición no estuvo exenta de problemas. En África, Frobisher fue retenido como rehén por los nativos y abandonado por sus compañeros, que volvieron a Inglaterra cargados de riquezas.

Así pues, durante un tiempo Frobisher permaneció retenido por los indígenas hasta que estos lo entregaron a los portugueses que lo encerraron durante nueve meses en una prisión antes de trasladarlo a Lisboa. Frobisher finalmente consiguió regresar a Inglaterra en el año 1558 y al año siguiente se casó con Isobel Richard, una viuda adinerada cuya riqueza le iba a resultar fundamental para financiar todos sus proyectos, como fletar varias naves para partir en busca del anhelado Paso del Noroeste, una de las grandes obsesiones de la época.

Frobisher regresó a Inglaterra en el año 1558 y al año siguiente se casó con Isobel Richard, una viuda adinerada cuya riqueza resultaría fundamental para financiar todos sus proyectos.

Por fin, en el año 1576, Frobisher logró cruzar el Atlántico con el objetivo de llegar a la península del Labrador, aunque al final lo que alcanzó fue la isla de Baffin, donde descubriría la bahía que hoy lleva su nombre. A su vuelta fue recibido con todos los honores por la reina, a la que al parecer engañó afirmando que en aquellas lejanas tierras había descubierto una gran piedra negra que contenía trazas de oro. En realidad, se trataba de marcasita (un mineral del grupo de los sulfuros) y no contenía oro en absoluto. Pero aquella afirmación fue suficiente para que Isabel I autorizara una segunda expedición, e incluso aportó mil libras para financiarla.

Cuadro pintado por Thomas Allen en el que muestra la flota de Martin Frobisher el 31 de mayo de 1578.   

Foto: Canadian Museum of History

La historia de la piedra que contenía oro se extendió y la Company of Cathay, una empresa que se constituyó en 1577 con el objetivo de obtener grandes beneficios de la explotación minera, quiso participar en la aventura junto con Frobisher. Este solicitó a la Corona ser nombrado almirante de los Mares del Noroeste y gobernador de todas las tierras que descubriera, además de percibir un porcentaje de las ganancias obtenidas del comercio. Por su parte, los dueños de la compañía pedían la exclusividad de la explotación de los recursos que pudieran descubrirse y que a Frobisher se le asignara un porcentaje menor.

Vicealmirante de Francis Drake

Aunque no hubo respuesta a ninguna de estas peticiones por parte de la Corona, la reina estaba emocionada con sus nuevas tierras, así que dio el visto bueno para preparar una tercera expedición, mucho más ambiciosa que las anteriores, compuesta por 15 buques y 400 hombres que entre sus objetivos tenían el de establecer allí una colonia. Como en las ocasiones anteriores, los expedicionarios recogieron bastante mineral, aunque las disputas entre ellos les impidieron fundar un asentamiento estable y finalmente acabaron por levar anclas para volver a Inglaterra. Una vez allí fundieron el mineral y se dieron cuenta de que no habí oro por ninguna parte, así que acabaron empleando el material para asfaltar caminos. En realidad, tardarían años en determinar que aquello era en realidad pirita, una piedra muy parecida al oro, pero carente de valor.

La reina estaba emocionada con sus nuevas tierras, así que dio el visto bueno para preparar una tercera expedición, mucho más ambiciosa que las anteriores.

Retrato de Francis Drake pintado en 1591 y expuesto en el National Maritime Museum, Greenwich, Londres.

Foto: PD

Finalmente, sin la financiación necesaria y prácticamente arruinado (había gastado la fortuna de su esposa, de la que se separó), lo que le impedía emprender nuevos proyectos, Frobisher tuvo que buscarse una alternativa. En 1585 zarpó como vicealmirante de la expedición de sir Francis Drake a las Indias Occidentales, y tres años más tarde desempeñó un papel destacado en la campaña contra la Gran Armada enviada por Felipe II de España. Su actuación en el transcurso de las operaciones militares le valió ser nombrado caballero y obtuvo el mando de varios escuadrones navales, incluido uno en las Azores que intentó, sin éxito, interceptar a los barcos españoles que venían de América cargados de tesoros.

En 1594, Frobisher resultó herido de muerte por un disparo de arcabuz que le hirió en el muslo mientras combatía contra los españoles en la costa oeste de Francia. Aunque fue atendido de su herida, esta se infectó acabando con la vida del inquieto explorador.