Misterios y curiosidades del antiguo Egipto

Marc Armand Ruffer, pionero en el estudio de las momias egipcias

A principios del siglo XX, este médico y bacteriólogo residente en Egipto creó una solución para rehidratar los tejidos antiguos y poder estudiarlos en el microscopio sin destruirlos. Con este método, Ruffer puso las bases de la moderna paleopatología.

Marc Armand Ruffer, fotografía publicada en "Anales de la historia médica", entre 1917-1918.

Marc Armand Ruffer, fotografía publicada en "Anales de la historia médica", entre 1917-1918.

Marc Armand Ruffer, fotografía publicada en "Anales de la historia médica", entre 1917-1918.

PD

En diciembre de 1916, en plena Primera Guerra Mundial, el médico y bacteriólogo Marc Armand Ruffer se embarcó en Alejandría rumbo a Salónica, en Grecia. Allí debía reorganizar el servicio sanitario del gobierno griego provisional. Ruffer era un hombre apreciado y respetado por sus colegas y un pionero de la paleopatología, la ciencia que estudia las enfermedades que sufrieron los antiguos.

Tras llevar a cabo con éxito su tarea en territorio heleno, Ruffer se dirigió de nuevo a Egipto, donde vivía y trabajaba. Pero nunca llegaría a su destino. Su barco, el Arcadian, desapareció en aguas del Mediterráneo el 17 de abril de 1917, arrastrando consigo las 278 vidas de las personas que viajaban a bordo, entre ellas la del prestigioso investigador. Había sido torpedeado por un submarino alemán.

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La "solución de Ruffer"

Ruffer, nacido en Lyon en 1859, era hijo de un barón suizo y de su esposa alemana. El joven estudió en Alemania y Francia, donde conocería al famoso bacteriólogo Louis Pasteur. Y también se matriculó en la Universidad de Oxford. En 1881 fue nombrado director general del Instituto Británico para la Medicina Preventiva. Fue aquí, durante una de sus investigaciones, cuando Ruffer, en un intento por descubrir una vacuna para la difteria, se contagiaría de la enfermedad. Era 1891. Entonces, al igual que muchos europeos en aquel tiempo, decidió viajar a Egipto para recuperarse de sus secuelas.

Ruffer en seguida se enamoró del país. Consiguió un puesto de profesor en la Escuela Médica de El Cairo y decidió quedarse. En aquella época, el Servicio de Antigüedades de Egipto, bajo la dirección de Gaston Maspero, dirigía numerosos proyectos de excavación por todo el país, y se estaban descubriendo momias por doquier. Hacía diez años del sensacional hallazgo del escondrijo de Deir el-Bahari, en cuyo interior se localizó un gran número de momias, algunas de ellas pertenecientes a los faraones más importantes e ilustres de la historia del antiguo Egipto. Ruffer, fascinado por el tema, sintió la tentación de aplicar sus conocimientos médicos al estudio de las momias.

Ruffer viajó a Egipto para recuperarse de la difteria, pero consiguió un puesto de profesor en la Escuela Médica de El Cairo y decidió quedarse.

Este grabado recrea algunas de las momias reales descubiertas en el escondrijo de Deir el-Bahari.

Este grabado recrea algunas de las momias reales descubiertas en el escondrijo de Deir el-Bahari.

Este grabado recrea algunas de las momias reales descubiertas en el escondrijo de Deir el-Bahari.

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Ruffer se puso manos a la obra para intentar lograr un método apropiado para el estudio microscópico de tejidos blandos antiguos, que presentan el inconveniente de que, al ser tan frágiles, se pulverizan cuando se intenta cortar una lámina fina para observarlos en el microscopio. En 1909, Ruffer expuso sus dificultades al intentar obtener muestras de tejido en momias de la dinastía XXI (1076-944 a.C.), aunque también pudo desarrollar una técnica para ablandar los tejidos consistente en sumergirlos en una solución de agua, alcohol y un cinco por ciento de carbonato de sosa (la que más tarde sería denominada "solución de Ruffer") . Esta solución ablandaba los tejidos lo suficiente como para seccionar muestras sin que se convirtiesen en polvo en manos del investigador. Esta revolucionaria técnica abriría un capítulo nuevo en la paleopatología.

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¿Sufrieron ateriosclerosis los antiguos egipcios?

Armado con su nueva técnica, Ruffer pudo por fin examinar cientos de muestras de tejidos extraídos de antiguas momias egipcias. Su primer estudio lo llevó a cabo sobre la muestra de un órgano procedente de la tumba de un príncipe egipcio llamado Ranefer, descubierta en Meidum. Cuando Ruffer la analizó en el microscopio descubrió que el órgano en cuestión era un hígado humano. A partir de aquí, el paleopatólogo en ciernes descubrió que algunas de las enfermedades que sufrieron los antiguos egipcios eran muy similares a las que asolaban a los contemporáneos habitantes del país del Nilo.

Interesado en el estudio de las arterias, en 1910 recibió un lote de brazos y piernas de momias de distintas épocas para llevar a cabo algunos de sus experimentos. Ruffer sumergió miembros enteros en su solución para ablandarlos lo suficiente como para poder llegar a las arterias. Cuando logró alcanzarlas, las sumergió 24 horas en la misma solución y después en glicerina durante varias semanas más, hasta que estuvieron listas para ser diseccionadas. Cuando observó las muestras en el microscopio, Ruffer comprobó con sorpresa que los egipcios, al igual que nosotros y los egipcios de su época, sufrieron problemas arteriales.

Interesado en el estudio de las arterias, en 1910 Ruffer recibió un lote de brazos y piernas de momias de distintas épocas para llevar a cabo sus experimentos.

Rostro de una momia egipcia envuelta en vendas de lino.

Rostro de una momia egipcia envuelta en vendas de lino.

Rostro de una momia egipcia envuelta en vendas de lino.

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Pero si los antiguos egipcios no fumaban ni sufrían el estrés de la vida moderna, ni al parecer seguían en su mayoría una dieta rica en grasas, ¿por qué padecieron ateriosclerosis? Ruffer no pudo ofrecer una explicación válida a este fenómeno: "No puedo por el momento dar ningún tipo de razón por la cual los problemas arteriales fuesen tan importantes en el antiguo Egipto. De todas maneras pienso que es interesante haber averiguado que se trataba de algo común y que hace tres mil años esos problemas provocaban las mismas consecuencias anatómicas que en la actualidad", manifestó el científico.

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Parásitos y problemas dentales

A través de sus estudios, Ruffer también descubrió que los antiguos egipcios sufrieron múltiples (y algunas muy graves) enfermedades parasitarias. Una de las más frecuentes fue la bilharziasis (hoy en día conocida como esquistosomiasis), una dolencia que seguía afectando a los egipcios de principios del siglo XX. Está causada por unas pequeñas lombrices que viven en los canales de irrigación y en las aguas mansas de las orillas del Nilo.

Estos parásitos, que se introducen en el cuerpo humano a través de las plantas de los pies, pueden causar graves problemas de salud, e incluso la muerte. Ruffer halló huevos calcificados de este parásito en los riñones de dos de las momias que estudió. De hecho, esta enfermedad fue tan habitual en el antiguo Egipto, que incluso el Papiro Ebers dedica dos columnas al "tratamiento y prevención del sangrado de la orina", uno de sus síntomas más característicos.

Ruffer descubrió que los antiguos egipcios sufrieron enfermedades parasitarias. Una de las más frecuentes fue la bilharziasis, que seguía afectando a los egipcios de principios del siglo XX.

Un grupo de arqueólogos, entre los que se encuentra Howard Carter, y de oficiales del gobierno egipcio posan ante la momia de Tutankamón.

Un grupo de arqueólogos, entre los que se encuentra Howard Carter, y de oficiales del gobierno egipcio posan ante la momia de Tutankamón.

Un grupo de arqueólogos, entre los que se encuentra Howard Carter, y de oficiales del gobierno egipcio posan ante la momia de Tutankamón.

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Otro campo de interés para Ruffer fue el estudio de la dentadura. Fue uno de los primeros investigadores en fijarse en el desgaste de los dientes de los antiguos egipcios, y también de los nubios. Llamó su atención que hasta los niños menores de diez años presentaban un desgaste dental inusual para su edad. Por su parte, en los adultos el desgaste podía llegar incluso hasta la pulpa, por lo que las infecciones eran moneda habitual. Este problema, además de causar enormes molestias a quien lo sufría podía llegar a provocar una dolorosa muerte.

Pero el deterioro dental no sabía de clases sociales. Tanto ricos como pobres lo padecieron. De hecho, la momia de Amenhotep III (1390-1353 a.C.), padre de Akhenatón (1353-1336 a.C.), luce una penosa dentadura, con varios dientes podridos y en general una condición dental desastrosa. Todo ello debió de causar un gran sufrimiento al faraón. De igual modo, la momia de Ramsés II (1279-1213 a.C.) también presentaba una dentadura en pésimo estado, y posiblemente un absceso que no pudo ser curado fue la causa de la muerte del longevo faraón.

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Ruffer realizó un minucioso trabajo sobre los dientes de las momias (que fue publicado póstumamente en American Journal of Physical Anthropology en 1920), y en él llegaba a la conclusión de que el enorme grado de desgaste dental que presentaban muchas momias debía relacionarse con la dieta. El pan que consumían los antiguos egipcios, elaborado con harina molida en molinos de piedra (que dejaban minúsculas partículas de arena en el grano), producía una continua y gravísima abrasión dental. Este trabajo sería la última contribución de Ruffer, que, como hemos dicho, murió poco después. Pero la moderna paleopatología está en deuda con él. Tras solamente unos pocos años de estudio, Marc Armand Ruffer había puesto las bases de esta nueva y fascinante disciplina científica.