El Madrid del siglo XVIII casa por casa

En 1750 se hizo una Planimetría General que permitió numerar los edificios de Madrid por primera vez. En 1769, Carlos III mandó realizar un mapa gigantesco con esa información

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FOTO: MAN. Jordi Moliner Blanch

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Madrid, 1769

Antonio Espinosa de los Monteros realizó en 1769 este mapa de Madrid con la detallada información topográfica obtenida en la planimetría que Carlos III ordenó realizar entre 1750 y 1751. Los datos de cada manzana y cada propiedad ayudaron en el cobro de los impuestos para la corona y sirvió a Espinosa de los Monteros para realizar este gran plano de 2,46 x1,79 metros. Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

FOTO: Josemi Lorenzo

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Casas "fichadas"

Basándose en el censo de 1751, Carlos III ordenó colocar en las esquinas de todas las manzanas un azulejo blanco con el número que le correspondía y otro en cada casa que señalaba el número de cada casa. Algunos de ellos todavía se conservan.

FOTO: Album

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La "Villa y Corte"

En la actualidad se conservan varias copias del plano de Antonio Espinosa de los Monteros. El grabador marcó cada manzana en cifras arábigas y el número de viviendas que había en cada una de ellas en números romanos. La copia reproducida en esta imagen pertenece a la Biblioteca Británica de Londres.

Paseando por el Viejo Madrid es frecuente encontrar en las paredes unos azulejos de fondo blanco con letras azules. En ellos se lee "Visita Gl.", y debajo un número de manzana o de casa. Esas placas fueron el primer sistema de numeración de calles que se utilizó en Madrid, ligado con las reformas que los Borbones llevaron a cabo en el siglo XVIII para poner la ciudad a la altura de lo que era: una capital que gobernaba (aún) medio mundo.

En tal sentido, se suelen recordar las medidas urbanísticas de Carlos III, considerado como el mejor alcalde de Madrid: empedrar las calles principales, iluminarlas, dotarlas de alcantarillado y construir en las casas nuevas pozos negros –en vez de arrojar las inmundicias a la calle al grito de "agua va"–. Pero hay que atribuir a su predecesor, Fernando VI, otra iniciativa no menos importante: la elaboración de una "planimetría general" de Madrid, cientos de minuciosos planos de edificios en planta con un nivel de detalle desconocido hasta entonces.

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Visita general

En 1750 y 1751, varios equipos de arquitectos, escribanos y alguaciles llevaron a cabo una "visita general de las calles de Madrid". Su tarea consistía en medir con exactitud cada manzana, marcar su subdivisión en casas y detallar la identidad de sus propietarios y (lo más importante) su situación fiscal, para determinar lo que cada propietario debía pagar por la "regalía de aposento", una especie de IBI que el gobierno exigía a los vecinos de la capital. Con toda esa información se confeccionaron planos de cada manzana. Más tarde, entre 1762 y 1764, tras una serie de verificaciones, se realizó una nueva recopilación de planos que se reunieron en doce volúmenes manuscritos. La cuenta arrojó un total de 557 manzanas, más el Palacio Real, que no tributaba. Basándose en este detallado censo, Carlos III ordenó colocar en las esquinas de todas las manzanas un azulejo blanco con el número que le correspondía, para acabar con las dudas y ubicar cada una de ellas "como señalan sus Azulejos". En ellos figura, en letras azules: Visita G[eneral] / manzana nº... seguido por el número que correspondía. También se señalaron los números de casa.

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Pocos años después, en 1769, Carlos III ordenó al grabador Antonio Espinosa de los Monteros la elaboración de un mapa gigantesco, un "plano topográfico" a escala 1:1.800, lo que significa que cada centímetro del mismo equivalía a 18 metros reales. Espinosa trasladó a este mapa los detallados dibujos de cada manzana de la Planimetría, marcó su número con cifras arábigas y usó números romanos para indicar el número de casas de cada manzana. Nunca había existido un instrumento gráfico tan detallado sobre Madrid. Una de sus copias, acuareladas y con adiciones manuscritas de gran interés, se expone en el Museo Arqueológico Nacional.

La división en manzanas mejoró las cosas, pero con el tiempo se mostró insuficiente y confusa. En la Gaceta de Madrid del 3 de julio de 1834 se reconocía que "el vicioso sistema de numeración de las casas de Madrid ocasiona frecuentes equivocaciones, con la repetición de iguales números en una misma calle y pérdida de tiempo". En efecto, como los números de casas se asignaban por manzana, en una misma calle podía haber muchos repetidos. Por ello se decidió que "la Puerta del Sol se considerará como centro, y desde este punto se tomará en cuantas calles hay como convergentes a él la mano derecha para los números pares y la izquierda para los impares". Casi dos siglos después, esta numeración sigue en vigor.

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