Japón es uno de los lugares del mundo que, sin duda, ofrece un mayor atractivo turístico para el visitante, y no solo por sus tradiciones, su arquitectura, tanto antigua como moderna, sus innumerables y singulares tribus urbanas, a cual más sorprendente, o su incomparable gastronomía. Japón contiene asimismo innumerables rincones envueltos en el misterio, que atren poderosamente la atracción del visitante deseoso de emociones.
Uno de estos lugares misteriosos se encuentra en la prefectura de Fukushima, concretamente en la colina Limori, donde se alza una columna romana traída de Pompeya y que fue un regalo del dictador italiano Benito Mussolini al Imperio del Sol Naciente en 1928. Este curioso monumento se erigió, así, para rendir homenaje a un grupo de samuráis adolescentes que se quitaron la vida precisamente en aquel lugar en el siglo XIX. Los conocidos como Byakkotai.

Columna procedente de Pompeya, que fue regalada por Benito Mussolini al Imperio japonés en 1928.
Columna procedente de Pompeya, que fue regalada por Benito Mussolini al Imperio japonés en 1928.
Kounosu (CC BY-SA 3.0)
Fidelidad al shogunato
La historia tiene su origen en la conocida como guerra Boshin, un conflicto que dividió al país durante los años 1868 y 1869, y que enfrentó a los partidarios del shogunato de Tokagawa y a quienes querían devolver el poder político al emperador, reducido a un mero comparsa. En el año 1867, Tokugawa Yoshinobu se convirtió en el decimoquinto y último shōgun, y para sofocar los continuos levantamientos de los daimyō (señores feudales) contra su poder, Yoshinobu acabó contratando los servicios de militares franceses, aunque lo que consiguió fue el efecto contrario: ponerlos en pie de guerra con la ayuda de Gran Bretaña.
La guerra Boshin fue un enfrentamiento entre los partidarios del shogunato de Tokagawa y los que querían devolver el poder político al emperador.

Monumento en memoria de los Byakkotai en su santuario de Limoriyama, en la prefectura japonesa de Fukushima.
Monumento en memoria de los Byakkotai en su santuario de Limoriyama, en la prefectura japonesa de Fukushima.
Amcaja (CC BY SA 3 0)
Así, bajo el lema Sonnō jō ("Reverenciar al Emperador, expulsar a los bárbaros"), los daimyōs de Satsuma, Chōshu y Tosa lideraron una revuelta que terminaría con el derrocamiento de Tokugawa Yoshinobu, el cual se vio obligado entonces a devolver al emperador todo su poder, aunque algunos de sus irreductible seguidores huyeron y crearon la efímera República de Ezo (nombre en japonés de la norteña isla de Hokkaido, donde tuvieron su centro de poder), presidida por el almirante Enomoto Takeaki.
Seguir luchando
En este contexto bélico, entre los meses de octubre y noviembre de 1868 tuvo lugar la batalla de Aizu entre los seguidores del vencido Tokuwaga y el bando imperial. Dicho enfrentamiento se produjo en el castillo de Wakamatsu, también conocido como castillo de Aizu, donde se refugiaron aproximadamente unos 2.000 hombres que juraron lealtad al samurái y noveno daimyō de Aizu, Matsudaira Katamori.
De hecho, Katamori había tratado de congraciarse con el emperador tras haber apoyado en enero de ese mismo año al ejército del shogun derrotado en la batalla de Toba-Fushimi. Pero los miembros del nuevo Gobierno imperial rehusaron escucharlo. En realidad, el Gobierno estaba formado principalmente por miembros de los clanes Chōshū y Satsuma, que desconfiaban totalmente de las intenciones de Katamori y además eran sus acérrimos enemigos.
Enmarcada en la guerra Boshin tuvo lugar la batalla de Aizu entre los seguidores de Tokuwaga y el bando imperial.

Imagen de Matsudaira Katamori tomada en el año 1863.
Imagen de Matsudaira Katamori tomada en el año 1863.
PD
Finalmente, Katamori no vio otra solución que seguir luchando junto al Ōtsuetsu Reppan Dōmei, una alianza formada por los dominios de Mutsu, Dewa y Echigo, que llevaron a cabo un rápido proceso de modernización de sus ejércitos. Fue entonces, cuando una multitud de voluntarios del han (dominio) de Katamori se presentaron en su castillo para cumplir con el obligado compromiso de fidelidad al señor de Aizu.
Un final honorable
Los voluntarios fueron divididos en cuatro unidades, bautizada cada una de ellas con el nombre de un dios protector, y por edades: Genbutai (Unidad de la Tortuga Negra), estaba compuesta por aquellos que tenían más de 50 años; Seiryūtai (Unidad del Dragón Azul), por hombres de entre 36 y 49 años; Suzakutai (Unidad del Gorrión Rojo), por jóvenes de entre 18 y 35, y finalmente estaba Byakkotai (Unidad del Tigre Blanco), en cuyas filas militaban los más jóvenes, adolescentes de entre 16 y 17 años. Asimismo, cada una de estas unidades se subdividía siguiendo un criterio de clase, de mayor a menor rango.
Los voluntarios fueron divididos en cuatro unidades bautizadas cada uno de ellas con el nombre de un dios protector.

Imagen del Castillo de Wakamatsu, en Aizu, en la que pueden comprobarse los desperfectos sufridos durante la batalla.
Imagen del Castillo de Wakamatsu, en Aizu, en la que pueden comprobarse los desperfectos sufridos durante la batalla.
PD
Los Byakko Taishi (samuráis que componen una unidad) se comprometieron con su daimyō, Matsudaira Katamori, a defender el castillo de Azu. Veinte de estos Byakkotai se dirigieron a la colina de Limori, separados de su unidad. Para su horror, desde allí, equivocadamente creyeron que el castillo estaba envuelto en llamas (cuando en realidad era un pequeño incendio sin importancia) y pensando que no habían sido capaces de cumplir con la palabra dada a su daimyō decidieron cometer seppuku (suicidio ritual). Tras el terrible ritual, los cuerpos sin vida de diecinueve de los jóvenes samurái fueron encontrados por una mujer llamada Hatsu, la cual intentó salvar la vida del único superviviente, un joven de catorce años, Iinuma Sadakichi.
Como escarmiento y aviso contra posibles revueltas, los cadáveres de los jóvenes permanecieron sin recibir sepultura durante un tiempo, e incluso fueron profanados por los soldados imperiales. Finalmente, las autoridades autorizaron su entierro, aunque sin lápidas identificativas. En cuanto al castillo de Aizu, escenario del enfrentamiento, fue derruido en 1874, y su señor, Matsudaura Katamori, se retiró a un santuario sintoísta, donde murió en 1893.

Imagen de Iinuma Sadakichi tomada durante su vejez.
Imagen de Iinuma Sadakichi tomada durante su vejez.
PD
Por su parte, y a pesar de la deshonra que representaba para él ser el único superviviente, Iinuma Sadakichi pudo finalmente rehacer su vida e ingresó en el ejército, al igual que otros compañeros. Iinuma alcanzó el rango de capitán, y cuando se retiró trabajó en el servicio de correos hasta su muerte en el año 1931. Por expreso deseo del propio Iinuma, su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en la colina Limori. Un modo tardío de reunirse definitivamente con sus viejos compañeros samuráis.