A principios de la década de 1930, el mercado de antigüedades se vio invadido por una serie de hermosos objetos de bronce delicadamente decorados, de los cuales se indicaba de forma muy genérica el lugar de origen: la región montañosa de Luristán, en el actual Irán centro-occidental; una tierra árida habitada por los luros, un pueblo semisedentario cuya lengua, según algunos especialistas, estaría relacionada con el antiguo persa.
Cronología
Miles de bronces
XI-VIII a.C.
Justo en este período se sitúa la elaboración de las piezas de bronce realizadas por expertos artífices de Luristán.
1928
Un campesino halla en sus campos bronces que son comprados a precios irrisorios.
1938
Erich Schmidt organiza la primera misión oficial para excavar el yacimiento de Surkh Dum.
1965-1979
La Universidad de Gante y los Museos Reales de Bruselas hacen excavaciones en Luristán.
Desde otoño de 1928, en que apareció un campesino con varios objetos que había hallado en sus campos, la soñolienta ciudad de Harsín, cuarenta kilómetros al este de Kermanshah, se llenó de anticuarios que adquirían estas obras de arte a un precio irrisorio para revenderlas después a museos y colecciones privadas. Un negocio rentable que las autoridades locales no podían ni tenían la intención de detener.
Saqueo incontrolado
Esta situación se prolongó durante mucho tiempo a causa también de la inseguridad de la zona, que impedía el envío de expediciones científicas. Hasta 1938, el arqueólogo Erich Schmidt no pudo organizar la primera misión oficial para explorar el yacimiento de Surkh Dum. Y los resultados fueron significativos. En el interior de lo que sería definido por su descubridor como un probable edificio de culto, salieron a la luz una gran cantidad de valiosos bronces. Pero el daño ya estaba hecho. Miles de objetos habían sido desenterrados ilegalmente, y la información sobre los mismos se había perdido. Sólo una cosa parecía clara, y es que casi todos los objetos procedían de contextos funerarios: tumbas de cámara, con piedras colocadas en vertical como paredes y losas más grandes como techo.
André Godard, director del Servicio Arqueológico de Irán desde 1928, describió la forma en que los luros detectaban el lugar en el que había que excavar. La presencia de una fuente era un elemento imprescindible. Una vez localizada, estaba claro que en los alrededores no podía faltar un asentamiento y, un poco más lejos, el cementerio. Se acuñó esta sencilla fórmula: «Busca una fuente y en las proximidades encontrarás una necrópolis. Es simple e infalible».
Miles de objetos habían sido desenterrados ilegalmente, y la información sobre los mismos se había perdido.
La falta de datos científicos fue durante mucho tiempo una limitación. Sólo en los últimos decenios se ha podido establecer una secuencia cronológica de los hallazgos gracias al análisis estilístico e iconográfico. Este trabajo se vio facilitado por una serie de misiones arqueológicas realizadas durante los años sesenta y setenta, antes de que la Revolución islámica (1978-1979) hiciera casi imposible adentrarse en la región. De gran importancia resultaron las excavaciones efectuadas entre 1965 y 1979 por la Universidad de Gante y los Museos Reales de Bruselas en el Luristán occidental, que permitieron localizar un gran número de tumbas colectivas llenas de hallazgos datables gracias a la estratigrafía. Merced a estos estudios, hoy el término «bronces de Luristán» remite a un amplio repertorio de objetos producidos durante el período que va desde el siglo XI a.C. hasta mediados del VII a.C., la llamada Edad del Hierro Tardío de Luristán, subdividida en tres fases: I (1050-900 a.C.), II (900-800-750 a.C.) y III (750-725-650 a.C.).

Bronces Luristán 1
Alfiler de cabeza redonda con el clásico tema del señor de los animales.
Foto: AKG / Album
Todo tipo de imágenes
Aunque se descubrió una increíble variedad de objetos, todos se pueden catalogar según ciertas tipologías. Una de las más fascinantes es la de los llamados «estandartes», es decir, objetos que se fijaban en la parte superior de una vara u otros soportes. Lo que los hace únicos es su compleja iconografía, tomada del mundo animal y en la que abunda el íbice (una especie de cabra montés). Una de las variantes más conocidas y fascinantes es el llamado «señor de los animales», que representa a un ser antropomorfo estilizado que sujeta por el cuello a unos animales (leones o felinos) y que pretende simbolizar el dominio sobre la naturaleza. En general, la composición es muy elaborada y compleja. Se trata de auténticas obras de arte que muestran que quienes las realizaron dominaban a la perfección las técnicas metalúrgicas. Muy conocido es también el repertorio de armas: puñales, puntas de flecha, lanzas y hachas.
Los magníficos arneses para caballos confirman la naturaleza nómada de aquellas gentes. Como escribe el arqueólogo Paolo Matthiae: «El elemento que se ha hallado con más frecuencia es el bocado, decorado con dos carrilleras de placas perforadas con imágenes de animales que tenían en el vientre un gran agujero atravesado por la barra del bocado». En algunos casos, el repertorio iconográfico incluye toros, leones e íbices; en otros, animales fantásticos como grifos y esfinges.
Se trata de auténticas obras de arte que muestran que quienes las realizaron dominaban a la perfección las técnicas metalúrgicas.
No faltan tampoco objetos de la vida cotidiana. Los más conocidos son los alfileres, cuya finalidad aún se discute. Algunos estudiosos creen que eran un exvoto, mientras que otros sugieren que se usaban para sujetar la ropa. Tenemos constancia de dos tipos: de cabeza de disco y de cabeza cuadrada. Se realizaban con una técnica distinta: los primeros, mediante relieve o grabado; los segundos, usando la fundición. Sus temas son variados. Uno de los más famosos es el de una figura femenina (quizás una diosa de la fertilidad) rodeada de símbolos como el pez o la granada.
Una última categoría son los vasos cilíndricos de parte superior cónica, con una pequeña punta en la base. Su decoración, hecha en relieve por la parte exterior, incluye escenas como banquetes rituales, en los que aparecen figuras participando en actos ceremoniales, flanqueadas por sirvientes o músicos.
Se discute si los alfileres eran exvotos o bien piezas para sujetar la ropa.
El enigma casita
En cuanto a los autores de estas piezas, una hipótesis interesante los relaciona con los casitas, un pueblo que se asentó en los valles del Luristán a partir del siglo XVI a.C. y que luego ocupó el centro y sur de Mesopotamia, antes de ser expulsado a inicios del siglo XII a.C. Lo demostraría el hecho de que muchas espadas llevan inscripciones cuneiformes de época casita tardía.
Pero existe un problema: nunca se han hallado objetos de este tipo en Mesopotamia, circunstancia que ha llevado a muchos estudiosos a cuestionar esta teoría. La única explicación posible sería que su elaboración estuviera relacionada con la fase en que estas gentes, una vez expulsadas de Mesopotamia, volvieron a su tierra de origen, con la cual nunca habrían roto los vínculos.
__________

Bronces Luristán 2
Mango de hacha de bronce con imágenes de animales. Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.
Foto: AKG / Album
Cientos de objetos
El yacimiento de Surkh Dum fue objeto de la primera excavación arqueológica en Luristán. Se trataba de un asentamiento del que se excavaron parcialmente dos edificios, uno de ellos dedicado al culto. Los trabajos sacaron a la luz centenares de objetos de bronce, marfil y cerámica, y casi 200 sellos cilíndricos.
__________

Bronces Luristán 3
Vaso cilíndrico con una figura humana, tal vez un sacerdote, que hace un sacrificio frente al fuego.
Foto: AKG / Album

Bronces Luristán 4
Hacha realizada mediante fundición, con la presencia de características puntas en la empuñadura.
Foto: AKG / Album

Bronces Luristán 5
Estandarte que evoca el famoso tema del señor de los animales de forma repetitiva y estilizada.
Foto: AKG / Album

Bronces Luristán 6
Carrillera perforada, perteneciente a un bocado para caballos, que representa a un animal mitológico con alas y cuernos.
Foto: AKG / Album

Bronces Luristán 7
Alfiler de cabeza cuadrada que representa a una figura (¿humana?) de largos cuernos que sujeta a dos animales (¿cabras?).
Foto: AKG / Album
Un mundo fascinante
Los bronces de Luristán mostrados aquí se conservan en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.
Este artículo pertenece al número 199 de la revista Historia National Geographic.