Con su ejército deshecho por la campaña rusa de 1812 Napoleón fue perdiendo territorio y aliados hasta verse obligado a abdicar el 6 de abril de 1814. Sus enemigos lo desterraron a la pequeña isla de Elba, y restauraron al rey borbón Luís XVIII en el trono.
Aunque con ello parecía que habían puesto fin a la larga sucesión de guerras que habían sacudido Europa desde el estallido de la Revolución Francesa en 1789, la verdad es que aún quedaba un episodio más del drama por interpretar. El gobierno real era visto con temor y desconfianza por muchos franceses, quines temían la vuelta al absolutismo y la desaparición de los derechos y libertades conseguidos durante el período revolucionario.
La resistencia al nuevo régimen fue especialmente fuerte en el campo, donde cientos de miles de franceses se habían beneficiado de la redistribución de las tierras de los nobles, terrenos que ahora podían ser devueltos a sus aristocráticos dueños por el borbón. A estos descontentos se les unían varios millares de veteranos, que debían malvivir como demisoldes (cobarando la mitad de su sueldo) tras la disolución de gran parte del ejército.
Por el honor de Francia
Los rumores de este malestar llegaron a oídos de Napoleón, quien vio una última oportunidad de recuperar el poder por medio de una insurrección popular. Francia era un polvorín que solo necesitaba una chispa para estallar, y Bonaparte prendió la llama cuando desembarcó cerca de Cannes con su pequeña guardia de mil hombres el 26 de febrero de 1815.

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Napoleón es aclamado por los soldados borbónicos en Grenoble. Grabado de autor desconocido, siglo XIX, colección privada.
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Vitoreado por el pueblo, el corso empezó su marcha triunfal hacia París. En Grenoble se encontró el camino bloqueado por el ejército real al mando de uno de sus antiguos camaradas, el mariscal Ney. Viendo que los realistas dudaban en disparar contra sus compatriotas, Napoleón se puso frente a las bocas de sus mosquetes y les dijo “disparad contra vuestro emperador si os atrevéis”. Cuando nadie abrió fuego les persuadió con la mentira de que su vuelta había sido solicitada por la Asamblea Nacional para reinstaurar la República, a lo que se oyeron los primeros gritos de “viva el emperador” y el regimiento entero con Ney a la cabeza se pasó de bando.
Fue así sin, disparar un solo tiro, que Napoleón se volvió a convertir en emperador de los franceses, entrando en la capital el 20 de marzo mientras los borbones partían de nuevo al exilio. Sin embargo su situación no era nada fácil. Reunidos en Viena para reordenar el continente tras la guerra los aliados no estaban dispuestos a dejarle sentado en el trono, y Austria, Rusia, Prusia y Gran Bretaña le declararon la guerra.

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Entrada de Napoleón en el palacio de las Tullerías a hombros de sus generales. Grabado de autor desconocido, siglo XIX, colección privada.
Stefano Bianchetti / Bridgeman Images
Enfrentado de nuevo a toda Europa, la amenaza más acuciante para Bonaparte eran los 210.000 británicos, holandeses y prusianos concentrados en los Países Bajos; puesto que los austríacos no llegaran al Rin hasta mediados de agosto. Con este primer golpe, el emperador pretendía desmoralizar a sus enemigos y obligarles a pedir la paz, asegurándose a la vez una base de reclutas entre sus partidarios de Bélgica y Holanda.
Napoleón cruza el Sambre
La que sería la última campaña de Napoleón se inició el 14 de junio cogiendo a los aliados por sorpresa. Cruzando la frontera belga en Beaumont, el ejército francés se dirigió a toda prisa hacia el río Sambre, donde unos pocos destacamentos prusianos guardaban los puentes que conducían a Bruselas.
Enterado de la invasión, el mariscal prusiano Blücher empezó a concentrar a sus dispersos cuerpos en el pueblo de Ligny, al tiempo que ponía sobre a viso al duque de Wellington, comandante en jefe de británicos y holandeses. Este creyó en un primer momento que la maniobra de Bonaparte no era sino un amago para cubrir el verdadero ataque que se produciría siguiendo la costa, por lo que desplegó a sus fuerzas al oeste de la capital belga.
Dado que los ingleses todavía estaban dispersos Napoleón dividió a su ejército en dos el 15 de junio tras barrer los piquetes prusianos en el Sambre. Un cuerpo de 24.000 soldados a las órdenes de Ney se dirigiría a la encrucijada de Quatre Bras, mientras él con el grueso del Ejército del Norte batiría a los prusianos en Lingy.
Pensando que el cruce se hallaba débilmente defendido, Napoleón pretendía que Ney cayera luego sobre el flanco prusiano. Pero con lo que no contaba era con la lentitud de su subordinado y los 8.000 holandeses del general Perponcher, quienes se aferraron a Quatre Bras pese a las órdenes de Wellington de retirarse hacia Bruselas, provocando la llegada de refuerzos británicos al lugar y una batalla por el cruce al día siguiente.
Una apuesta arriesgada
Sin saber que no podría contar con las fuerzas de Ney para el encuentro con los prusianos, Napoleón decidió atacar el 16 con sus 68.000 franceses. La posición enemiga era ciertamente fuerte, pues consistía en diez pueblos fortificados a lo largo del río Ligne, cuyas orillas pantanosas y elevados bancos dificultaban el cruce.

Ligny Detail
El campo de batalla de Ligny.
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Pese a ello Bonaparte sabía que el ejército prusiano era de pésima calidad. La mitad de sus 84.000 soldados eran milicia Landwehr que nunca había entrado en combate, y además Blücher había dispuesto a sus reservas en las lomas de detrás de los pueblos, una posición expuesta al fuego de la artillería francesa.
Extendido a lo largo de un frente de diez quilómetros el frente prusiano era débil en toda su extensión, de manera que Napoleón decidió bloquear su izquierda con la caballería y concentrarse en el centro y la derecha, igualando el número de efectivos. En ese punto además el río dibujaba un una curva que permitiría a los franceses coger al enemigo entre dos fuegos.

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Napoleón da las últimas instrucciones a sus generales antes de la batalla. Grabado de autor español, Historia del Consulado y del Imperio de A. Thiers, 1845.
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Con un cierto optimismo el emperador se dirigió a sus generales antes de la batalla, asegurándoles que: “dentro de tres horas la campaña estará decidida, si Ney cumple con sus instrucciones no escapará ni un solo cañón del ejército prusiano”. Tras esperar la llegada de los soldados de Vandamme durante la mañana, el ataque se inició a las 14:30 con un feroz bombardeo artillero que se cebó en los pueblos y las divisiones apostadas en segunda línea.
Blücher es derrotado
Avanzando simultáneamente a lo largo de todo el saliente los generales Gérard, Vandamme y Grouchy cargaron con sus columnas contra Saint Amand, Wagnelée y Ligny. La lucha por los pueblos se alargó durante horas; en Ligny los franceses tuvieron que lanzar cuatro asaltos hasta conseguir entrar al quinto, y solo para adueñarse de parte de la villa. Los artilleros franceses arrastraban sus cañones al interior para abrir fuego a quemarropa contra los atrincherados prusianos, quienes se veían reforzados constantemente por batallones de la reserva.
Buena muestra de la crudeza de este sangriento tira y afloja es el testimonio del capitán Charles François del 30º regimiento de línea, quien recordaría en sus memorias como “en un abrir y cerrar de ojos fueron abatidos el comandante Hervieux, y dos jefes de batallón, Richard y Lafoie […], de la tropa casi 700 cayeron heridos o muertos”.

Slag bij Ligny, 1815 Blüchers Heldenschlacht den 16n Iuny 1815 (titel op object), RP P 1898 A
Combate casa por casa en Ligny. Grabado holandés de 1815, Rijksmuseum, Amsterdam.
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Era una lucha de desgaste en la que ganaría quien tuviera más soldados de refresco, pero cuando se disponía a enviar a la Guardia Imperial para inclinar la balanza, el emperador recibió la alarmante noticia de que 20.000 enemigos se dirigían hacia él. Suspendiendo el ataque mandó a sus ayudantes de campo a confirmarlo, pero cuando estos llegaron hasta el supuesto enemigo se encontraron con que eran franceses del cuerpo de D’Erlon.
Esperando la llegada de estos refuerzos, el emperador perdió todavía mas tiempo en lanzar la ofensiva final, pero a media tarde le informaron de que D’Erlon había dado media vuelta reclamado por Ney, quien estaba siendo superado por Wellington en Quatre Bras.

Blücher (nach Gebauer)
El mariscal Blücher, retrato al óleo de Ernst Gebauer, Museos Estatales, Berlín.
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Maldiciendo la inoportuna orden de su mariscal, Napoleón se volvió a concentrar en la batalla, mandando a la Guardia al fuego sobre las 19.30. Empezó a llover de manera torrencial, pero los impávidos veteranos marcharon hacia Ligny entrando en la villa acompañados por truenos y rayos. Los prusianos no pudieron resistir este último ataque, y la Guardia atravesó el pueblo dispersando a los maltratados restos de la segunda línea.

Blüchers Rettung durch seinen Adjudanten Nostiz bei Quatre Bras
Blücher es rescatado de los franceses por el ayudante de campo August Nostitz. Óleo de Clemens Otto Fikentscher, 1862, colección privada.
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A la desesperada Blücher intentó un último contraataque con sus húsares, pero estos se estrellaron contra los cuadros erizados de bayonetas de los franceses, y fueron barridos por la contracarga de los coraceros. El caballo del propio mariscal fue muerto atrapándole bajo su peso, pero gracias a la intervención de un edecán que le prestó su caballo, el septuagenario mariscal logró escapar.
Una victoria incompleta
Sin duda Napoleón había conseguido uno de los grandes triunfos de su carrera. Los prusianos habían perdido 26.000 soldados a cambio de solo 12.000 franceses, y al ser expulsados de Ligny obligaron a Wellington a retirarse de Quatre Bras para no ser rodeado.
Con todo el emperador no supo aprovechar el momento, y no empezó la persecución de Blücher hasta el día siguiente, destacando para ello a Grouchy con un tercio de su ejército. Para su desgracia se dieron entonces una serie de circunstancias que arruinarían la victoria. Para empezar Grouchy confundió a una masa de 9.000 desertores prusianos que se dirigían hacia el este con las tropas de Blücher, y cuando se dio cuenta de su error este ya le había ganado mucho terreno.

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BLücher acude en ayuda de Wellington el 18 de junio. Óleo de Friedrich Kaiser, Museo Burghof, Lörrach,
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Además, aunque el mando de los prusianos había pasado temporalmente al desconfiado ayudante de Blücher, Gneiseneau, este no logró convencer a sus oficiales de que se retiraran hacia Alemania abandonando a los británicos, sino que tuvo que escapar al norte por carreteras más familiares hacia Wavre, moviéndose en paralelo a Wellington.
Este se había reunido el 17 con el resto de las fuerzas anglo-holandesas en una cordillera cerca de la ciudad de Waterloo, donde pretendía hacer frente a Napoleón. Tras la sangría que había sufrido en Quatre Bras, Ney no mostró mucho entusiasmo en la persecución, y no fue hasta la llegada de emperador que esta empezó, pero desafortunadamente cayó entonces un chaparrón que embarró los caminos.

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Los prusianos atacan el pueblo de Plancenoit durante la batalla de Waterloo. Pintura al óleo de Adolf Northern, 1873, Galería de Arte de Hamburgo.
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Recuperado ya de sus heridas, Blücher salió de Wavre marchando hacia la batalla de Waterloo el 18 de junio. Gracias a la protección que les ofrecía la cordillera los aliados lograron contener a Napoleón hasta bien entrada la tarde, momento en el que los prusianos aparecieron en su flanco derecho causando la desbandada del ejército francés. Con su ejército destruido, el emperador se rindió a los ingleses de manera definitiva el 8 de julio. Tras 25 años de guerra constante al fin había llegado la paz a Europa.