Símbolo del Romanticismo

La libertad guiando al pueblo, la oda de Delacroix a la revolución

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La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, conmemora la revolución de julio de 1830 en París.

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El 27 de julio de 1830 se iniciaban tes días de furia revolucionaria en París que sacudieron los cimientos de la ciudad y obligaron a los Borbones –por tercera vez y en esta ocasión definitivamente– a abandonar el trono francés. Conocidas como las "Tres gloriosas", estas jornadas son mucho menos conocidas que la Revolución Francesa que había acabado con el Antiguo Régimen en 1789, pero apuntalaron los nuevos aires políticos surgidos cuatro décadas antes y pusieron definitivamente en manos de los ciudadanos la soberanía sobre su nación.

Las Trois Glorieuses inspiraron también un icono de la pintura romántica, La Libertad guiando al pueblo. Frente al orden y la pulcritud del neoclasicismo, Eugène Delacroix opone una pintura caótica y pasional en la que rinde homenaje al pueblo "noble, hermoso y grande" que se levantó contra la tiranía ese caluroso mes de julio 41 años después de la toma de La Bastilla.

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¿1789? No, 1830

La Libertad guiando al pueblo ha acabado convertida en un icono revolucionario hasta el punto que muchos al contemplarla por primera vez piensan que se trata de una alegoría de la Revolución Francesa de 1789, cuando describe hechos ocurridos en 1830. La toma de La Bastilla el 14 de julio de 1789 acabaría por convertirse en un acontecimiento fundacional para la historia contemporánea de Francia y Europa. A pesar de ser un episodio mitificado, no inspiró ninguna obra de arte que trascendiera hasta nuestros días. Sobre estas líneas, la toma de La Bastilla en un guache de Jean-Pierre Houel.

Una revolución para salvar otra revolución

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Una revolución para salvar otra revolución

Representante de la facción más conservadora y ultramonárquica de su familia, el rey Carlos X (sobre estas líneas en un retrato de coronación realizado por François Gérard hacia 1825) cuestionó todos los avances conseguidos durante la Revolución Francesa que su hermano Luis XVIII había aceptado para mantenerse en el trono. La tensión estalló cuando el monarca promulgó las Ordenanzas de julio de 1830, una serie de decretos encaminados a a abolir la libertad de prensa, disolver la cámara de diputados y alterar el sistema electoral en favor de los sectores más tradicionalistas. La revuelta que acabaría con la dinastía borbónica en Francia comenzó el 27 de julio, cuando cuatro periódicos fueron cerrados y sus imprentas requisadas por publicar un manifiesto contra la monarquía. Se produjeron los primeros enfrentamientos entre el ejército y los trabajadores de estos medios, a los que pronto se unirían amplios sectores de parisinos.

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A las armas, ciudadanos

El 28 de julio por la mañana, la revuelta se había transformado en una verdadera revolución popular que reunía amplios sectores de la sociedad. Delacroix plasmó el tumulto popular que aglutinó a burgueses, tenderos, obreros, campesinos y estudiantes en una obra que comenzó a pintar tras el triunfo revolucionario y que había acabado en diciembre. Ejecutada en una composición piramidal, La Libertad guiando al pueblo muestra a la turba popular, que parece abalanzarse sobre el espectador en un dramático efecto de la pintura.

la Libertad

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La Libertad

Enarbolando la bandera tricolor en su mano derecha, la Libertad guía a los parisinos hacia la victoria. Evoca la Revolución de 1789. El bonete frigio que luce como tocado alude a la libertad, puesto que ese era el símbolo que portaban los esclavos manumitidos en la antigua Grecia. Tampoco es casual su torso desnudo, que evoca a las victorias aladas helénicas o la Venus descubierta pocos años antes en la isla de Milos. Al mismo tiempo, dos detalles parecen hacerla humana: el vello que asoma por su axila y el fusil que sostiene en su mano izquierda, un modelo de 1816. 

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Marianne

Los revolucionarios asociaban a la patria y la soberanía popular con una joven francesa, bella, valiente y decidida que acabó llamándose Marianne, por ser un nombre muy común en esa época para las mujeres galas. Esta personificación de la revolución y de su máxima "libertad, igualdad y fraternidad" ha terminado tan asociada a la imagen de Delacroix, que es usada en la actualidad para representar a la República.

las cenizas del Antiguo Régimen

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Las cenizas del Antiguo Régimen

A los pies de esta pirámide, dos soldados realistas muertos a punto de ser pisoteados por la multitud representan las cenizas del Antiguo Régimen, sobre las que los revolucionarios deben construir un mundo más justo. El primero, tumbado de espaldas, un miembro de la guardia suiza –reclutados de ese país para servir en los ejércitos de diversos países europeos–, y boca abajo, un coracero, soldados de caballería protegidos por estas armaduras sin mangas. Encima de ellos, Delacroix encontró el lugar ideal para firmar y fechar su obra.

El mártir

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El mártir

Al otro extremo yace el cuerpo semidesnudo de un mártir revolucionario. Delacroix confiere a este personaje dignidad divina al retratarlo como a Héctor, el príncipe homérico encargado de la defensa de Troya, muerto heroicamente a manos de Aquiles.

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El niño de la calle

Desde el principio, los más jóvenes se involucraron espontáneamente en la revuelta. A la izquierda de la Libertad, Delacroix representó a un niño empuñando dos pistolas de caballería y una enorme cartuchera colgada del hombro, que sin duda habría robado a un desdichado soldado realista. Su actitud y mirada decidida y su boina inspirarían a Victor Hugo para uno de los personajes de Los Miserables, Gavroche, un niño abandonado por su familia, obligado a subsistir en las calles de París, que en la novela acabaría por unirse a la insurrección republicana de junio de 1832.

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El estudiante

Al otro lado, un estudiante se aferra a los adoquines de la calle para utilizarlos como protección o como proyectil contra los soldados. Luce un sombrero de voltigeur, un cuerpo creado por Napoleón Bonaparte que se encargaba de acosar a las tropas enemigas para debilitarlas antes del enfrentamiento con la infantería.

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El obrero y el burgués

Por encima de este estudiante, un símbolo de la unidad popular que reinó esos días. Un obrero, que viste ropa de trabajo típica de una fábrica, empuña un sable propio de las compañías de infantería de élite del ejército francés. A su lado, un personaje con sombrero alto y atuendo burgués empuña un arma que parece ser de caza. parece ser que su rostro podría ser el del propio Delacroix, que no participó en la lucha. 

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Veteranos

En el centro del tumulto se distinguen personajes que pueden interpretarse como veteranos que vivieron en primera persona la Revolución o el Imperio y que salieron a la calle a luchar junto a las generaciones más jóvenes. A la izquierda un hombre que parece de edad avanzada, luce un bicornio de estilo napoleónico. Otro personaje va vestido con ropa militar, tal vez se trate de veteranos de la guardia imperial, desmovilizados tras la restauración borbónica.

El moribundo

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El moribundo

Arrodillado a los pies de la libertad, este hombre que luce un cinturón y una blusa de campesino. Podría llevar poco tiempo en París (o ha acudido allí a la llamada de la revolución) y parece haber sido herido de muerte, puesto que sangra por una herida en el pecho. La ropa de este personaje sirvió a Delacroix para representar el verdadero símbolo de esta revolución: la bandera tricolor, símbolo revolucionario proscrito por los Borbones y que, desde entonces, se convirtió en la bandera nacional.   

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El triunfo de la tricolor

Detrás de la escena principal, ente la humareda, un batallón combate los disparos que llegan desde las ventanas de los edificios colindantes cerca de Notre Dame, símbolo de la odiada monarquía, donde ondea la misma bandera tricolor que la Libertad enarbola y con la que Delacroix ha ido salpicando cada detalle de la obra. Al final de estos tres días de furia revolucionaria, los Borbones acabarían proscritos para siempre del trono francés y la tricolor se convertiría en la enseña nacional francesa.