El levantamiento del gueto de Varsovia fue un episodio que ha quedado impreso en las páginas de la historia de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) como un acto heroico por múltiples razones. Sin apenas ningún medio ni ayuda, los habitantes del gueto de la capital de Polonia decidieron organizarse para luchar aun a sabiendas de que su empresa no tenía ninguna posibilidad de alcanzar el éxito.
A principios de 1939, antes del comienzo de la II Guerra Mundial, el ambiente estaba caldeado entre las grandes potencias del Viejo Continente. Adolf Hitler, al frente de la Alemania nazi, había tensado la cuerda de las relaciones internacionales violentando algunas decisiones del pacto de Versalles (1919) como la de reconstruir el ejército o desarrollando una política exterior de expansión territorial.
Persiguiendo el objetivo del Lebensraum (espacio vital en castellano), en 1936 se había remilitarizado Renania, a principios de 1938 se consumó la unificación de Austria y Alemania (el Anschluss) y en septiembre del mismo año las fuerzas nazis ocuparon parte de Checoslovaquia en lo que fue conocido como la Crisis de los Sudetes. Pocos días después, la conferencia de Múnich no hizo sino certificar la impunidad nazi y no pudo evitar que el Führer terminase invadiendo todo el país en marzo de 1939.
Polonia, condenada
El 23 de agosto de 1939, Ribbentrop por la parte alemana y Molotóv por la parte soviética firmaron un pacto de no agresión en el que la terrible suerte que esperaba a Polonia quedó echada. El país era un simple territorio que ambos se repartirían según sus intereses.

Satlin, líder de la Rusia soviética, y Ribbentrop, ministro de asuntos exteriores de la Alemania nazi, se dan la mano durante el encuentro que tuvo lugar en agosto de 1939 que dio como resultado la firma del pacto de no agresión y que sentenciaba el futuro de Polonia.
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El incidente que prendió la chispa para que estallara el conflicto fue la crisis de Danzig, la actual Gdansk. Alemania exigió su anexión, a lo que Francia y Gran Bretaña se opusieron y a continuación Hitler cruzó la frontera polaca iniciando la invasión del país. Así empezó la Segunda Guerra Mundial, que a su vez inauguraba un periodo de seis años de sufrimiento y sometimiento para Polonia y todos sus ciudadanos, tanto en la parte ocupada por los rusos como en la que quedó bajo control alemán.
Pronto se hizo patente la superioridad militar de la Wehrmacht. El 1 de septiembre había empezado la invasión y a finales mismo mes ya había caído la capital. Pese a ofrecer una fuerte resistencia, Varsovia se rindió el 27 de septiembre de 1939 tras un aplastante bombardeo. A partir de entonces, las partes de Polonia que en algún momento de la historia habían pertenecido a Alemania y que eran reclamadas por Hitler quedaron incluidas dentro de las fronteras alemanas. El resto del territorio ocupado -entre el que se encontraba Varsovia- quedó bajo control de un gobierno general liderado por Hans Frank, miembro destacado del Partido Nazi.

Un grupo de soldados polacos manejan artillería antiaérea durante el asedio nazi de Varsovia a finales de septiembre de 1939.
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Violencia antisemita
Tras la invasión, se empezó a poner en práctica la limpieza étnica del territorio y, puesto que los mecanismos para ejecutar la "Solución final" todavía no se habían concretado, el primer paso fue poner en funcionamiento medidas provisionales. Inmediatamente después de tomar el control de las principales ciudades polacas, y como se hizo en muchas otras áreas altamente pobladas, una las primeras medidas fue la de crear guetos donde reubicar a los ciudadanos judíos. Esto eran zonas delimitadas mediante alambres -y posteriormente mediante muros- que se establecían dentro de las mismas ciudades donde la población judía era obligada a confinarse. Las personas que quedaban encerradas dentro de sus fronteras vivían en condiciones infrahumanas debido a la sobrepoblación, la escasez de suministros de todo tipo y la ausencia de servicios públicos tales como la limpieza.
Una las primeras medidas provisionales que se tomaron fue la de crear guetos dentro de las mismas ciudades donde reubicar a los judíos
De los 400 guetos que proliferaron en Polonia, el mayor fue el de Varsovia. Hacia 1942 se calcula que vivían hacinadas alrededor de 450.000 personas en su interior, un 30% total de la población de la ciudad concentrado en el equivalente a un 2,4% del área urbana. En las habitaciones de las pocas viviendas que había habitaban una media de 9 personas.

En las calles del gueto de Varsovia había una gran parte de la población que tenía que sobrevivir sin casa ni trabajo. La imagen de personas viviendo en la calle era habitual.
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La sobrepoblación y la falta de suministros eran dos de los principales problemas que sufrían los habitantes del gueto. La ausencia de higiene favorecía la proliferación de enfermedades como el tifus que, junto con el hambre, fueron las primeras causas de muerte antes de que empezaran los asesinatos y las deportaciones.
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A pesar de las pésimas condiciones, al principio de la guerra los judíos creían que los guetos serían el lugar donde simplemente les obligarían a malvivir hasta el fin del conflicto, por lo que trataron de mantener la normalidad en la medida de lo posible. Se crearon los Judenrat, una especie de órganos de gobierno, se abrieron escuelas provisionales, se mantuvieron los eventos religiosos -en gran parte de forma clandestina-, y se crearon redes de ayuda social que en ocasiones contaban con conexiones secretas en el exterior del gueto.
Para los dirigentes nazis, sin embargo, los guetos eran una solución transitoria hasta que se decidiera qué hacer con ellos, algo que ocurrió en la Conferencia de Wannsee en enero de 1942. En esta villa de las afueras de Berlín se decidió que el “problema judío” se atajaría mediante la “solución final”, un perverso plan de exterminio sistemático de todos los judíos en los territorios conquistados. A partir de entonces, los campos de trabajo se empezaron a transformar en siniestros campos de la muerte donde la maquinaria nazi se convirtió en una despiadada y eficiente red de asesinatos en masa. En ese momento comenzaron las deportaciones masivas desde los guetos hacia los campos: era el principio del fin.
Y sin embargo, resistencia
Desde que empezaron las deportaciones, se trató de organizar una resistencia armada dentro del gueto de Varsovia, unos grupos llamados Organizaciones Judías de Combate (ZOB, por sus siglas en polaco). Pero las precarias condiciones en las que trabajaban los ZOB los condenaban al fracaso y entre julio y septiembre de 1942 habían sido deportadas al campo de Treblinka hasta 265.000 personas, a razón de más de 5.000 por día. Primero movilizaron a aquella parte de la población más vulnerable: ancianos, sin techo y enfermos, y progresivamente la población del gueto se redujo hasta alcanzar los 55.000 habitantes.

Descendiendo del tren, un grupo de judíos procedentes del gueto de Siedlce, al este de Varsovia, llegan al campo de exterminio de Treblinka en 1942.
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Entre julio y septiembre de 1942 habían sido deportadas al campo de Treblinka hasta 265.000 personas, a razón de más de 5.000 por día
Pronto se filtró el destino final de los trenes que partían repletos de gente hacía el noreste de Varsovia. El sentimiento de culpa, la desesperación y la certeza de que todos seguirían el mismo camino dieron paso a una renovada voluntad de resistencia. Bajo el liderazgo de un joven de 23 años llamado Mordecai Anielewicz, los ZOB tomaron el control del gueto. Su moral se vio reforzada después de que en enero de 1943 fueran abortadas las nuevas deportaciones que había ordenado Heinrich Himmler. Mientras una parte de la población se escondía en las bodegas, garajes y otros espacios habilitados como escondites, la otra ofrecía una agresiva resistencia que fue posible gracias a las armas de contrabando que habían introducido en el gueto. Los alemanes se retiraron y los habitantes del gueto lo interpretaron como una victoria, y a su vez como un aviso de que la siguiente batalla estaba por llegar.
En motivo del cumpleaños de Hitler el 20 de abril, Himmler decidió lanzar la operación de aniquilación definitiva del gueto de Varsovia durante la víspera. Así, el 19 de abril de 1943, un grupo de 2.000 soldados y miembros de las SS penetraron en el gueto antes del amanecer topando con una resistencia que, pese a contar con un precario armamento, estaba sólidamente organizada. Los primeros enfrentamientos duraron tres días hasta que las tropas alemanas se retiraron de nuevo y modificaron su táctica; convertirían el gueto en una ciudad en llamas.

Rodeado de guardias armados, el general de las SS Jürgen Stroop contempla como arden los edificios del gueto de Varsovia.
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Capturados pero con la cabeza alta, tres miembros de la resistencia judía del gueto son retenidos por un soldado tras haber sido descubiertos.
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El 9 de mayo de 1943, 20 días después del inicio del levantamiento, los soldados nazis seguían encontrando personas que permanecían escondidas en los búnkers.
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"El gueto ya no existe"
Aunque avanzaban lentamente debido a la obstinada resistencia, la superioridad alemana se impuso y todos los edificios fueron reducidos a cenizas. El plan inicial contemplaba acabar con el gueto en tres días, pero terminar la operación les llevó casi un mes, pues la resistencia de los ZOB aguantó hasta el 16 de mayo de 1943, cuando se agotaron las municiones. El general de las SS Jürgen Stroop fue el encargado de supervisar el ataque final del gueto. Durante el desempeño de esta tarea hizo tomar numerosas fotografías que le sirvieron para redactar un famoso informe, el infame Informe Stroop, destinado al jefe de las SS Heinrich Himmler donde narra los detalles de la represión del levantamiento y la liquidación del gueto. Después de hacer estallar la Gran Sinagoga de Varsovia exclamó: “¡El gueto de Varsovia ya no existe!”

En otra de las imágenes más célebres del Informe Stroop se puede ver a un grupo de hombres, mujeres y niños judíos cuyo escondite ha sido descubierto y son conducidos al exterior mientras soldados armados supervisan la escena.
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Algunos de los líderes de la resistencia terminaron con su vida por voluntad propia ante la alternativa de verse capturados, torturados y ejecutados. De entre los supervivientes, 7.000 fueron fusilados durante las horas posteriores y el resto deportados a diversos campos de trabajo y exterminio.
El hecho de organizarse para luchar sin perspectiva de victoria ha sido visto siempre como un éxito en sí mismo
El heroico levantamiento del gueto de Varsovia fue el primer acto de resistencia popular organizada contra la violencia nazi que tuvo lugar en Europa. Sirvió como ejemplo para otras rebeliones posteriores que, como esta y casi sin excepción, terminaron en fracaso. Sin embargo, puesto que el fracaso estaba asegurado, el hecho de organizarse para luchar sin perspectiva de victoria ha sido visto siempre como un éxito en sí mismo. Lo explican a la perfección las palabras de uno de los líderes de los grupos de resistencia: “Nos veíamos a nosotros mismos como judíos clandestinos abocados a un destino trágico. Nuestra hora había llegado, no había esperanza ni posibilidades de rescate: teníamos que luchar”. Era, por tanto, una acto de valentía; no se luchaba por sobrevivir sino por demostrar que no se moría en vano.