Valladolid

El legado de los vacceos sigue presente

La perseverancia por adaptarse a un medio hostil caracterizó a este pueblo prerromano convencido en la vida de ultratumba y en el carácter sagrado de los buitres

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© PROYECTO PINTIA / CARLOS SANZ MÍNGUEZ

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Pintia

Paisaje invernal de Las Ruedas, el mayor cementerio del mundo vacceo.

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Tumbas bajo el campo de las estelas en la necrópolis de Las Ruedas.

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Dibujo de Luis Pascual que recrea al difunto de la tumba 28 de Las Ruedas.

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Cajitas-salero zoomorfas de la necrópolis de Las Ruedas. 

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Sonajero procedente de una tumba infantil de Las Ruedas. 

No queda clara la procedencia de los vacceos. Han sido tomados como un pueblo celta proveniente del norte de Europa. Hoy se habla más bien de una continuidad de los pueblos que habitaron la región central de la cuenca del Duero a comienzos de la Edad del Hierro. La cuestión es que algo sucedió alrededor del siglo IV a.C. en el territorio que ocupa actualmente la provincia de Valladolid. Los vacceos se establecieron y crearon auténticas ciudades-estado, a pesar del duro clima mesetario, sofocante en verano y gélido en invierno, a pesar del territorio inhóspito, salpicado de charcas y pantanos. Adoptaron una actitud guerrera para sobrevivir y forjaron unas armas magníficas, pues dominaron la metalurgia como pocos. Cultivaron el trigo y la cebada y comerciaron con estos productos, también con la ganadería, bovina y ovicaprina, y con la lana procedente de estas reses, que incluso utilizaron como tributo de guerra durante la conquista romana. Los bebés tenían sus sonajeros, los niños sus canicas y sus dados y los adultos disfrutaron de viandas como el lechazo y bebieron vino, cerveza e hidromiel. Tanto sacrificio y apego a la vida no se podía desintegrar con la muerte. Los vacceos creían en la vida de ultratumba. Claudio Eliano, un autor romano, dijo lo siguiente sobre ellos: Los vacceos ultrajan los cadáveres de los muertos por enfermedad, y que consideran que han muerto cobarde y afeminadamente, y los entregan al fuego; pero a los que han perdido la vida en la guerra, los consideran nobles, valientes y dotados de valor y, en consecuencia, los entregan a los buitres, porque creen que éstos son animales sagrados. Carlos Sanz Mínguez, responsable del Proyecto Pintia, de la Universidad de Valladolid, explica a este medio que los vacceos crearon una clase guerrera aristocrática con una ética agonística o de combate muy marcada que influiría en sus ideas sociales. El buitre era concebido como un animal psicopompo que propiciaría la llegada al ámbito celeste, lugar de residencia de la divinidad, del guerrero muerto con el máximo honor: blandiendo su propia arma.

Sonajeros, canicas, espadas y puñales

Situada en la pedanía de Padilla de Duero (Valladolid), Pintia fue una importante ciudad vacceo-romana. Su potencial arqueológico es extraordinario, afirma Sanz Mínguez, director de las excavaciones y del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg. Sin duda fue un lugar estratégico y relevante, como lo demuestran algunas obras colectivas recientemente excavadas: una muralla de siete metros de anchura y un sistema de fosos defensivos, tres de ellos consecutivos y de más de 40 metros de anchura, a lo largo de un perímetro de más de un kilómetro, agrega. La necrópolis de Pintia es, además, la única conocida del mundo vacceo. El cementerio de Las Ruedas, de unas seis hectáreas de extensión, ha acumulado miles de enterramientos, principalmente tumbas de incineración, desde el siglo IV a.C. hasta el II d.C. Durante las excavaciones de 2014, correspondientes a la XXV campaña arqueológica, se han recuperado once conjuntos funerarios, entre tumbas y cenotafios, que son enterramientos conmemorativos sin restos óseos. Los hallazgos ilustran el trauma que supuso la conquista romana para los vacceos, en palabras de Sanz Mínguez, con una etapa final en la que las cerámicas indígenas pintadas quedaron reducidas a la mínima expresión. Se han han hallado piezas cerámicas trabajadas a mano y en un torno, entre ellas unas anaranjadas, además de cajitas-salero zoomorfas con cuatro patas y un asa, sonajeros, canicas, campanillas o tintinábulas, imitación de joyas en barro, ralladores con forma de pie para hacer la pedicura... Y entre la metalistería destacan las arracadas o pendientes, anillos, pulseras espiraliformes y armas de hierro como espadas, puñales, puntas de lanza y jabalina, entre otras cosas. En definitiva, Roma se impuso y la población vaccea fue romanizada. Pero este pueblo prerromano, que se inventó a sí mismo, dejó un legado que se ha mantenido sin interrupción en este territorio. La impronta vaccea aún se hace sentir en nuestros pueblos, en sus sistemas tradicionales de adaptación a un medio y un clima meseteño como el nuestro, concluye.