Una novela sobre la madre de Alejandro Magno

“Alejandro Magno heredó el espíritu de liderazgo de su madre Olimpia”

La escritora Laura Mas explora, en su segunda novela “Olimpia”, la historia de la madre de Alejandro Magno, un personaje clave en la formación del futuro rey de Macedonia y conquistador de medio mundo.

Laura Mas Olimpia

Laura Mas Olimpia

Foto: Laura Mas

Periodista y novelista, Laura Mas publicó en 2020 su primera novela La maestra de Sócrates, en la que explora el personaje de Diotima, una sacerdotisa y filósofa mencionada por Platón en su diáologo El banquete. Su nuevo libro lleva por título Olimpia y tiene como protagonista a la madre de Alejandro Magno, una persona clave en la formación del que sería rey de Macedonia y lograría la gesta impensable de conquistar el poderoso imperio persa.

 

Para quienes no la conozcan, ¿quién fue Olimpia? ¿Qué nos dicen sobre ella las fuentes de su época?

Olimpia fue una mujer nacida en Dodona, que era la polis principal del Epiro, territorio vecino de Macedonia. Vivió en el siglo IV a.C., a las puertas del helenismo, una época que arranca con la muerte de Alejandro Magno. Y Olimpia fue precisamente la madre del gran conquistador. Las fuentes de su época la denostaron mucho porque fue una mujer muy ambiciosa, que quería alzar su dinastía a la gloria, y eso solo podía conseguirlo mediante la coronación de su hijo como nuevo rey de Macedonia. Consiguió con creces su cometido, pero fue muy criticada por sus coetáneos por llevar a cabo una política de eliminación de rivales, que era algo que hacían los hombres de su época, pero no era habitual que lo hiciese una mujer. Una de las fuentes que me interesaría citar es a Plutarco, porque gracias al testimonio de este historiador descubrí una de las características de Olimpia que más me llamaron la atención como novelista: que tenía serpientes amaestradas del culto tracio, un elemento con el que juego mucho en mi novela.

¿Qué importancia tuvo, al margen de ser la madre de Alejandro? ¿Era una persona con un peso propio en la corte o era, simplemente, la madre del rey?

Más allá de ser la madre del futuro rey de Macedonia, Olimpia ya venía de una familia poderosa de Epiro. Su matrimonio con Filipo, en aquel entonces rey de Macedonia, fue concertado porque ofrecía grandes beneficios a ambos territorios: ella venía de una familia de alta cuna, era la hija del rey de Epiro, y el hecho de estar casada con uno de los hombres más importantes de su tiempo —y que se acabó convirtiendo en el más importante de toda Grecia— le daba privilegios. Uno de los más destacados fue el religioso. Se dice incluso que Olimpia llegó a ser sacerdotisa de varios templos como por ejemplo el de Aigai, así que su peso religioso era muy importante. Debemos tener en cuenta que por aquel entonces los ciudadanos eran sumamente devotos y creyentes, y acudían con asiduidad a los oráculos, cosa que también hacía Olimpia. Y, más allá de este papel, la posición de esposa principal del rey también le daba la potestad de coordinar las tareas del palacio de Pela.

Pella 1

Pella 1

Ruinas de Pela (Grecia), capital de la antigua Macedonia.

Foto: Jean Housen (CC)

¿Qué influencia tuvo Olimpia en la educación de Alejandro como futuro rey? ¿Dirías que fue alguien determinante a la hora de forjar su carácter?

Sí, claramente Olimpia como madre fue completamente determinante. Yo creo firmemente que ese espíritu de liderazgo que tenía Alejandro lo heredó de su madre, que tenía también un carácter fuerte, era apasionada como Alejandro, muy carismática…, así que creo que ciertamente que Alejandro, al que ella se refería como su “pequeño Aquiles”, tuvo grandes rasgos de personalidad que heredó de su madre. Un rasgo característico de aquella época es que las mujeres estaban a cargo de sus hijos durante los primeros años de vida, concretamente hasta que estos iniciaban su formación militar. Así que podemos afirmar que Olimpia tomó importantes decisiones, sin ir más lejos, a la hora de decidir con qué maestros se educaba su hijo en la corte de Macedonia: citaré uno destacado, Leónidas, que era pariente de ella; dicen algunas fuentes que podría haber sido uno de sus tíos. Tendemos a pensar que el hombre, en este caso Filipo, tomó todas las decisiones respecto a su educación, pero lo cierto es que Olimpia como mujer tenía voz y voto en los primeros años de vida de Alejandro; no descartaría incluso que hubiera opinado al respecto con el famoso maestro de Alejandro Magno, Aristóteles.

Desde que se casó con el rey Filipo, parece que la obsesión de Olimpia fue dar a luz a su heredero. ¿Tan importante era ser la madre del futuro rey?

Era muy importante ofrecerle un hijo varón al rey, sin duda, porque era el que estaba destinado a reinar, a ser el digno sucesor. Así que para Olimpia fue prioritario, en el momento de contraer matrimonio con Filipo e instalarse en la corte de Macedonia, darle ese heredero al rey, lo cual consiguió solo un año después de su unión. Además, en el caso de Macedonia se da una característica fuera de lo común por aquel entonces, y es que era un reino en el que imperaba la poligamia: Olimpia llegó a esa corte siendo ni más ni menos que la quinta esposa del rey. Había mucha rivalidad entre las esposas, ya que todas ellas querían pasar a la posteridad a través de sus hijos si estos heredaban la corona, lo que daba lugar a unas disputas tremendas por el trono; si bien es cierto que ella cuando llegó había solo un posible heredero, Filipo Arrideo, personaje altamente conocido a nivel histórico.

¿Es decir, que peligraba tu posición en palacio si solo dabas a luz a hijas?

No diría que peligrar fuese exactamente la situación, pero el rey no las tenía en tanta consideración si no le daban un varón. Esto se ha repetido a lo largo de los siglos: una de las principales obligaciones de una mujer era engendrar hijos, pero sobre todo hijos varones, fuese o no el rey, para garantizar esa sucesión. Las mujeres, por desgracia, eran seres de segunda, carecían de muchos derechos, e incluso una mujer como Olimpia —que por supuesto tenía muchísimos más privilegios por el hecho de ser la esposa del rey de Macedonia— también quedaba en un segundo plano en muchos aspectos. Ella dio a luz al futuro heredero de Macedonia, pero tampoco lo tuvo nada fácil por su condición de extranjera.

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¿Entonces dirías que también había un componente de xenofobia en el “maltrato” que sufrió Olimpia, en el sentido que ella no era macedonia y también fue discriminada o tratada diferente por el hecho de ser extranjera?

Sí, claramente sí. Olimpia no solo tuvo que rivalizar con el resto de esposas de Filipo nada más pisar la corte, sino que además pesaba como una losa su condición de extranjera. Incluso llegó un momento en el que Filipo se volvió a casar con una mujer macedonia, Cleopatra Eurídice, y eso creó una grieta irreparable: no solo entre Olimpia y Filipo, sino también entre Alejandro Magno y su padre, ya que en un banquete se atrevieron a decir que Alejandro era bastardo porque no tenía sangre pura macedonia. A pesar de haberle dado un hijo varón, la condición de extranjera de Olimpia hacía que no fuera tan bien vista por muchos nobles y coetáneos, y esa era una losa de la que no se pudo librar hasta que su hijo llegó al trono. Entonces tuvo más autoridad y margen de maniobra, porque en cierto modo a través de Alejandro pudo adentrarse un poco —y solo un poco— en la política del reino.

Porque, ¿qué papel jugaba Epiro, el reino natal de Olimpia, en el mundo griego del siglo IV a.C.?

Epiro en el siglo IV a.C. estaba viviendo su máximo esplendor, si bien es cierto que no llegó a ser ni la sombra de lo que fue Macedonia. Curiosamente estos dos reinos habían tenido mucha rivalidad, se habían producido diversas guerras y disputas entre ellos, pero el matrimonio de Olimpia y Filipo llevó a un largo periodo de paz y hasta hermandad. Macedonia fue claramente el territorio que más destacó porque llegó a ser la principal potencia de toda Grecia, lo cual parecía impensable partiendo de esa base de territorio marginal, bárbaro y muy mal visto por los griegos; como también era el caso de los epirotas, que para ellos se parecían bastante a los macedonios. Pero estamos hablando de dos reinos potentes que, además, se hermanaron y unieron fuerzas para ser respetados por los griegos: Epiro fue clave para que Macedonia lograse llevar a cabo sus planes de expansión.

Dodona 1

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Panorama de Dodona (Grecia), ciudad-santuario del antiguo Epiro. Su oráculo era uno de los más importantes del mundo griego antiguo.

Foto: Onno Zweers (CC)

Justamente los griegos no tenían una opinión muy buena de los macedonios o de los epirotas. ¿Por qué ese desprecio? ¿Y cambió esta opinión cuando Macedonia se convirtió en una superpotencia, o los griegos siguieron considerando a sus vecinos como bárbaros?

Poco a poco, Filipo, a través de sus conquistas y sus certeras actuaciones en el campo de batalla —que, de hecho, heredó de los tebanos, de los cuales copió muchas estrategias militares—, se fue ganando el apoyo de los griegos. Pero cuando él llegó al trono —de manera totalmente inesperada tras la muerte de sus hermanos, porque no le tocaba reinar— Macedonia era un reino marginal y era visto como un territorio bárbaro, igual que Epiro. En esos territorios vivían diversas tribus y todas eran muy salvajes a ojos, por ejemplo, de los atenienses, que eran ciudadanos muy ilustres y que habían adquirido una formación más elevada a todos los niveles. Sin ir más lejos, las maneras de los macedonios eran muy rudas, no tenían buenos modales, y eso era muy criticado por los griegos en general. Para ellos eran bárbaros y en este sentido podemos imaginar actitudes muy… digamos… toscas.

Tampoco era visto con buenos ojos el modelo de artistocracia que había tanto en Epiro como en Macedonia, ya que en Grecia no era tan habitual que hubiese reyes. Todos conocemos el modelo democrático que adoptó Atenas, al que tanto le debemos, así que los griegos los veían un poco como una rara avis y creían que estaban por encima de ellos. Pero Filipo, poco a poco, se fue ganando su respeto, porque acabó teniendo prácticamente la hegemonía en toda Grecia y llegó a tener planes de conquista hacia el imperio persa. En este aspecto, Alejandro Magno le debe prácticamente todo a su padre, porque sin esos planes previos de Filipo y prácticamente todo el territorio griego conquistado por su padre no hubiese podido partir hacia Asia con el apoyo enorme que tuvo.

¿Respeto o simple miedo?

Bueno, esta es una cuestión bastante compleja. Puede que hubiera una parte de miedo porque no dejaban de ser territorios sometidos a la voluntad de Filipo, pero por lo que tengo entendido él tenía apoyos y se ganó la confianza de muchos griegos por sus aptitudes, sobre todo en el campo de batalla. Creo que se movían entre el respeto y el miedo: Filipo era un buen líder y en ese aspecto Alejandro también le debe mucho. Consiguió todo lo que propuso hasta que lo asesinaron, lo cual permitió que Alejandro se hiciese con el trono de Macedonia.

Se ha dicho precisamente que Olimpia fue la instigadora del asesinato de Filipo. ¿Son simples rumores o tenemos pruebas concretas?

No, no hay pruebas fehacientes que puedan demostrar este hecho, pero hay claros indicios de que Olimpia pudo estar detrás del asesinato de su esposo, porque se produjo en un momento clave: Filipo acababa de contraer matrimonio con una nueva esposa, Cleopatra Eurídice, que era de sangre macedonia, por lo que se esperaba que ella le diese el heredero legítimo que los macedonios estaban esperando. Esto hubiera llevado a la ruina completa de Olimpia en cuanto a sus aspiraciones de pasar a la posteridad a través de su hijo: su máximo propósito era perpetuar su dinastía y alzarla a la gloria eterna, y ella tenía muy claro desde el nacimiento de Alejandro que él debía ser el futuro rey de Macedonia. Así que no creo tanto en las casualidades, y el asesinato de Filipo estuvo rodeado de misterio: nunca se pudo resolver exactamente qué lo provocó, más allá de saber quién fue el asesino, Pausanias, pero nunca se supo quién fue la mano que estaba detrás moviendo los hilos. Yo creo que posiblemente Olimpia estuvo implicada porque era una mujer muy ambiciosa, con las ideas muy claras, y que llevó a cabo una política de eliminación de rivales. Además, ella ya no sentía ningún tipo de amor por su esposo, todo lo contrario: en aquella época, Filipo y ella ya no se podían ni ver, por lo que su matrimonio estaba más que acabado. Él la había repudiado públicamente, lo cual había provocado que Olimpia se exiliase de manera voluntaria a Epiro, y durante ese exilio no descarto que hubiese tramado este asesinato.

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Justamente antes decías que se ha definido mucho a Olimpia como una mujer cruel y sin escrúpulos, pero parece que sus actos no eran muy diferentes del resto de sus coetáneos. ¿Crees que esta impresión negativa hubiera sido distinta si hablásemos de un hombre?

Claramente. Entonces estaba a la orden del día que los hombres eliminasen a sus rivales: el propio Filipo lo hizo en su momento y, cuando Alejandro murió en Babilonia —por cierto, en extrañas circunstancias también—, se produjo esa política de eliminación de rivales. Olimpia fue denostada simplemente por el hecho de ser mujer y llevar a cabo este tipo de actos que eran propios de los hombres. Eso demuestra lo que todos ya sabemos: que, hasta hace relativamente poco, las mujeres que tomaban ciertas iniciativas eran silenciadas. Hemos sabido más sobre Olimpia a través de autores contemporáneos, pero la mala fama que adquirió se debe a la gente de su tiempo, porque precisamente por su posición de poder tuvo muchos enemigos, tanto hombres como mujeres.

Desde una perspectiva moderna puede resultar chocante que, en un mundo tan patriarcal como el de la antigua Grecia, las mujeres en vez de apoyarse entre ellas competían y a menudo eran enemigas. ¿A qué atribuyes esta falta de empatía entre personas que, en principio, estaban en una posición igualmente delicada?

Yo concibo la corte de Macedonia como un ambiente lleno de intrigas palaciegas, con lo cual no creo que sea tanto una cuestión de género como de la manera como actuaba la gente: había muchísimo en juego, especialmente en la posición de las mujeres de Filipo, con lo cual no te podías fiar de nadie, porque además prácticamente no había intimidad. En el ámbito doméstico, en ese gineceo habitado por mujeres, sí imagino que las esposas del rey podían tener momentos distendidos compartiendo alguna que otra confidencia, pero tenían que ir con muchísimo cuidado porque podían correr ríos de sangre. No descarto que hubiera momentos de complicidad entre ellas, pero había muchas puñaladas por detrás e incluso, llevado al extremo, no era descartable planear el asesinato de alguien para conseguir un propósito. La vida de Olimpia peligró en muchísimas ocasiones y a veces se la tacha de persona completamente dura y cruel, pero simplemente lo hizo para cubrirse las espaldas, tanto de hombres como de mujeres.

Hablando de mujeres, hagamos ahora un apunte sobre la hija de Olimpia, que a menudo es eclipsada por su hermano mayor Alejandro. ¿Quién era Cleopatra de Macedonia?

Cleopatra de Macedonia, hija de Olimpia, es un personaje muy interesante. Nació tres años después que Alejandro y llegó a ser reina del Epiro. Y este es un dato muy curioso, porque hay una diferencia abismal entre Macedonia y Epiro en este aspecto: Macedonia no permitía ni por asomo que reinase una mujer, en cambio Epiro tenía unas leyes mucho más abiertas y benévolas en este sentido y concebía que una mujer pudiese estar en el poder, en el caso por ejemplo de que muriese el rey. Y esto es lo que le sucedió a Cleopatra: ella se acabó casando con el hermano de Olimpia, también llamado Alejandro; la pareja se fue a vivir a Epiro y Alejandro se alzó con el poder, pero murió en el campo de batalla. Y entonces, durante un tiempo, Cleopatra ejerció como reina del Epiro, así que es una mujer fascinante que sin duda también merecería una novela.

 

Medallón Olimpia

Medallón Olimpia

Medallón romano con la efigie de Olimpia.

Foto: Museo Walters, EE.UU.

Aunque te has documentado mucho, existen lagunas históricas sobre Olimpia. ¿En qué aspectos te has tomado más libertad a la hora de construir el personaje? ¿Y crees que esto es un problema en el campo de la narrativa histórica o, al contrario, te da más libertad como autora?

Yo creo que la novela histórica nos da licencias y la mayoría de escritores y escritoras de este género nos movemos entre la realidad y la ficción. Durante el proceso creativo de mi obra me encontré con muchas lagunas históricas básicamente porque se ambienta en un siglo muy remoto, así que no es fácil rellenar estos huecos. Obviamente, debe haber o debería haber siempre —en mi caso, es así siempre— una fase previa de documentación para saber qué terreno pisamos: conocer bien los hechos, el contexto sociopolítico de la época que vamos a tratar… y, por supuesto, lo que nunca me invento son fechas, batallas, cosas que sabemos que sucedieron y que no tengo por qué ficcionarlas. Dicho esto, la novela te da la libertad de crear personajes ficticios, cosa que yo he hecho: vaya por delante que la mayoría de personajes que aparecen en el libro existieron realmente, pero Alexis, por ejemplo, es un personaje bastante importante en mi novela y surgió completamente de mi imaginación. También al crear un diálogo estás haciendo ficción: yo puedo haber entendido o haberme llevado a mi terreno el carácter de Olimpia en base a lo que he leído sobre ella, pero no deja de salir de mi imaginario cuáles fueron sus reacciones ante determinadas situaciones, cómo se debió de sentir o actuar.

Creo que hay una parte de ficción que es lícita, y además nos debemos a los lectores y lectoras: la mayoría buscan entretenimiento y, a la vez que aprenden, quieren algo que sea ameno y digerible; al menos es así como yo concibo lo que puede ser una buena novela de género histórico. Como conclusión, diría que moverse entre estos dos mares es algo habitual y yo lo agradezco incluso: no quiero estar tan encorsetada como para transcribir simplemente lo que sucedió en un momento dado; si tuviese esa necesidad, tal vez la abordaría desde el ensayo. Así que, si alguien quiere leer algo cien por cien real y que no tenga nada de ficción, se tiene que ir a ese campo, pero la novela ya se sobreentiende que lleva implícita esa parte que surge de la imaginación del escritor.

Esta es la segunda novela que escribes sobre una mujer de la Antigüedad, después de Diotima en La maestra de Sócrates. ¿Qué tiene la antigua Grecia que te fascine tanto? ¿Tienes en mente alguna otra mujer de aquella época sobre la que te gustaría escribir, ahora o en el futuro?

No cierro esa puerta que es rescatar otras mujeres de la historia y a mí me ha enamorado la época en la que me he movido en estos dos primeros libros: la antigua Grecia es un periodo fascinante al cual le debemos prácticamente todo como sociedad occidental, bebemos de sus costumbres y nuestro pensamiento viene conformado por esos atenienses que tanto hicieron en el siglo dorado de Pericles. Así que no cierro esa puerta, pero a la vez necesito nuevos estímulos como narradora y lo más probable es que mi próxima novela no tenga como protagonista a una mujer, incluso estoy valorando hacer una novela coral o diferentes opciones que me creen nuevos desafíos. Iremos viendo qué nos depara el camino, pero seguro que en algún momento vuelvo a abrazar esa época deslumbrante y alguna otra mujer que llame mi atención, que podría ser perfectamente Cleopatra, la hija de Olimpia.