El gobierno del pueblo

Las reformas de Clístenes: nace la democracia en Atenas

Enfrentado a la tiranía de los Pisistrátidas, Clístenes organizó desde el exilio una campaña que terminó con la liberación de atenas, en el año 510 a.c. luego impulsó una radical reforma política que hizo de su ciudad la patria de la democracia

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Los dioses y la política. Poseidón y Apolo, representados en el friso este del Partenón, visten y dialogan entre sí como si fueran dos ciudadanos que se encuentran en alguna asamblea de Atenas.

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Cuenta Heródoto que Hiparco, uno de los hijos del tirano de Atenas, Pisístrato, tuvo un día un sueño: «En la víspera misma de las fiestas Panateneas, le pareció que un hombre alto y bien parecido se le acercaba y le decía estas enigmáticas palabras: “Sufre, león, un azar insufrible; súfrelo mal que te pese”». Al amanecer, Hiparco consultó su sueño con los intérpretes, pero no tomó precaución alguna y se fue a la procesión pública. Corría el año 514 a.C. y en el transcurso de la festividad, Hiparco pereció asesinado a manos de dos jóvenes amantes, Harmodio y Aristogitón.

Según la tradición, detrás de la acción había una querella personal: Harmodio habría rechazado una coacción amorosa de Hiparco o bien el tirano habría impedido que su hermana participara en la procesión religiosa. Pero más allá de estas disputas, el tiranicidio reflejaba el malestar de gran parte de los atenienses con los Pisitrátidas, y fue así como, cuando su régimen tiránico fue derrocado cuatro años después, Harmodio y Aristogitón fueron considerados mártires de la libertad de Atenas, los héroes que prepararon el camino para el establecimiento del sistema político que traería la gloria a la ciudad del Ática durante todo el siglo V a.C.: la democracia. 

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Asesinato de Hiparco durante la procesión de las Panateneas, grabado siglo XIX.

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Sin embargo, el tiranicidio de Hiparco no desencadenó por sí solo esta gran transformación política. Ésta se venía gestando desde hacía décadas, en el marco de una serie de conflictos sociales que habían sacudido los fundamentos de la sociedad ateniense. Desde mediados del siglo VIII a.C., Atenas estuvo regida por un puñado de familias aristocráticas. Ellas eran las propietarias de las tierras, controlaban las instituciones de gobierno –los arcontes, que ejercían el poder ejecutivo y militar, y el tribunal del Areópago– y componían la fuerza militar que defendía la ciudad. Por debajo se encontraba la población sometida: campesinos, artesanos, esclavos... 

Merry Joseph Blondel Solon

Merry Joseph Blondel Solon

Retrato del legislador Solón por Merry Joseph Blondel. Pintura al óleo 1828, museo de Picardía, Amiens

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Pero en los siglos VII y VI a.C. se multiplicaron las tensiones sociales a causa del nuevo poder que fueron adquiriendo los grupos de comerciantes urbanos y el resentimiento de muchos por la explotación que sufrían a manos de la clase terrateniente. Surgió así la demanda de que las magistraturas, hasta entonces reservadas a los aristócratas, fueran accesibles al resto de la población. La gran reforma política impulsada por Solón, elegido «legislador y mediador» de Atenas hacia 594 a.C., dio satisfacción a estas exigencias, estableciendo, entre otras cosas, una asamblea de los ciudadanos (Ekklesía) abierta a las clases medias, aunque las familias aristocráticas seguían conservando sus privilegios en el Areópago. Sin embargo, no por ello desaparecieron los conflictos, y unas décadas después Pisístrato, un aristócrata ateniense que había destacado en las guerras de Atenas contra Mégara, se impuso en las luchas internas que agitaban la ciudad y logró erigirse como tirano. Fue entonces también cuando entró en escena un personaje que sería decisivo en el triunfo definitivo de la democracia en Atenas: Clístenes. 

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Dracma ateniense de plata con el rostro de la diosa en el anverso y su animal sagrado, el mochuelo, en el reverso.

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Clístenes pertenecía a la noble familia de los Alcmeónidas, una de las que habían regido tradicionalmente la política ateniense. Era hijo de Megacles, quien estaba marcado por una cierta «madición» causada por su padre, también llamado Megacles. Según la tradición, en el año 632 a.C. Megacles el Alcmeónida había incurrido en una violación del derecho de asilo al dar muerte, cuando se habían acogido a sagrado, a los seguidores de Cilón, un noble de origen megarense que quiso instaurar la tiranía en Atenas. El oráculo de Delfos había maldecido por ello a los Alcmeónidas, que pasaron cierto tiempo en el exilio. 

Los Alcmeónidas contra la tiranía 

Los Alcmeónidas habían apoyado a Solón y tiempo después alardearían de haber luchado siempre por las libertades atenienses. Pero, en realidad, su actitud ante la tiranía de Pisístrato fue ambigua. Tenían buenas relaciones con tiranos de otras ciudades –prueba de ello es que Clístenes fue nieto del tirano de Sición–, y durante los primeros años de gobierno de Pisístrato intentaron compartir el poder con él. Luego pasaron a la oposición; tras una larga pugna de diez años, la familia hubo de exiliarse definitivamente cuando Pisístrato, habiendo reunido grandes recursos y apoyos militares, les derrotó en 546 a.C. Entre ellos estaba el joven Clístenes. Pero sabemos también que, en el año 524 a.C., en plena tiranía de Pisístrato, Clístenes fue arconte en Atenas, lo que ha llevado a algunos autores a negar que los Alcmeónidas se hubieran exiliado realmente, pese a lo que afirma Heródoto. 

ruinas del templo de Apolo

ruinas del templo de Apolo

El ora´culo de Delfos. Cli´stenes logro´ que la Pitia de Delfos instara a los espartanos a derrocar la tirani´a de Atenas. arriba, ruinas del templo de Apolo, siglo V a.C.

Tras el asesinato de Hiparco por Harmodio y Aristogitón, Hipias redobló la represión, ordenando incluso el desarme de los ciudadanos. Clístenes y su familia se alinearon entonces plenamente con el bando opuesto a la tiranía. Desde el exilio organizaron una primera expedición contra el tirano, que fracasó. Sin embargo, si algo habían aprendido los Alcmeónidas a lo largo de tantas disputas era que el apoyo del oráculo de Delfos era indispensable para triunfar en la política. Así, mientras seguían en el exilio, decidieron apoyar financieramente la reconstrucción del santuario délfico, que se había incendiado en 548 a.C. A cambio, Clístenes obtuvo del oráculo un favor político precioso. Como cuenta Heródoto, «los atenienses obtuvieron de la Pitia [la profetisa de Apolo], sobornada a fuerza de dinero, que siempre que vinieran los espartanos a consultar el oráculo, ya fuera privada, ya pública la consulta, les diera por respuesta que la voluntad de los dioses era que libertasen a Atenas». Y, en efecto, los espartanos, al mando del rey Cleómenes, «en vista de que siempre recibían del oráculo la misma respuesta», decidieron obedecer la sentencia de los dioses y derrocar la tiranía de Atenas. 

Cleisthenes

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Busto moderno de Clístenes por Anna Christoforidis, cámara del senado de Ohio, 2004.

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Su primera incursión en el Ática resultó fallida, ante la unión de las fuerzas de Hipias y de sus aliados tesalios. Entonces los espartanos decidieron movilizar las tropas de la Liga del Peloponeso, y esta vez los jinetes tesalios se vieron impotentes ante la masa de hoplitas. Hipias se refugió en la Acrópolis, donde capituló a cambio de poder salir en libertad. Se marchó a la ciudad de Sigeo, en la región de Troya, en Asia Menor, donde gobernaría como tirano vasallo de los persas

Dos facciones enfrentadas 

Tras la expulsión de la tiranía quedaron dos partidos en Atenas, como dice Heródoto: «Clístenes, de la familia de los Alcmeónidas, de quien se dice que supo sobornar a la Pitia, e Iságoras, hijo de Tisandro, de una casa verdaderamente ilustre [...]. Ambos eran los caudillos de las dos facciones en la ciudad». Los dos partidos representaban dos opciones políticas contrapuestas. Clístenes, buscando el apoyo de la plebe, propuso una serie de reformas políticas de signo democrático que daban un poder muy importante a cada una de las diez tribus en que quedaría dividido el pueblo. Iságoras, partidario del poder de la aristocracia, se opuso en redondo a los planes de Clístenes y le respondió hábilmente utilizando sus mismas armas: reclamó la intervención de Esparta mediante el recurso a la tradición religiosa. 

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La libertad coronando al pueblo ateniense, bajorrelieve de una estela de una ley contra la tiranía aprobada por la Asamblea en el 336 a.C.. Museo del Ágora, Atenas.

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La libertad coronando al pueblo ateniense, bajorrelieve de una estela de una ley contra la tiranía aprobada por la Asamblea en el 336 a.C.. Museo del Ágora, Atenas.

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Supo, así, volver en contra de Clístenes a su antiguo protector, el rey de Esparta Cleómenes, quien decretó el exilio de aquel so pretexto de que estaba maldito y mancillado (enages) por la antigua maldición de Megacles, que había quedado sin purificar. Esta vez el oráculo cargaba contra el heredero de la maldición Alcmeónida, que tuvo que marchar de nuevo al exilio. Al punto, los espartanos organizaron una dura represión del partido de Clístenes en Atenas, y mandaron al exilio a las setecientas familias que Iságoras les había indicado. 

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El Partenón, en la Acrópolis. En el año 447 a.C., la Asamblea aprobó la construcción de un templo dedicado a Atenea y a la gloria de Atenas, ciudad que era, en palabras de Pericles, ejemplo de toda Grecia.

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Cuenta la leyenda que cuando el rey Cleómenes ocupó la Acrópolis, se paró a rezar ante el altar de Atenea. Entonces, su sacerdotisa le dijo con tono solemne: «Atrás, forastero espartano, atrás: no quieras entrar en este santuario, donde no es lícito que entren los dorios». Los espartanos intentaron establecer un régimen oligárquico, aboliendo la Asamblea y dando todo el poder a un consejo de trescientos partidarios de Iságoras. Pero habían subestimado el sentimiento prodemocrático, que era ya mayoritario en Atenas, y la población se rebeló hasta que se llegó a un acuerdo para que los espartanos abandonaran la ciudad. Sólo unos cuantos que habían permanecido en la Acrópolis fueron condenados a muerte. Se cumplían así las funestas palabras de la sacerdotisa. 

Las reformas de Clístenes 

De tal manera, la oligarquía, encarnada por Iságoras y apoyada por los tradicionalistas espartanos, hubo de ceder finalmente. Los exiliados fueron llamados a Atenas y el pueblo votó, al fin, las reformas de Clístenes. De este modo, entre los años 507 y 501 a.C., Clístenes puso en marcha una profunda reforma del Estado ateniense. La idea era aliviar los conflictos sociales mediante una transformación radical de la organización religiosa y política que restara influencia a los clanes nobiliarios. Así, Clístenes introdujo una nueva división del pueblo en diez tribus; aumentó los miembros de la Boulé, el Consejo o Senado creado por Solón, hasta quinientos, cincuenta por cada tribu; dio mayor poder a la Asamblea general (Ekklesia), y promovió la designación a las magistraturas por sorteo. La idea clave de las reformas de Clístenes era la isonomía, la «igualdad de los ciudadanos ante la ley», un término que definiría en adelante el régimen de libertades ateniense. 

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En el a´gora, centro poli´tico y comercial de Atenas, se construyeron en e´poca heleni´stica edificios como la stoa de a´talo (arriba).

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A la muerte de Clístenes se le tributó un funeral público en el cementerio del Cerámico y se honró su memoria como en el caso de los tiranicidas. Era un justo homenaje: el ilustre Alcmeónida, con su lucha contra la tiranía de los Pisistrátidas y sus grandes reformas, había puesto las bases de la democracia ateniense y de sus ideales de libertad, que triunfarían en gran parte del mundo helénico en las décadas siguientes y perdurarían en la memoria de la cultura occidental.