Misterios y curiosidades del antiguo Egipto

La vida cotidiana de los constructores de las tumbas de los faraones en Deir el-Medina

En la orilla occidental de Tebas se alzó un poblado habitado por obreros y artesanos encargados de la construcción de las tumbas de los faraones en el Valle de los Reyes. Conocemos cómo era la vida cotidiana de estas personas, cuyo trabajo implicaba un gran secretismo, y de sus familias en Deir el-Medina gracias a la gran cantidad de papiros y óstracos allí descubiertos que abarcan desde listas de la lavandería hasta poemas amorosos, pasando por juicios y peleas.

Panorámica de las ruinas del poblado de Deir el-Medina, en la orilla occidental de Tebas.

Panorámica de las ruinas del poblado de Deir el-Medina, en la orilla occidental de Tebas.

Panorámica de las ruinas del poblado de Deir el-Medina, en la orilla occidental de Tebas.

Foto: iStock

Entre 1948 y 1950, el arqueólogo francés Bernard Bruyère descubrió el depósito más grande de óstracos (fragmentos de piedra caliza y cerámica en los que se podía escribir y dibujar) en Deir el-Medina, el poblado de los constructores de las tumbas del Valle de los Reyes. Allí, en un antiguo pozo, Bruyère exhumó miles de estos fragmentos en los que los habitantes de Deir el-Medina garabatearon sus mensajes. Unos mensajes que, sin que ellos lo pretendiesen, habían traspasado la barrera del tiempo y llegado hasta nuestros días.

Excavaciones posteriores han ido sacando a la luz miles y miles de óstracos en Deir el-Medina, lo que finalmente, y junto con el gran número de papiros descubiertos en el yacimiento, ha conformado uno de los registros de información más completos sobre cómo vivieron los obreros de la necrópolis real instalados en este oculto asentamiento en la montaña tebana fundado por Tutmosis I, faraón de la dinastía XVIII.

deir el-medina, un poblado bullicioso

Los óstracos de Deir el-Medina conforman un conjunto de material de lo más variopinto. En estos fragmentos de piedra y cerámica, usados como nuestro papel, aquellas personas escribieron cartas, recibos, registros de trabajo, demandas judiciales y otras cosas más prosaicas como listas de la lavandería o conjuros mágicos. Todo ello ha permitido a los investigadores componer un fascinante fresco de la vida en Deir el-Medina hace más de tres mil años. 

Así, gracias a todos estos elementos sabemos que el modo de vida de los artesanos reales en esta floreciente aldea no era tan incómodo como podríamos pensar. De hecho, estos hombres no eran esclavos, sino artesanos altamente cualificados. Cada familia disponía de una casa (en todo el poblado había unas 70) de adobe, con techos planos hechos con vigas de madera y cáñamo. Algunas familias eran numerosas; conocemos casos de familias hasta con 15 hijos. Pero, en contra de lo que pueda parecer, sus necesidades estaban totalmente cubiertas e incluso había lavanderas y muchachas que se encargaban de moler el grano para facilitar la vida de los pobladores.

Cada familia disponía de una casa de adobe con techos planos hechos con vigas de madera y cáñamo.

Óstraco que representa al dios cocodrilo Sobek. Deir el-Medina. MET, Nueva York.

Óstraco que representa al dios cocodrilo Sobek. Deir el-Medina. MET, Nueva York.

Óstraco que representa al dios cocodrilo Sobek. Deir el-Medina. MET, Nueva York.

Foto: PD

Mientras sus maridos trabajaban en la necrópolis real, con total secretismo, las esposas de los artesanos se ocupaban de sus hijos, elaboraban pan y tejían su ropa. Pero además, estas mujeres eran dueñas de sus bienes y de hasta un tercio de los bienes matrimoniales. Asimismo, los trabajadores de Deir el-Medina tenían derecho a construirse sus propias tumbas, en una necrópolis situada junto al poblado, algunas de ellas, como la del artesano Sennedjem, o la de el arquitecto Kha, bellamente decoradas.

El poblado contaba también con dos capataces y un escriba, acompañados de un equipo de ayudantes. Como intermediarios entre el faraón y los habitantes, estos oficiales se ocupaban de los juicios que, inevitablemente, tenían lugar en Deir el-Medina, la mayoría por conflictos entre vecinos. Todos ellos rendían cuentas al visir.

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trabajo secreto

A causa de su trabajo en la necrópolis, los obreros de las tumbas reales debían pasar varios días seguidos fuera del poblado. De hecho, dejaban su casa, salían por la única puerta que se abría en la muralla que rodeaba el asentamiento (custodiada por "policías") y se dirigían al Valle de los Reyes. Allí, el escriba del poblado anotaba la llegada de cada trabajador a su lugar de trabajo en el interior de la tumba, un espacio oscuro donde no alcanzaba la luz del Sol. Para iluminarlo y poder realizar su tarea con garantías, los obreros y artesanos usaban piezas de lino retorcidas, untadas con aceite o grasa, y las colocaban en un pábilo con sal (la sal minimizaba la presencia de humo). Así, ardían con brillantez e iluminaban el interior.

El escriba del poblado anotaba la llegada de cada trabajador a su lugar de trabajo en el interior de la tumba.

Óstraco procedente de Deir el-Medina que representa a una reina tocando un sistro. MET, Nueva York.

Óstraco procedente de Deir el-Medina que representa a una reina tocando un sistro. MET, Nueva York.

Óstraco procedente de Deir el-Medina que representa a una reina tocando un sistro. MET, Nueva York.

Foto: PD

Se trabajaba en dos turnos de 4 horas al día y los obreros (canteros, yeseros, dibujantes, escultores), divididos en dos equipos de trabajo (llamados "el de la izquierda" y "el de la derecha"), vivían en chozas de piedra durante los ocho días que duraba la jornada laboral. Después, podían volver dos días a su casa para descansar. Aunque muchas veces los trabajadores ponían excusas para no acudir a su lugar de trabajo, como muestran algunos de los óstracos descubiertos. En realidad, algunas de estas excusas eran bastante habituales, como alegar problemas oculares o que debían elaborar cerveza para su familia. Otras eran francamente originales, como la del artesano Hechnekhu, que dijo no poder ir a trabajar porque estaba ¡embalsamando a su madre!

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deir el-medina en huelga

Como hemos visto, la vida en Deir el-Medina era relativamente cómoda, y los trabajadores estaban bastante bien pagados. Recibían raciones de trigo, escandia y cebada con las que elaboraban sus propios pan y cerveza (un alimento básico en la dieta egipcia). A veces también recibían alguna bonificación especial: aceite de sésamo, bloques de sal e incluso carne de buey.

Pero los pagos no se hacían siempre con la puntualidad deseada. En ocasiones existían retrasos en la distribución de las provisiones, lo que ocasionaba malestar entre los trabajadores, que a menudo se quejaban también de las condiciones de trabajo. Ha llegado hasta nosotros la queja de un dibujante a un superior: "Para ti soy como el mulo. Si hay trabajo, traes al mulo. Si hay algo de cerveza no me buscas, pero si hay trabajo sí que me buscas. Soy un hombre que no tiene cerveza en su casa. Intento llenar mi estómago escribiéndote".

Los pagos no se hacían siempre con la puntualidad deseada y los obreros a menudo se quejaban también de las condiciones de trabajo.

Mujer amamantando a su hijo. Óstraco de Deir el-Medina. Museo Británico, Londres.

Mujer amamantando a su hijo. Óstraco de Deir el-Medina. Museo Británico, Londres.

Mujer amamantando a su hijo. Óstraco de Deir el-Medina. Museo Británico, Londres.

Foto: britishmuseum (CC BY-SA 4.0)

Pero si las cosas se ponían feas, aún podía ser peor. Sabemos de una ocasión en la que los trabajadores de Deir el-Medina hicieron algo que nos puede sonar absolutamente actual: se declararon en huelga. En efecto, el 14 de noviembre de 1165 a.C., durante el reinado de Ramsés III, los obreros del poblado arrojaron con furia sus herramientas al suelo y abandonaron su lugar de trabajo como protesta frente al retraso en el reparto de las provisiones.

"Es debido al hambre y la sed que hemos venido aquí. No hay ropas, ni grasa, ni pescado, ni verduras. Comunica al faraón nuestro buen señor todo esto, y comunícalo al visir, nuestro superior, para que pueda proveer por todo ello", trasladaron los trabajadores al escriba del poblado, Amenennaht. Finalmente, las quejas surtieron efecto y los enfadados trabajadores recibieron el pago debido, con lo que regresaron a sus puestos de trabajo.

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robos y corrupción

Los óstracos y papiros también dan cuenta de las historias personales de los trabajadores de Deir el-Medina y sus familias. Conocemos algunos casos de adulterio, un padre que le dice a su hija que si su marido la repudia podrá volver a su casa cuando quiera, incluso han llegado hasta nosotros algunos ejemplos de poesía amorosa o incluso escenas eróticas o satíricas dibujadas. Asimismo, como ya se ha apuntado, conocemos el desarrollo de algunos procesos judiciales y también de casos de corrupción (uno de ellos implicó al alcalde de Tebas) o abusos de poder. 

Han llegado hasta nosotros algunos ejemplos de poesía amorosa o incluso escenas eróticas.

De hecho, a finales del Reino Nuevo hubo casos flagrantes de robos de tumbas, y algunos de los artesanos de Deir el-Medina fueron acusados de tan grave delito. Hubo quien, sin embargo, fue absuelto, como fue el caso del pintor Amenua, acusado de desvalijar la tumba de Ramsés III.

Interior de la tumba de Ramsés III en el Valle de los Reyes.

Interior de la tumba de Ramsés III en el Valle de los Reyes.

Interior de la tumba de Ramsés III en el Valle de los Reyes.

Foto: iStock

Los últimos años de Deir el-Medina fueron de una absoluta decadencia. Los constantes saqueos de tumbas reales por parte de grupos organizados de ladrones a finales del Reino Nuevo marcaron el final del poblado de los constructores de tumbas. El Valle se convirtió en un lugar sumamente inseguro, y muchas familias abandonaron el asentamiento, que poco a poco, fue cayendo en el olvido. Miles de años después, las historias de quienes vivieron allí hace ya tanto tiempo vuelven a cobrar vida. De hecho, las preocupaciones y los anhelos de estas personas no difieren tanto de los nuestros, a pesar del abismo de tiempo que nos separa.