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Hace 25.000 años, una pandemia de coronavirus se extendió por el este de Asia y causó estragos entre la población, pero, curiosamente, pudo haber hecho a los descendientes de estos asiáticos prehistóricos mucho más resistentes a las cepas actuales de covid-19 que han provocado ya más de cuatro millones de muertos en todo el mundo. ¿Cómo ha sucedido eso? Porque para sobrevivir a ese mortífero coronavirus paleolítico, el código genético de los asiáticos prehistóricos mutó durante generaciones para hacerlos más resistentes a la enfermedad.
La historia de la humanidad es la de lucha milenaria contra los virus, organismos muy simples –de hecho existe un dilema biológico sobre si son seres vivos o no–, que dependen de un huésped para reproducirse: infectan a su "víctima", se apoderan de sus células y las usan para multiplicarse. Hasta el desarrollo de la medicina moderna y la invención de la vacuna, la única defensa contra estos virus ha sido transformando el propio ADN de las células amenazadas para aumentar la resistencia al virus. Una respuesta lenta, pero muy efectiva. Así, esta mutación se hereda en generaciones sucesivas y se adapta a lo largo del tiempo hasta vencer a la enfermedad. Que, a su vez, muta en nuevas cepas para esquivar estas defensas.
Y eso mismo pasó con una variante especialmente mortífera de coronavirus que afectó las poblaciones de China, Vietnam y Japón en el 23.000 a.C. La enfermedad provocó la devastación entre grupos humanos enteros, pero "vacunó" a los descendientes de los que lo padecieron hasta el punto que la población actual de estas regiones estaba más preparada para resistir las diferentes variantes de Covid-19 que se han presentado estos últimos años.
Un equipo e científicos halló evidencias de una fuerte adaptación genética hace unas 900 generaciones para combatir contra un coronavirus que afectó a las poblaciones de China, Japón y Vietnam.
Las pruebas fueron halladas por un equipo de investigadores australianos y estadounidenses que buscaron la interacción entre los genomas humano y del SARS-CoV-2, el tipo de coronavirus que ha dado lugar a las cepas actuales de covid-19 analizando el ADN de poblaciones de todo el mundo. El código genético fue observado detenidamente y los científicos encontraron evidencias de una fuerte adaptación genética hace unas 900 generaciones en los genes de las poblaciones de China, Vietnam y Japón. Es decir, estos grupos humanos combatieron ferozmente contra un coronavirus y tuvieron que modificar su ADN para sobrevivir. Las conclusiones de este estudio fueron publicadas en la revista Current Biology.
Enfermedades ancestrales
Estos genes contenían en su interior una serie de mutaciones muy características que se correspondían con reacciones defensivas frente a un coronavirus. Concretamente los cambios genéticos habían reforzado las células de los pulmones (zona que presenta un mayor número de mutaciones por ser la más vulnerable), y otras áreas afectadas por el patógeno como la sangre, las arterias o el tejido adiposo, zonas que son también atacadas hoy por la variante moderna de este virus ancestral.
Un covid prehistórico
Para saber en qué momento se produjeron las adaptaciones genéticas, los estudiosos aislaron en el tiempo agrupos de 500 generaciones, cada uno de los cuales cubría un período de 15.000 años. La elaboración de esta cronología fue posible por los gráficos de recombinación del material genético, que sitúan en el tiempo cada una de las diferentes mutaciones.
Pronto descubrieron que los cambios habían empezado hacia las 900 generaciones pasadas, por lo que el peor momento de la epidemia se debía situar 25.000 años atrás. Por el contrario a partir de 500 generaciones las mutaciones se empezaban a reducir, hasta estabilizarse el gen 5.000 años atrás, fecha en la que terminaría la epidemia al ser superado el virus por las nuevas defensas.
Adaptarse y sobrevivir
Esta mejora del genoma fue clave para convertir a la población del noreste de Asia en más resistente a una enfermedad que ha golpeado repetidamente la zona en sucesivas epidemias, producidas por nuevas mutaciones del virus. En 2002 el SARS mató a 800 personas y cuatro años después el MERS-CoV se cobró 850 víctimas.
Pero sin duda la variante más letal ha sido la actual, la cual, aunque ha provocado una terrible mortandad por todo el mundo que se eleva a más de cuatro millones de personas, en los tres países estudiados ha causado solamente 19.375 muertos (según los datos oficiales). Esta baja tasa de mortalidad ha sorprendido a muchos científicos al tratarse de naciones densamente pobladas, por lo que las mutaciones desarrolladas en el pasado, hipotetizan, podrían haber salvado a los asiáticos de una nueva epidemia.
Mezclados con los neandertales
En cambio la hibridación con neandertales producida en los países occidentales parece que nos hizo más susceptibles a la enfermedad, y explicaría en parte el mayor número de muertos frente a un virus al que todavía no nos hemos adaptado.
Tras identificar los rasgos y extensión de esa antigua epidemia, una segunda fase del estudio fue comprobar si las respuestas defensivas detectadas podrían servir hoy en la elaboración de fármacos y vacunas para combatir al Covid-19. El profesor Kirill Alexandrov y su equipo de la Universidad de Queensland se encargaron de ello, y afortunadamente pudieron identificar algunas mutaciones que todavía sirven de escudo contra el virus y que pronto serán incorporadas a la investigación médica.