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La idea de un sistema de escritura mecanizada que superara los límites de la escritura a mano surge en el siglo XVI. Algunos de los primeros prototipos estaban destinados a personas ciegas, como el dispositivo de "escritura táctil" ideado en 1575 por el impresor y editor veneciano Francesco Rampazetto. En 1808, Agostino Fantoni fabricó otra máquina para su hermana ciega, la condesa Carolina Fantoni da Fivizzano, que así pudo escribir sus tórridas cartas de amor en la intimidad.
Durante el siglo XIX, decenas de inventores trabajaron sobre estas ideas. Los modelos eran muy diversos, desde el "címbalo escribano" de Ravizza (1856), parecido a un piano y que introdujo por primera vez el uso de palancas para marcar las letras, a la bola de escritura del reverendo danés Malling-Hansen (1865), que fue la primera en lograr cierto éxito comercial.

La "bola de escribir" de Hansen, inventada en 1865. Grabado que muestra un modelo de 1870.
La "bola de escribir" de Hansen, inventada en 1865. Grabado que muestra un modelo de 1870.
PD
El modelo definitivo
La máquina de escribir que ha llegado hasta nuestros días la debemos a Christopher Latham Sholes, editor, periodista, inventor y político estadounidense. Junto con dos amigos también inventores, Carlos Glidden y Samuel W. Soule, Sholes elaboró un primer prototipo muy tosco que fue patentado el 23 de junio de 1868. Soule y Glidden abandonaron el proyecto, pero Sholes se asoció con el empresario James Densmore, que quedó entusiasmado al ver una carta escrita con el prototipo y ofreció a Sholes ayuda financiera para continuar.
Sholes y Densmore se dedicaron a mejorar su máquina e introdujeron numerosos retoques. Los trabajos se fueron alargando y en varios momentos el propio Sholes estuvo a punto de abandonar, pero Densmore le convenció para que continuara. En 1873, cuando creyeron tener el prototipo definitivo, vendieron los derechos a una empresa que podía fabricar muchas unidades y construir mecanismos eficientes con piezas intercambiables, la compañía de armas y máquinas de coser Remington de Nueva York.
Sholes y Densmore se dedicaron a mejorar su máquina e introdujeron numerosos retoques.

Una joven escribe a máquina con el modelo de Sholes y Glidden. Grabado de 1872.
Una joven escribe a máquina con el modelo de Sholes y Glidden. Grabado de 1872.
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En julio de 1874 salió al mercado el primer millar de unidades de esas Remington. Las teclas accionaban palancas dispuestas en semicírculo que marcaban las letras sobre una cinta impregnada de tinta. La máquina contaba con un carro que se movía de derecha a izquierda cada vez que se apretaba una tecla y un rodillo donde se colocaba el papel.
El retroceso del carro se conseguía mediante un pedal similar al de las máquinas de coser. Sholes también ideó la disposición del teclado QWERTY, que ha perdurado hasta nuestros días –supuestamente para prevenir atascos en la máquina, pero nadie lo sabe con certeza–. Inicialmente solo tenía letras mayúsculas.
el pionero mark twain
Uno de los primeros en gastarse los 125 dólares de la época en ese artefacto –mucho más de lo que costaría hoy un ordenador personal potente– fue el escritor Mark Twain, que se jactaba de ser "la primera persona en el mundo" en usar el artilugio para elaborar un manuscrito literario.
Aunque se quejaba de que le costaba adaptarse a ella, Twain intuía las "virtudes" de la máquina: "Imprime más rápido de lo que puedo escribir, puedo inclinarme hacia atrás en mi silla mientras trabajo y apila una tremenda cantidad de palabras en una página". Asimismo, el creador de Tom Sawyer apreciaba que "no deja manchas de tinta" y, "por supuesto, ahorra papel".
"Imprime más rápido de lo que puedo escribir, puedo inclinarme hacia atrás en mi silla mientras trabajo y apila una tremenda cantidad de palabras en una página", decía Twain.

Cartel que anuncia una máquina de escribir Remington de 1892.
Cartel que anuncia una máquina de escribir Remington de 1892.
PD
Los problemas de ese primer modelo se fueron solucionando. El mecanógrafo ahora veía la línea que estaba redactando mientras escribía y combinaba de manera fácil mayúsculas y minúsculas. Las ventas, al principio escasas, comenzaron a subir hasta convertir aquella máquina en un elemento cotidiano en las oficinas y casas de todo el mundo.