El primer Estado centralizado de la historia

La dinastía 0, el origen del Egipto faraónico

Hace cinco mil años, los reyes del Alto Egipto pusieron sus miras en los reinos del delta del Nilo y emprendieron su conquista, que, según todos los indicios, concluyó Narmer, gobernante de Nejen, considerado el primer faraón de un Egipto unificado.

La paleta de Narmer por sus dos caras. Museo Egipcio, El Cairo.

La paleta de Narmer por sus dos caras. Museo Egipcio, El Cairo.

La paleta de Narmer por sus dos caras. Museo Egipcio, El Cairo.

PD

En el siglo III a.C., el sacerdote egipcio Manetón escribió en griego una historia de Egipto para el rey Ptolomeo II Filadelfo. Por desgracia, de esta obra, conocida como Aegyptiaca, solo se conservan algunos pasajes que se reducen a la enumeración de treinta y una dinastías con el nombre de los soberanos que las formaron, y con la mención de algún suceso importante de su reinado. Según Manetón, la historia dinástica empezaba con Menes, considerado el primer faraón de Egipto y fundador de la dinastía I. Antes de Menes, también llamado Narmer, el país del Nilo había sido gobernado por dioses y semidioses.

Sin embargo, hoy sabemos, gracias a la arqueología, que mucho antes del reinado de Narmer hubo un largo proceso de unificación de todo el territorio egipcio, encabezado por monarcas originarios del Alto Egipto –el sur del país–que formaron la llamada "dinastía 0". Estos soberanos reinaron durante el período Predinástico Tardío o Protodinástico, que se extiende entre 3300 y 3100 a.C., y que corresponde a la etapa final de la cultura que los egiptólogos conocen como Nagada III. Hoy en día, Nagada (Nubt en la antigua lengua egipcia, y Ombos en griego) no es más que una aldea, pero allí se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos clave para establecer los orígenes de estos monarcas de la dinastía 0 que se lanzaron a la conquista del norte del país.

Los primeros reinos

Antes del Predinástico Tardío, las distintas comunidades «urbanas» del Alto Egipto se habían agrupado cerca del Nilo, donde se encontraba la tierra cultivada. Los campesinos aprovechaban la crecida anual del río con incipientes técnicas de irrigaciónartificial para aumentar la producción agrícola y cultivar mayor variedad de cereales, frutas y verduras, lo que tuvo como consecuencia un considerable aumento demográfico. Estas comunidades, cada vez más pobladas, pasaron a estar gobernadas por jefes aceptados y respetados por todos. Sin duda, tales dirigentes debían de poseer las cualidades propias tanto de un caudillo militar como de un mediador eficaz.

Paleta del campo de batalla. Predinástico. Museo Británico, Londres.

Paleta del campo de batalla. Predinástico. Museo Británico, Londres.

Paleta del campo de batalla. Predinástico. Museo Británico, Londres.

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En esta época, entre 3500 y 3300 a.C. (correspondiente a la cultura de Nagada II o Gerzense), había en el Alto Egipto tres núcleos de población que destacaban por encima de todos los demás: los llamados protorreinos de Hieracómpolis (Nekhen, en egipcio), Nagada y Tinis-Abydos. Su crecimiento dio lugar a una fuerte rivalidad entre ellos para hacerse con la supremacía sobre todo el territorio y controlar el comercio de bienes exóticos.

Los conflictos desatados entre estos tres núcleos terminaron con el triunfo de Hieracómpolis, que unificó el Alto Egipto bajo su dominio e impuso un gobierno fuertemente centralizado. Los victoriosos gobernantes de Hieracómpolis se establecieron en la vecina localidad de Tinis-Abydos, muy probablemente en vistas a una futura expansión hacia al norte.

Hieracómpolis unificó el Alto Egipto bajo su dominio e impuso un gobierno fuertemente centralizado.

Figurilla de la cultura Nagada. Museo de Arte de Brooklyn.

Figurilla de la cultura Nagada. Museo de Arte de Brooklyn.

Figurilla de la cultura Nagada. Museo de Arte de Brooklyn.

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Debemos mencionar, asimismo, que en las necrópolis de los centros regionales más poderosos del Alto Egipto aparecen en esta época enterramientos de categoría social muy distinta. La cantidad y la calidad de los objetos funerarios hallados en el interior de algunas sepulturas dan cuenta de la existencia de una sociedad cada vez más jerarquizada, en cuyo seno emergía una poderosa élite.

Mientras el Alto Egipto se unificaba militarmente (aunque quizá también se produjeron alianzas entre comunidades, y no solo choques bélicos), los asentamientos del Bajo Egipto, en la zona del Delta, nunca llegaron a constituir un reino unitario. Es posible que existieran algunas élites destacadas en ciudades como Buto (Pe, en egipcio) o Sais; pero, en términos generales, las distintas comunidades eran autónomas entre sí. Por otra parte, habían experimentado escasos cambios sociales desde el Neolítico. Se trataba de sociedades sin diferencias sociales apreciables, tal y como parece demostrar la sencillez extrema de las tumbas exhumadas en el territorio, consistentes en fosas ovaladas, de tamaño reducido, excavadas en el suelo y con un sencillísimo ajuar funerario.

el alto y el bajo egipto

Poco a poco, estas culturas del norte abandonaron sus tradiciones y su cultura material en favor de las del Alto Egipto (adoptaron, por ejemplo, la cerámica a torno pintada en rojo o la confección de vasos de piedra característicos de Nagada II). De esta forma, a principios del Predinástico Tardío, hacia 3300 a.C., la cultura autóctona del Bajo Egipto ya había desaparecido, reemplazada por elementos procedentes del Alto Egipto. Ahora todo el país estaba unificado culturalmente, pero no políticamente. La unificación política, que culminó en la formación del Estado faraónico, arrancó del sur durante la última fase del período Predinástico. Esta expansión del Alto Egipto hacia el norte debió de ser lenta y compleja, y se llevó a cabo bajo diversos reyes de la dinastía 0.

Es curioso observar cómo más tarde, ya en tiempos dinásticos, a partir del III milenio a.C., el dios halcón Horus, símbolo del orden, era considerado dios tutelar del Bajo Egipto, mientras que el dios guerrero Set, símbolo del caos, era la divinidad tutelar del Alto Egipto. Según el mito, Horus y Set se enfrentaron después de que este último diera muerte al dios Osiris, padre de Horus.Hasta hace poco, los investigadores interpretaban este conflicto mítico entre Horus y Set como un recuerdo de las luchas entre dos reinos predinásticos, uno del Alto Egipto y otro del Bajo Egipto.

El dios halcón Horus era considerado dios tutelar del Bajo Egipto, mientras que el dios guerrero Set era la divinidad tutelar del Alto Egipto.

Estatua del dios halcón Horus delante del templo dedicado a esta divinidiad en Edfú.

Estatua del dios halcón Horus delante del templo dedicado a esta divinidiad en Edfú.

Estatua del dios halcón Horus delante del templo dedicado a esta divinidiad en Edfú.

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Sin embargo, hoy sabemos que el proceso de unificación no fue el resultado del enfrentamiento de un soberano del Alto Egipto contra un Delta unificado. En realidad, la transformación de Egipto en un Estado territorial fue el fruto de las sucesivas conquistas que los reyes del Alto Egipto llevaron a cabo durante varias generaciones.

En este sentido, el concepto de Egipto como país de las Dos Tierras (dos reinos) no tiene una base histórica, sino que responde a la idea egipcia de que un todo se compone de dos partes contrarias y complementarias. Estas dos mitades, el Alto y el Bajo Egipto, tenían sus propios dioses protectores y símbolos heráldicos. De esta forma, Set  y la ciudad de Hieracómpolis se convirtieron en el dios tutelar y la capital simbólica del Alto Egipto, mientras que el dios halcón Horus y la ciudad de Buto llegaron a ser la divinidad y la capital simbólica del Bajo Egipto.

Para saber más

Estatua sedente de Kefrén, protegido por el dios halcón Horus. Museo Egipcio, El Cairo.

El lenguaje del poder en el antiguo Egipto

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La tumba de un rey desconocido

Las excavaciones arqueológicas realizadas en Tinis-Abydos han permitido recuperar la memoria de los unificadores de Egipto, los soberanos
de la dinastía 0. Desde comienzos del período de Nagada III, Abydos, la necrópolis de la ciudad de Tinis (cuyo emplazamiento aún no ha sido localizado) se convirtió en el lugar de enterramiento de aquellos gobernantes. Sus tumbas se han localizado en las áreas que hoy conocemos como Cementerio U y Cementerio B. La sepultura más grande y compleja de las exhumadas en el Cementerio U es la llamada tumba U-j, que perteneció a un caudillo o soberano que vivió hacia 3250 a.C.

Esta tumba fue descubierta y excavada en 1988 por arqueólogos del Instituto Alemán de El Cairo bajo la dirección del egiptólogo Günter Dreyer. Con una superficie de 66,4 metros cuadrados, se divide en doce habitaciones comunicadas entre sí a través de estrechas ranuras verticales. Aunque fue saqueada desde la Antigüedad, en su interior los arqueólogos hallaron objetos de hueso y marfil (como mangos de cuchillo tallados en relieve), recipientes de piedra, gran cantidad de cerámica (platos y moldes de pan, así como jarras que contuvieron aceite perfumado, grasas y cerveza) y hasta 400 vasos importados de Canaán, que posiblemente almacenaron vino.

En la cámara funeraria se encontraron los restos de una capilla de madera y un completo cetro heqa de marfil. Este cetro en forma de cayado fue la insignia de poder de la realeza en tiempos dinásticos, por lo que su presencia en la tumba indicaría claramente el estatus regio de su ocupante.

La tumba U-j de Abydis fue descubierta y excavada en 1988 por arqueólogos del Instituto Alemán de El Cairo bajo la dirección del egiptólogo Günter Dreyer.

Cabeza de maza del rey Escorpión. Museo Ashmolean, Oxford.

Cabeza de maza del rey Escorpión. Museo Ashmolean, Oxford.

Cabeza de maza del rey Escorpión. Museo Ashmolean, Oxford.

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Pero entre la gran cantidad y variedad de piezas de ajuar funerario encontradas en la tumba U-j de Abydos, quizá las más importantes para los investigadores sean 150 pequeñas tablillas de hueso o marfil grabadas con los primeros signos jeroglíficos documentados en la historia de Egipto. Estos signos aparecieron también inscritos en tinta negra sobre vasos de cerámica y constituyen la prueba más antigua conocida de escritura en tierras del Nilo; incluso puede que se trate de la escritura más antigua de la historia. Las inscripciones confirman el origen autóctono de la escritura egipcia y llevan a pensar que nació vinculada al mundo funerario regio.

Desconocemos la identidad del propietario de la tumba, pero como el signo del escorpión es el que más veces aparece inscrito en los vasos de cerámica que se encontraron allí, se ha sugerido que el soberano enterrado en este lugar se llamaba rey Escorpión I (se trata de un soberano distinto y anterior al rey Escorpión representado en la famosa cabeza de maza hallada en Hieracómpolis, en el templo de Horus, cuya imagen abre el presente artículo). Lo más probable es que se trate del nombre del monarca en clave simbólica, y el signo del escorpión, cuidadosamente representado, haría referencia a una de las múltiples manifestaciones de su poder y su fuerza.

Para saber más

Fragmento de la cabeza de maza del Rey Escorpión, en el que aparece el personaje portando una azada.

El enigma del rey Escorpión

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El faraón, un dios entre los hombres

Uno de los aspectos más importantes de la realeza egipcia durante todo el Período Dinástico fue la existencia de un protocolo faraónico compuesto por cinco títulos reales: el llamado "nombre de Horus"; el de Nebty o "Las Dos Señoras", en alusión a Nekhbet y Wadjet, diosas tutelares del Alto y el Bajo Egipto; el de "Horus de oro"; el de Nesu-bit, "El que pertenece al junco y el de la abeja", símbolos, respectivamente, del Alto y el Bajo Egipto, y el de "Hijo de Re". Estos títulos se introdujeron de forma paulatina y el protocolo real no adquirió su forma definitiva hasta la dinastía V.

Estela del rey Serpiente, con un halcón sobre el serej, o fachada de palacio. Museo del Louvre, París.

Estela del rey Serpiente, con un halcón sobre el serej, o fachada de palacio. Museo del Louvre, París.

Estela del rey Serpiente, con un halcón sobre el serej, o fachada de palacio. Museo del Louvre, París.

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Precisamente el nombre de Horus apareció durante la dinastía 0, y es el único de los cinco títulos del protocolo real que poseyeron los soberanos de esta dinastía. El título de Horus implicaba la asimilación e identificación del rey con el dios Horus. Sin embargo, el soberano también se identificaba con su residencia: el palacio real, imagen y síntesis del universo entero.

El nombre de Horus se escribía en el interior del serej, un rectángulo dispuesto verticalmente que representaba la fachada con entrantes y salientes del palacio, y sobre el cual aparecía posado el dios halcón Horus. De hecho, conocemos el orden y los nombres de Horus de los últimos reyes de la dinastía 0 (Ni-Hor, Hat-Hor, Iri-Hor, Ka, Escorpión y Narmer) porque fueron inscritos en el interior de un serej.

El soberano también se identificaba con su residencia: el palacio real, imagen y síntesis del universo entero.

Relieve policromado que muestra al dios solar Re junto a la diosa Maat, tocada con su característica pluma de avestruz.

Relieve policromado que muestra al dios solar Re junto a la diosa Maat, tocada con su característica pluma de avestruz.

Relieve policromado que muestra al dios solar Re junto a la diosa Maat, tocada con su característica pluma de avestruz.

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Durante el período Dinástico, la organización social estaba muy jerarquizada. Existía un mundo divino, estrictamente ordenado y situado por encima de la humanidad. El rey de Egipto, en la cúspide de la sociedad, era de esencia divina: se trataba de la encarnación de un dios, y era el mediador entre las divinidades y los hombres. En tanto que se identificaba con el dios Horus, su función esencial era garantizar el mantenimiento del orden cósmico, que los egipcios denominaban Maat. Para ello, el soberano debía dominar el caos, que se representaba bajo varias formas, como, por ejemplo, los enemigos extranjeros.

La imagen del faraón como guerrero victorioso que masacra a sus enemigos se repite una y otra vez en época dinástica, y su mensaje es claro: el rey cumple con su deber sagrado de dominar el caos y mantener el orden del universo, la maat. Pero esta idea de un gobernante poderoso cuya función primordial es asegurar la estabilidad del mundo ya se había gestado entre las comunidades predinásticas, con sus reyes asociados al dios Horus.

Para saber más

Relieve polcromado que muestra al dios solar Re junto a la diosa Maat, tocada con su característica pluma de avestruz.

La diosa Maat, encarnación del orden y la justicia en Egipto

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Las pruebas de la unificación

Como hemos explicado, la unificación política de Egipto fue el resultado de un largo proceso de conquistas militares en el Delta por parte de los reyes del Alto Egipto, en un momento anterior a la dinastía I. Las únicas pruebas de que disponemos sobre dicha conquista provienen de las escenas en relieve de los llamados "documentos de la unificación", datados a finales del Predinástico: mangos de cuchillo, cabezas de maza votivas y grandes paletas ceremoniales (unos recipientes planos que en su origen se empleaban como soporte para preparar el maquillaje).

La Paleta del León y la Paleta del Toro muestran al rey bajo la forma de un león o de un toro que arremete contra enemigos o ciudades fortificadas, dos temas recurrentes en la iconografía de la época y que probablemente reflejan lo que sucedía en realidad.

Las pruebas de que disponemos sobre la unificación de Egipto provienen de mangos de cuchillo, cabezas de maza votivas y grandes paletas ceremoniales.

Mango del cuchillo de Gebel El-Arak, de marfil. Museo del Louvre, París.

Mango del cuchillo de Gebel El-Arak, de marfil. Museo del Louvre, París.

Mango del cuchillo de Gebel El-Arak, de marfil. Museo del Louvre, París.

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Paleta de los toros, procedente de Abydos. Museo del Louvre, París.

Paleta de los toros, procedente de Abydos. Museo del Louvre, París.

Paleta de los toros, procedente de Abydos. Museo del Louvre, París.

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Los soberanos que culminaron la unificación de las Dos Tierras son Narmer y Escorpión, aunque muchos especialistas sugieren que se trata del mismo personaje. En su ciudad de origen, Hieracómpolis (un importante centro de culto asociado al dios halcón Horus), han aparecido diversos objetos votivos con estos nombres, como la célebre Paleta de Narmer y las cabezas de maza de Escorpión y Narmer. Es muy probable que las escenas grabadas en la paleta votiva de Narmer muestren la culminación de este proceso, ya que fue este rey, considerado el primer soberano de la dinastía I y el fundador de la ciudad de Menfis, quien completó la unificación del Alto y el Bajo Egipto hacia el año 3100 a.C.