La derrota de los mamelucos

La batalla de las Pirámides, la gran victoria de Napoleón en Egipto

Tras desembarcar en el puerto de Alejandría con la intención de conquistar la región para la República Francesa, Napoleón marchó a través del desierto y derrotó a los mamelucos a orillas del Nilo.

Baron Antoine Jean Gros Battle Pyramids

Baron Antoine Jean Gros Battle Pyramids

En la batalla de las Pirámides Napoleón logró derrotar a los mamelucos que gobernaban Egipto y conquistar el Cairo. Óleo de la batalla por Antoine Jean Gros, Palacio de Versalles.

Wikimedia Commons

Cuando en 1789 se abolió la monarquía en Francia la nación tuvo que enfrentarse a una coalición de estados europeos dispuestos a acabar con la democracia. De entre todos ellos ninguno fue tan tenaz como Gran Bretaña, que gracias a los recursos de su su extenso imperio colonial podía mantenerse en pie de guerra de manera indefinida.

Así fue como en 1798 el Directorio que regía la República ideó un plan para atacar a los británicos en ultramar. La India era la principal colonia de éstos en Asia, una escala importante en el comercio con China y la productora del algodón que alimentaba sus fábricas textiles. Aunque los franceses no contaban con tropas en el subcontinente, en ese momento los ingleses estaban en guerra con el sultán Tipu Sahib de Mysore, a quien decidieron apoyar mediante el envío de un ejército al mando de un general demasiado popular entre el ejército: Napoleón Bonaparte.

La Bataille du Pont d'Arcole

La Bataille du Pont d'Arcole

Napoleón se había convertido en el héroe de Francia al conquistar Italia en 1797. En Arcole se puso a la cabeza de sus hombres y los dirigió a la carga contra los austríacos a través de un puente. Óleo de Horace Vernet dedicado a esa batalla pintado en 1826, colección privada.

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Con los mares dominados por la Royal Navy la expedición debería ir por una ruta alternativa, por lo que se decidió enviarla contra Egipto, que se convertiría en una colonia francesa desde la que amenazar el Océano Índico. De camino el ejército tomaría la isla de Malta, expulsando a los caballeros de San Juan y apoderándose de una estratégica base naval en el Mediterráneo.

Desembarco en Alejandría

La gran armada de 40.000 soldados y 13 buques de línea partió de Tolón el 10 de mayo, Malta se rindió de manera vergonzosa, y el 1 de julio los franceses avistaron por fin Egipto. El mejor puerto de la costa era sin duda la ciudad de Alejandría, mal defendida por Mohamed el-Khoraim con una simple milicia urbana reforzada por nómadas beduinos.

Antes de iniciar la campaña Bonaparte hizo circular entre sus tropas una de sus famosas proclamas, en el que les prometía que “daréis a Inglaterra un golpe en su punto más débil” y que los “beyes de Egipto dejarán de existir a los pocos días de nuestro desembarco”. Parte teóricamente del Imperio otomano Egipto estaba de hecho gobernado por una casta de guerreros llamados mamelucos, los cuales habían proclamado su autonomía de Estambul en 1786 y establecido un reino feudal encabezado por Murad Bey.

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Alejandría es tomada al asalto por los franceses. Grabado del siglo XIX.

Leonard de Selva / Bridgeman Images

Napoleón sabía que la flota británica de Horatio Nelson le iba a la zaga, por lo que no quiso arriesgarse y cruzó inmediatamente a sus hombres en botes hasta la playa en medio de una fuerte marejada. Sin darles descanso, el corso ordenó asaltar inmediatamente los muros de la villa, medio en ruinas tras siglos de desidia. 

Las demibrigadas francesas se lanzaron pues a la carga bajo una lluvia de rocas y tejas, superando fácilmente la muralla y acabando con la resistencia alejandrina en las mezquitas, donde se habían refugiado las mujeres y los niños. Por su parte El-Khoraim huyó a la fortaleza del Faro cuando vio perdida la ciudad, pero también se rindió.

Cuarenta siglos de historia os contemplan

Si bien los franceses habían logrado su cabeza de puente, los mamelucos no habían sido derrotados, sino que su ejército se iba concentrando en el Cairo a las órdenes de Murad Bey. Era pues esencial marchar rápidamente hasta la capital antes de que el enemigo lograra reunir a todas sus fuerzas.

Sin perder tiempo en buscar carros o bestias de carga, los soldados franceses partieron con lo puesto, llevando como única comida podridas galletas de barco y una cantidad insuficiente de agua. Sudando bajo el ardiente sol africano los soldados no podían encontrar agua en los pueblos que atravesaban, ya que los egipcios habían cegado los pozos y vaciado las cisternas.

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La marcha a través de la llanura de Beheira se cobró las vidas de cientos de franceses, pero permitió combatir a los mamelucos antes de que se concentraran. Grabado, siglo XIX.

Leonard de Selva / Bridgeman Images

En los pocos lugares en los que daban con ella los hombres bebían de manera frenética aplastándose unos a otros, y los últimos en llegar se encontraban con que no quedaba nada. La sed era tan insoportable que muchos desaparecían en el desierto o se pegaban un tiro.

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Para colmo de males la columna francesa era hostigada constantemente por las tribus beduinas, que llamadas a la Jihad por los ulemas lanzaban incursiones a caballo capturando a los rezagados, a quienes a veces dejaban ir a cambio de favores sexuales.

WKossak030 1900

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Entrenados desde los doce años y armados con carabinas, lanzas, pistolas y afilados sables los mamelucos eran la mejor caballería del Imperio Otomano. Panorama de la batalla por Wojciech Kossak pintado en 1900.

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Al cabo de una semana de tormento el ejército llegó por fin al gran río, apaciguando su sed en las fangosas aguas. Napoleón se dirigió entonces hacia el sur por la ribera izquierda. Una primera escaramuza con el enemigo se libró en la aldea de Shubra Kit, y finalmente se encontró con la hueste mameluca en el pueblo fortificado de Embabeh el 21 de julio.

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Napoleón arenga a sus hombres antes de la batalla. Pintura al óleo de Richard Caton Woodville, colección privada.

Christie's Images / Bridgeman

La situación le era ciertamente favorable pues 25.000 franceses se enfrentaban a solo 4.000 mamelucos secundados por 10.000 campesinos fellahin y beduinos. Antes de ordenar el avance Bonaparte arengó a sus hombres señalando las pirámides de Gizeh que se veían a lo lejos: “Soldados! Habéis venido a este país a librar a sus habitantes del barbarismo, a traer la civilización a Oriente y liberar esta hermosa parte del mundo del dominio de Inglaterra. Desde las cimas de esas pirámides, cuarenta siglos de historia os contemplan”.

La batalla de las Pirámides

Consciente de que la caballería mameluca era la mejor arma de Murad Napoleón formó a su ejército en cinco grandes cuadros erizados de bayonetas, las cuales formaban un muro impenetrable del que retrocedían caballos y camellos. En su interior se refugiaron los oficiales junto con la impedimenta, y el pequeño destacamento de sabios venidos de Francia a fin de explorar y dibujar las desconocidas ruinas del Egipto faraónico.

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Óleo de la batalla por Louis Lejeune, 1808, Palacio de Versalles.

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Lentamente las formaciones avanzaron hacia el enemigo, provocando a los mamelucos a una imprudente carga que no pudo penetrar en sus compactas filas. Esperando hasta el último segundo los franceses abrieron fuego cuando los jinetes árabes se encontraban a pocos metros, asegurando que cada bala diera en el blanco.

Battle of the Pyramids 1798  Wojciech Kossak

Battle of the Pyramids 1798 Wojciech Kossak

Carga de los mamelucos en un óleo de Wojciech Kossak pintado en 1896.

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Con la caballería enemiga neutralizada los europeos se lanzaron al asalto de Embabeh, iniciando un combate cuerpo a cuerpo entre los muros y casas de ese pueblo a orillas del Nilo. La batalla se libraba también en el río, pues Bonaparte había reunido una escuadra de botes equipados con cañones que combatía con las embarcaciones del enemigo.

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Miembros de la expedición científica montados en burro se refugian dentro de un cuadro francés durante la batalla. Litografía de Jaques Onfray, 1900.

Patrice Cartier. All rights reserved 2023 / Bridgeman

Al cabo de una hora de lucha Embabeh fue finalmente capturado, y al ver su retirada al Cairo cortada Murad huyó hacia Gizeh y el Alto Egipto. Alrededor de los cuadros franceses cientos de mamelucos habían pedido la vida, y cuando se inició su persecución muchos más murieron o se ahogaron en el Nilo al intentar cruzarlo a nado vestidos con sus lujosas ropas. 

Napoleón en el Cairo

Los victoriosos franceses dedicaron los días siguientes a saquear los cuerpos sin vida del enemigo. Como muestra de su elevado estatus todo mameluco llevaba siempre encima una verdadera fortuna en armas enjoyadas, caftanes de seda, y bolsas llenas de oro y plata, tesoro del que se adueñaron los soldados de la República, quienes además pescaban los cuerpos que flotaban entre los juncos con sus bayonetas y los arrojaban de vuelta una vez desvalijados.

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Napoleón en el Cairo, pintura al óleo de Pierre-Narcise Guerin. Museo de Bellas Artes, Caen.

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Al cabo de tres días de pillaje Napoleón entró en la capital, estableciendo su cuartel general en la ciudadela de Saladino. Como parte de su programa propagandístico Bonaparte estableció una nueva administración de corte francés, y fundó un Instituto para promover la formación científica de los egipcios y la investigación de su fascinante pasado. 

Pese a ello la situación dio un vuelco en agosto, cuando Nelson llegó finalmente con su flota y aniquiló a las naves francesas en la bahía de Abukir, dejándoles atrapados en Egipto. Animados por esta debacle los egipcios se levantaron en armas, en una insurrección que Napoleón reprimió de manera sangrienta ejecutando a gran parte de la población civil de el Cairo.

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Napoleón entra en la principal mezquita de el Cairo tras acabar con la revuelta. Pintura al óleo de Henri Leopold Levi, Museo de Bellas Artes, Mulhouse.

 

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El general francés terminaría por abandonar Egipto tras su fracasada invasión de Siria y la derrota de Tipu Sahib en la India, dejando atrás a sus hombres, quienes no serían expulsados del país hasta la llegada de un ejército inglés en 1801.